Lucas 7
Nueva Versión Internacional (Castilian)
La fe del centurión(A)
7 Cuando terminó de hablar al pueblo, Jesús entró en Capernaún. 2 Había allí un centurión, cuyo siervo, a quien este estimaba mucho, estaba enfermo, a punto de morir. 3 Como oyó hablar de Jesús, el centurión mandó a unos dirigentes[a] de los judíos a pedirle que fuera a sanar a su siervo. 4 Cuando llegaron ante Jesús, le rogaron con insistencia:
―Este hombre merece que le concedas lo que te pide: 5 aprecia tanto a nuestra nación que nos ha construido una sinagoga.
6 Así que Jesús fue con ellos. No estaba lejos de la casa cuando el centurión mandó unos amigos a decirle:
―Señor, no te tomes tanta molestia, pues no merezco que entres bajo mi techo. 7 Por eso ni siquiera me atreví a presentarme ante ti. Pero, con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo. 8 Yo mismo obedezco órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
9 Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, comentó:
―Os digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.
10 Al regresar a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
Jesús resucita al hijo de una viuda
11 Poco después, Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. 12 Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. 13 Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo:
―No llores.
14 Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo:
―Joven, ¡te ordeno que te levantes!
15 El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. 16 Todos se llenaron de temor y alababan a Dios.
―Ha surgido entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de[b] su pueblo.
17 Así que esta noticia acerca de Jesús se divulgó por toda Judea[c] y por todas las regiones vecinas.
Jesús y Juan el Bautista(B)
18 Los discípulos de Juan le contaron todo esto. Él llamó a dos de ellos 19 y los envió al Señor a preguntarle:
―¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?
20 Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron:
―Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?”
21 En ese mismo momento Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, y dio la vista a muchos ciegos. 22 Entonces respondió a los enviados:
―Id y contadle a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas. 23 Dichoso el que no tropieza por causa mía.
24 Cuando se fueron los enviados, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Si no, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que se visten ostentosamente y llevan una vida de lujo están en los palacios reales. 26 Entonces, ¿qué fuisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 27 Este es de quien está escrito:
»“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará el camino”.[d]
28 Os digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él».
29 Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los recaudadores de impuestos, reconocieron que el camino de Dios era justo, y fueron bautizados por Juan. 30 Pero los fariseos y los expertos en la ley no se hicieron bautizar por Juan, rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos.[e]
31 «Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos? 32 Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros:
»“Tocamos la flauta,
y no bailasteis;
entonamos un canto fúnebre,
y no llorasteis”.
33 Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: “Tiene un demonio”. 34 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Este es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”. 35 Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen».[f]
Una mujer pecadora unge a Jesús
36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa.[g] 37 Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume. 38 Llorando, se arrojó a los pies de Jesús,[h] de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.
39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando, y qué clase de mujer es: una pecadora».
40 Entonces Jesús le dijo a manera de respuesta:
―Simón, tengo algo que decirte.
―Dime, Maestro —respondió.
41 ―Dos hombres le debían dinero a cierto prestamista. Uno le debía quinientas monedas de plata,[i] y el otro cincuenta. 42 Como no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?
43 ―Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón.
―Has juzgado bien —le dijo Jesús.
44 Luego se volvió hacia la mujer y le dijo a Simón:
―¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. 45 Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume. 47 Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados.[j] Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
48 Entonces le dijo Jesús a ella:
―Tus pecados quedan perdonados.
49 Los otros invitados comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es este, que hasta perdona pecados?»
50 ―Tu fe te ha salvado —le dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
Footnotes
- 7:3 dirigentes. Lit. ancianos.
- 7:16 ha venido en ayuda de. Lit. ha visitado a.
- 7:17 Judea. Alt. la tierra de los judíos.
- 7:27 Mal 3:1
- 7:29-30 Algunos intérpretes piensan que estos versículos forman parte del discurso de Jesús.
- 7:35 queda … siguen. Lit. ha sido justificada por todos sus hijos.
- 7:36 se sentó a la mesa. Lit. se recostó.
- 7:38 se arrojó a los pies de Jesús. Lit. se puso detrás junto a sus pies; es decir, detrás del recostadero.
- 7:41 quinientas monedas de plata. Lit. quinientos denarios.
- 7:47 te digo… perdonados. Lit. te digo que sus muchos pecados han sido perdonados porque amó mucho.
Lucas 7
Traducción en lenguaje actual
Un capitán romano
7 Cuando Jesús terminó de enseñar a la gente, se fue al pueblo de Cafarnaúm. 2 Allí vivía un capitán del ejército romano, que tenía un sirviente a quien apreciaba mucho. Ese sirviente estaba muy enfermo y a punto de morir.
3 Cuando el capitán oyó hablar de Jesús, mandó a unos jefes de los judíos para que lo buscaran y le dijeran: «Por favor, venga usted a mi casa y sane a mi sirviente.»
