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¶ Y aconteció después, que él caminaba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el Evangelio del Reino de Dios, y los doce con él,

y algunas mujeres que habían sido curadas por él de malos espíritus y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la cual habían salido siete demonios,

y Juana, mujer de Chuza, procurador de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus haciendas.

¶ Y como se juntó una grande compañía, y los que estaban en cada ciudad vinieron a él, dijo por una parábola:

Uno que sembraba, salió a sembrar su simiente; y sembrando, una parte cayó junto al camino, y fue hollada; y las aves del cielo la comieron.

Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.

Otra parte cayó entre las espinas; y naciendo las espinas juntamente, la ahogaron.

Y otra parte cayó en buena tierra, y cuando fue nacida, llevó fruto a ciento por uno. Diciendo estas cosas clamaba: El que tiene oídos para oír, oiga.

Y sus discípulos le preguntaron, diciendo, qué era ésta parábola.

10 Y él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios del Reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.

11 Es pues ésta la parábola: La simiente es la palabra de Dios.

12 Y los de junto al camino, éstos son los que oyen; y luego viene el diablo, y quita la palabra de su corazón, para que no se salven creyendo.

13 Y los de sobre la piedra, son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; mas éstos no tienen raíces; que a tiempo creen, y en el tiempo de la tentación se apartan.

14 Y la que cayó entre las espinas, éstos son los que oyeron; mas yéndose, son ahogados de los cuidados y de las riquezas y de los pasatiempos de la vida, y no llevan fruto a perfección.

15 Y la que en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto en paciencia.

16 Ninguno que enciende la lámpara lo cubre con vasija, o lo pone debajo de la cama; mas lo pone en un candelero, para que los que entren vean la luz.

17 Porque no hay cosa oculta, que no haya de ser manifestada; ni cosa escondida, que no haya de ser entendida, y de venir a luz.

18 Mirad pues cómo oís; porque a cualquiera que tuviere, le será dado; y a cualquiera que no tuviere, aun lo que parece tener le será quitado.

19 Y vinieron a él su madre y hermanos; y no podían llegar a él por causa de la multitud.

20 Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, que quieren verte.

21 El entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen mi palabra, y la hacen.

22 ¶ Y aconteció un día que él entró en un barco con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.

23 Pero mientras ellos navegaban, él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago; y se anegaban de agua, y peligraban.

24 Y acercándose a él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado él, increpó al viento y a la furia del agua; y cesaron, y fue hecha grande bonanza.

25 Y les dijo: ¿Qué es de vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciendo los unos a los otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y al agua manda, y le obedecen?

26 Y navegaron a la tierra de los gadarenos, que está delante de Galilea.

27 Y saliendo él a tierra, le vino al encuentro de la ciudad un hombre que tenía demonios ya de mucho tiempo; y no vestía vestido, ni estaba en casa, sino por los sepulcros.

28 El cual, cuando vio a Jesús, exclamó y se postró delante de él, y dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.

29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliera del hombre, porque ya de mucho tiempo le arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos; mas rompiendo las prisiones, era agitado del demonio por los desiertos.)

30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué nombre tienes? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.

31 Y le rogaban que no les mandara ir al abismo.

32 Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejara entrar en ellos; y los dejó.

33 Y salidos los demonios del hombre, entraron en los puercos; y el hato de ellos se arrojó por un despeñadero en el lago, y se ahogó.

34 Y los pastores, como vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por las heredades.

35 Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron sentado al hombre de quien habían salido los demonios, vestido, y en su juicio, a los pies de Jesús; y tuvieron miedo.

36 Y les contaron los que lo habían visto, cómo había sido salvado aquel endemoniado.

37 Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogaron que se fuera de ellos; porque tenían gran temor. Y él, subiendo en el barco, se devolvió.

38 Y aquel hombre, de quien habían salido los demonios, le rogó para estar con él; mas Jesús le despidió, diciendo:

39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, predicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.

40 ¶ Y aconteció que volviendo Jesús, le recibió la multitud; porque todos le esperaban.

41 Y he aquí un varón, llamado Jairo, y que era príncipe de la sinagoga, vino, y cayendo a los pies de Jesús, le rogaba que entrara en su casa;

42 porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, le apretaba la multitud.

