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30 sálvate a ti mismo y desciende de la cruz.

31 De esta manera también los principales sacerdotes, burlándose, se decían unos a otros, con los escribas:

—A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. 32 ¡El Cristo! ¡Rey de Israel! ¡Que descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos!

También los que estaban crucificados con él lo insultaban.

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