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El hombre de la mano paralizada

Entró otra vez en la sinagoga, y estaba allí un hombre que tenía la mano paralizada. Y estaban al acecho a ver si lo sanaría en sábado, a fin de acusarle. Entonces dijo al hombre que tenía la mano paralizada:

—¡Ponte de pie en medio!

Y a ellos les dijo:

—¿Es lícito en sábado hacer bien o hacer mal? ¿Salvar la vida o matar?

Pero ellos callaban. Y mirándolos en derredor con enojo, dolorido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre:

—Extiende tu mano.

Y la extendió, y su mano le fue restaurada.

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