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30 Pero al sentir la violencia del viento, se asustó y, como vio que comenzaba a hundirse, gritó:

— ¡Señor, sálvame!

31 Jesús, tendiéndole en seguida la mano, lo sujetó y le dijo:

— ¡Qué débil es tu fe! ¿Por qué has dudado?

32 Luego subieron a la barca y el viento cesó.

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