43 Y una mujer, que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos toda su hacienda, y por ninguno había podido ser curada,

44 acercándose por las espaldas, tocó el borde de su vestido; y luego se estancó el flujo de su sangre.

45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?

46 Y Jesús dijo: Me ha tocado alguien; porque yo he conocido que ha salido virtud de mí.

47 Entonces, cuando la mujer vio que no se podía esconder, vino temblando, y postrándose delante de él le declaró delante de todo el pueblo la causa por qué le había tocado, y cómo luego había sido sana.

48 Y él dijo: Confía hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.

49 Estando aún él hablando, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija está muerta, no des trabajo al Maestro.

50 Y oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva.

51 Y entrado en casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la niña.

52 Y lloraban todos, y la plañían. Y él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme.

53 Y hacían burla de él, sabiendo que estaba muerta.

54 Y él, echados todos fuera, tomándola de la mano, clamó, diciendo: Muchacha, levántate.

55 Entonces su espíritu volvió, y se levantó luego; y él mandó que le dieran de comer.

56 Y sus padres estaban fuera de sí; a los cuales él mandó, que a nadie dijeran lo que había sido hecho.

Mujeres que ayudaban a Jesús

Después de esto, Jesús anduvo por muchos pueblos y aldeas, anunciando la buena noticia del reino de Dios. Los doce apóstoles lo acompañaban, como también algunas mujeres que él había curado de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas iba María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; también Juana, esposa de Cuza, el que era administrador de Herodes; y Susana; y muchas otras que los ayudaban con lo que tenían.

La parábola del sembrador(A)

Muchos salieron de los pueblos para ver a Jesús, de manera que se reunió mucha gente. Entonces les contó esta parábola: «Un sembrador salió a sembrar su semilla. Y al sembrar, una parte de la semilla cayó en el camino, y fue pisoteada, y las aves se la comieron. Otra parte cayó entre las piedras; y cuando esa semilla brotó, se secó por falta de humedad. Otra parte de la semilla cayó entre espinos; y al nacer juntamente, los espinos la ahogaron. Pero otra parte cayó en buena tierra; y creció, y dio una buena cosecha, hasta de cien granos por semilla.»

Esto dijo Jesús, y añadió con voz muy fuerte: «¡Los que tienen oídos, oigan!»

El porqué de las parábolas(B)

Los discípulos le preguntaron a Jesús qué quería decir aquella parábola. 10 Les dijo: «A ustedes Dios les da a conocer los secretos de su reino; pero a los otros les hablo por medio de parábolas, para que por más que miren no vean, y por más que oigan no entiendan.

Jesús explica la parábola del sembrador(C)

11 »Esto es lo que quiere decir la parábola: La semilla representa el mensaje de Dios; 12 y la parte que cayó por el camino representa a los que oyen el mensaje, pero viene el diablo y se lo quita del corazón, para que no crean y se salven. 13 La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero no tienen suficiente raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba fallan. 14 La semilla que cayó entre espinos representa a los que escuchan, pero poco a poco se dejan ahogar por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, de modo que no llegan a dar fruto. 15 Pero la semilla que cayó en buena tierra, son las personas que con corazón bueno y dispuesto escuchan y hacen caso del mensaje y, permaneciendo firmes, dan una buena cosecha.

La parábola de la lámpara(D)

16 »Nadie enciende una lámpara para después taparla con algo o ponerla debajo de la cama, sino que la pone en alto, para que tengan luz los que entran. 17 De la misma manera, no hay nada escondido que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse y ponerse en claro.

18 »Así pues, oigan bien, pues al que tiene se le dará más; pero al que no tiene, hasta lo que cree tener se le quitará.»

La madre y los hermanos de Jesús(E)

19 La madre y los hermanos de Jesús se presentaron donde él estaba, pero no pudieron acercarse a él porque había mucha gente. 20 Alguien avisó a Jesús:

—Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren verte.

21 Él contestó:

—Los que oyen el mensaje de Dios y lo ponen en práctica, ésos son mi madre y mis hermanos.

Jesús calma la tormenta(F)

22 Un día, Jesús entró en una barca con sus discípulos, y les dijo:

—Vamos al otro lado del lago.

