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En su proclamación decía: «¡Vuélvanse a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!»

Juan era aquel de quien Dios había dicho por medio del profeta Isaías:

«Una voz grita en el desierto:
“Preparen el camino del Señor;
ábranle un camino recto.”»

La ropa de Juan estaba hecha de pelo de camello, y se la sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; su comida era langostas y miel del monte. La gente de Jerusalén y todos los de la región de Judea y de la región cercana al Jordán salían a oírle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.

Pero cuando Juan vio que muchos fariseos y saduceos iban a que los bautizara, les dijo: «¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca? Pórtense de tal modo que se vea claramente que se han vuelto al Señor,

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