Partieron, pues, 23 y mientras cruzaban el lago, Jesús se durmió. En esto se desató una fuerte tormenta sobre el lago, y la barca empezó a llenarse de agua y corrían peligro de hundirse. 24 Entonces fueron a despertar a Jesús, diciéndole:

—¡Maestro! ¡Maestro! ¡Nos estamos hundiendo!

Jesús se levantó y dio una orden al viento y a las olas, y todo se calmó y quedó tranquilo. 25 Después dijo a los discípulos:

—¿Qué pasó con su fe?

Pero ellos, asustados y admirados, se preguntaban unos a otros:

—¿Quién será éste, que da órdenes al viento y al agua, y lo obedecen?

El endemoniado de Gerasa(G)

26 Por fin llegaron a la tierra de Gerasa, que está al otro lado del lago, frente a Galilea. 27 Al bajar Jesús a tierra, salió del pueblo un hombre que estaba endemoniado, y se le acercó. Hacía mucho tiempo que no se ponía ropa ni vivía en una casa, sino entre las tumbas. 28 Cuando vio a Jesús, cayó de rodillas delante de él, gritando:

—¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios altísimo! ¡Te ruego que no me atormentes!

29 Dijo esto porque Jesús había ordenado al espíritu impuro que saliera de él. Muchas veces el demonio se había apoderado de él; y aunque la gente le sujetaba las manos y los pies con cadenas para tenerlo seguro, él las rompía y el demonio lo hacía huir a lugares desiertos. 30 Jesús le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Y él contestó:

—Me llamo Legión.

Dijo esto porque eran muchos los demonios que habían entrado en él, 31 los cuales pidieron a Jesús que no los mandara al abismo. 32 Como había muchos cerdos comiendo en el cerro, los espíritus le rogaron que los dejara entrar en ellos; y Jesús les dio permiso. 33 Los demonios salieron entonces del hombre y entraron en los cerdos, y éstos echaron a correr pendiente abajo hasta el lago, y allí se ahogaron.

34 Los que cuidaban de los cerdos, cuando vieron lo sucedido, salieron huyendo y fueron a contarlo en el pueblo y por el campo. 35 La gente salió a ver lo que había pasado. Y cuando llegaron a donde estaba Jesús, encontraron sentado a sus pies al hombre de quien habían salido los demonios, vestido y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. 36 Y los que habían visto lo sucedido, les contaron cómo había sido sanado aquel endemoniado. 37 Toda la gente de la región de Gerasa comenzó entonces a rogar a Jesús que se fuera de allí, porque tenían mucho miedo. Así que Jesús entró en la barca y se fue. 38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogó que le permitiera ir con él, pero Jesús le ordenó que se quedara, y le dijo:

39 —Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti.

El hombre se fue y contó por todo el pueblo lo que Jesús había hecho por él.

La mujer enferma y la hija de Jairo(H)

40 Cuando Jesús regresó al otro lado del lago, la gente lo recibió con alegría, porque todos lo estaban esperando. 41 En esto llegó uno llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Este hombre se postró a los pies de Jesús y le rogó que fuera a su casa, 42 porque tenía una sola hija, de unos doce años, que estaba a punto de morir.

Mientras Jesús iba, se sentía apretujado por la multitud que lo seguía. 43 Entre la gente había una mujer que desde hacía doce años estaba enferma, con derrames de sangre, y que había gastado en médicos todo lo que tenía, sin que ninguno la hubiera podido sanar. 44 Esta mujer se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su capa, y en el mismo momento el derrame de sangre se detuvo. 45 Entonces Jesús preguntó:

—¿Quién me ha tocado?

Como todos negaban haberlo tocado, Pedro dijo:

—Maestro, la gente te oprime y empuja por todos lados.

46 Pero Jesús insistió:

—Alguien me ha tocado, porque me he dado cuenta de que de mí ha salido poder.

47 La mujer, al ver que no podía esconderse, fue temblando a arrodillarse a los pies de Jesús. Le confesó delante de todos por qué razón lo había tocado, y cómo había sido sanada en el acto. 48 Jesús le dijo:

—Hija, por tu fe has sido sanada. Vete tranquila.

49 Todavía estaba hablando Jesús, cuando llegó un mensajero y le dijo al jefe de la sinagoga:

—Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro.

50 Pero Jesús lo oyó y le dijo:

—No tengas miedo; solamente cree, y tu hija se salvará.

51 Al llegar a la casa, no dejó entrar con él a nadie más que a Pedro, a Santiago y a Juan, junto con el padre y la madre de la niña. 52 Todos estaban llorando y lamentándose por ella, pero Jesús les dijo:

—No lloren; la niña no está muerta, sino dormida.

53 Todos se rieron de él, porque sabían que estaba muerta. 54 Entonces Jesús la tomó de la mano y dijo con voz fuerte:

—¡Niña, levántate!

55 Y ella volvió a la vida; al momento se levantó, y Jesús mandó que le dieran de comer. 56 Sus padres estaban muy admirados; pero Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que había pasado.

Women Who Followed Jesus

Soon afterward Jesus began a tour of the nearby towns and villages, preaching and announcing the Good News about the Kingdom of God. He took his twelve disciples with him, along with some women who had been cured of evil spirits and diseases. Among them were Mary Magdalene, from whom he had cast out seven demons; Joanna, the wife of Chuza, Herod’s business manager; Susanna; and many others who were contributing from their own resources to support Jesus and his disciples.

Parable of the Farmer Scattering Seed

One day Jesus told a story in the form of a parable to a large crowd that had gathered from many towns to hear him: “A farmer went out to plant his seed. As he scattered it across his field, some seed fell on a footpath, where it was stepped on, and the birds ate it. Other seed fell among rocks. It began to grow, but the plant soon wilted and died for lack of moisture. Other seed fell among thorns that grew up with it and choked out the tender plants. Still other seed fell on fertile soil. This seed grew and produced a crop that was a hundred times as much as had been planted!” When he had said this, he called out, “Anyone with ears to hear should listen and understand.”

His disciples asked him what this parable meant. 10 He replied, “You are permitted to understand the secrets[a] of the Kingdom of God. But I use parables to teach the others so that the Scriptures might be fulfilled:

‘When they look, they won’t really see.
    When they hear, they won’t understand.’[b]

11 “This is the meaning of the parable: The seed is God’s word. 12 The seeds that fell on the footpath represent those who hear the message, only to have the devil come and take it away from their hearts and prevent them from believing and being saved. 13 The seeds on the rocky soil represent those who hear the message and receive it with joy. But since they don’t have deep roots, they believe for a while, then they fall away when they face temptation. 14 The seeds that fell among the thorns represent those who hear the message, but all too quickly the message is crowded out by the cares and riches and pleasures of this life. And so they never grow into maturity. 15 And the seeds that fell on the good soil represent honest, good-hearted people who hear God’s word, cling to it, and patiently produce a huge harvest.

Parable of the Lamp

16 “No one lights a lamp and then covers it with a bowl or hides it under a bed. A lamp is placed on a stand, where its light can be seen by all who enter the house. 17 For all that is secret will eventually be brought into the open, and everything that is concealed will be brought to light and made known to all.

18 “So pay attention to how you hear. To those who listen to my teaching, more understanding will be given. But for those who are not listening, even what they think they understand will be taken away from them.”

The True Family of Jesus

19 Then Jesus’ mother and brothers came to see him, but they couldn’t get to him because of the crowd. 20 Someone told Jesus, “Your mother and your brothers are standing outside, and they want to see you.”

21 Jesus replied, “My mother and my brothers are all those who hear God’s word and obey it.”

Jesus Calms the Storm

22 One day Jesus said to his disciples, “Let’s cross to the other side of the lake.” So they got into a boat and started out. 23 As they sailed across, Jesus settled down for a nap. But soon a fierce storm came down on the lake. The boat was filling with water, and they were in real danger.

24 The disciples went and woke him up, shouting, “Master, Master, we’re going to drown!”

When Jesus woke up, he rebuked the wind and the raging waves. Suddenly the storm stopped and all was calm. 25 Then he asked them, “Where is your faith?”

The disciples were terrified and amazed. “Who is this man?” they asked each other. “When he gives a command, even the wind and waves obey him!”

Jesus Heals a Demon-Possessed Man

26 So they arrived in the region of the Gerasenes,[c] across the lake from Galilee. 27 As Jesus was climbing out of the boat, a man who was possessed by demons came out to meet him. For a long time he had been homeless and naked, living in the tombs outside the town.

28 As soon as he saw Jesus, he shrieked and fell down in front of him. Then he screamed, “Why are you interfering with me, Jesus, Son of the Most High God? Please, I beg you, don’t torture me!” 29 For Jesus had already commanded the evil[d] spirit to come out of him. This spirit had often taken control of the man. Even when he was placed under guard and put in chains and shackles, he simply broke them and rushed out into the wilderness, completely under the demon’s power.

30 Jesus demanded, “What is your name?”

“Legion,” he replied, for he was filled with many demons. 31 The demons kept begging Jesus not to send them into the bottomless pit.[e]

32 There happened to be a large herd of pigs feeding on the hillside nearby, and the demons begged him to let them enter into the pigs.

So Jesus gave them permission. 33 Then the demons came out of the man and entered the pigs, and the entire herd plunged down the steep hillside into the lake and drowned.

34 When the herdsmen saw it, they fled to the nearby town and the surrounding countryside, spreading the news as they ran. 35 People rushed out to see what had happened. A crowd soon gathered around Jesus, and they saw the man who had been freed from the demons. He was sitting at Jesus’ feet, fully clothed and perfectly sane, and they were all afraid. 36 Then those who had seen what happened told the others how the demon-possessed man had been healed. 37 And all the people in the region of the Gerasenes begged Jesus to go away and leave them alone, for a great wave of fear swept over them.

So Jesus returned to the boat and left, crossing back to the other side of the lake. 38 The man who had been freed from the demons begged to go with him. But Jesus sent him home, saying, 39 “No, go back to your family, and tell them everything God has done for you.” So he went all through the town proclaiming the great things Jesus had done for him.

Jesus Heals in Response to Faith

40 On the other side of the lake the crowds welcomed Jesus, because they had been waiting for him. 41 Then a man named Jairus, a leader of the local synagogue, came and fell at Jesus’ feet, pleading with him to come home with him. 42 His only daughter,[f] who was about twelve years old, was dying.

As Jesus went with him, he was surrounded by the crowds. 43 A woman in the crowd had suffered for twelve years with constant bleeding,[g] and she could find no cure. 44 Coming up behind Jesus, she touched the fringe of his robe. Immediately, the bleeding stopped.

45 “Who touched me?” Jesus asked.

Everyone denied it, and Peter said, “Master, this whole crowd is pressing up against you.”

46 But Jesus said, “Someone deliberately touched me, for I felt healing power go out from me.” 47 When the woman realized that she could not stay hidden, she began to tremble and fell to her knees in front of him. The whole crowd heard her explain why she had touched him and that she had been immediately healed. 48 “Daughter,” he said to her, “your faith has made you well. Go in peace.”

49 While he was still speaking to her, a messenger arrived from the home of Jairus, the leader of the synagogue. He told him, “Your daughter is dead. There’s no use troubling the Teacher now.”

50 But when Jesus heard what had happened, he said to Jairus, “Don’t be afraid. Just have faith, and she will be healed.”

51 When they arrived at the house, Jesus wouldn’t let anyone go in with him except Peter, John, James, and the little girl’s father and mother. 52 The house was filled with people weeping and wailing, but he said, “Stop the weeping! She isn’t dead; she’s only asleep.”

53 But the crowd laughed at him because they all knew she had died. 54 Then Jesus took her by the hand and said in a loud voice, “My child, get up!” 55 And at that moment her life[h] returned, and she immediately stood up! Then Jesus told them to give her something to eat. 56 Her parents were overwhelmed, but Jesus insisted that they not tell anyone what had happened.

Footnotes

  1. 8:10a Greek mysteries.
  2. 8:10b Isa 6:9 (Greek version).
  3. 8:26 Other manuscripts read Gadarenes; still others read Gergesenes; also in 8:37. See Matt 8:28; Mark 5:1.
  4. 8:29 Greek unclean.
  5. 8:31 Or the abyss, or the underworld.
  6. 8:42 Or His only child, a daughter.
  7. 8:43 Some manuscripts add having spent everything she had on doctors.
  8. 8:55 Or her spirit.