4 Ellos fueron a ver a Jesús y le dieron el mensaje. Además, le rogaron: «Por favor, haz lo que te pide este capitán romano. Merece que lo ayudes, porque es un hombre bueno. 5 A los judíos nos trata bien, ¡y hasta mandó construir una sinagoga para nosotros!»
6 Jesús fue con ellos, y cuando estaban cerca de la casa, el capitán romano mandó a unos amigos para que le dijeran a Jesús: «Señor, no se moleste usted por mí, yo no merezco que entre en mi casa. 7 Tampoco me siento digno de ir a verlo yo mismo. Solamente le ruego que ordene que mi sirviente se sane; yo sé que él quedará completamente sano. 8 Yo estoy acostumbrado a dar órdenes y a obedecerlas. Cuando le digo a uno de mis soldados: “¡Ve!”, me obedece y va. Si le digo a otro: “¡Ven!”, me obedece y viene. Y si le digo a uno de mis sirvientes: “¡Haz esto!”, lo hace.»
9 Al escuchar las palabras del capitán, Jesús se quedó admirado y les dijo a quienes lo seguían: «En todo Israel no he encontrado a nadie que confíe tanto en mí, como este capitán romano.»
10 Cuando los mensajeros regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
El hijo de una viuda
11 Poco después, Jesús y sus discípulos fueron al pueblo de Naín. Mucha gente iba con ellos. 12 Cuando llegaron a la entrada del pueblo, vieron a unos hombres que llevaban a enterrar a un muchacho. El muerto era el único hijo de una viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba.
13 Cuando Jesús la vio, sintió compasión por ella y le dijo: «No llores.» 14 Entonces se acercó y tocó la camilla. Los hombres dejaron de caminar, y Jesús le dijo al muerto: «¡Joven, te ordeno que te levantes!» 15 El muchacho se levantó y empezó a hablar. Entonces Jesús llevó al muchacho a donde estaba su madre.
16 Al ver eso, la gente tuvo mucho miedo y comenzó a alabar a Dios. Todos decían: «¡Hay un profeta entre nosotros! ¡Ahora Dios va a ayudarnos!»
17 Y muy pronto la gente de la región de Judea y de sus alrededores supo lo que Jesús había hecho.
Juan el Bautista
18 Los discípulos de Juan el Bautista fueron a contarle todo lo que Jesús hacía. Por eso, Juan envió a dos de sus discípulos 19 para que le preguntaran a Jesús si él era el Mesías, o si debían esperar a otro.
20 Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron:
—Juan el Bautista nos envió a preguntarte si eres el Mesías, o si debemos esperar a otro.
21 En ese momento, Jesús sanó a muchos que estaban enfermos y que sufrían mucho. También sanó a los que tenían espíritus malos, y a muchos ciegos les devolvió la vista. 22 Luego les respondió a los dos hombres:
—Vayan y díganle a Juan todo lo que ustedes han visto y oído:
Ahora los ciegos pueden ver
y los cojos caminan bien.
Los leprosos quedan sanos,
y los sordos ya pueden oír.
Los que estaban muertos
han vuelto a la vida,
y a los pobres se les anuncia
la buena noticia de salvación.
23 »¡Dios bendecirá a los que no me abandonan porque hago todo esto!
24 Cuando los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar con la gente acerca de Juan, y dijo:
«¿A quién fueron a ver al desierto? ¿Era acaso un hombre doblado como las cañas que dobla el viento? 25 ¿Se trataba de alguien vestido con ropa muy lujosa? Recuerden que los que se visten así viven en el palacio de los reyes. 26 ¿A quién fueron a ver entonces? ¿Fueron a ver a un profeta? Por supuesto que sí. En realidad, Juan era más que profeta; 27 era el mensajero de quien Dios había hablado cuando dijo:
“Yo envío a mi mensajero
delante de ti,
a preparar todo
para tu llegada.”
28 »Les aseguro que en este mundo no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Sin embargo, el menos importante en el reino de Dios es superior a Juan.»
29 Los que habían escuchado a Juan le pidieron que los bautizara, y hasta los cobradores de impuestos hicieron lo mismo. Así obedecieron lo que Dios había mandado. 30 Pero los fariseos y los maestros de la Ley no quisieron obedecer a Dios, ni tampoco quisieron que Juan los bautizara.
31-32 Jesús siguió diciendo:
«Ustedes, los que viven en esta época, son como los niños que se sientan a jugar en las plazas, y gritan a otros niños:
“Tocamos la flauta,
pero ustedes no bailaron.
Cantamos canciones tristes,
pero ustedes no lloraron.”
33 »Porque Juan el Bautista ayunaba y no bebía vino, y ustedes decían que tenía un demonio. 34 Luego, vine yo, el Hijo del hombre, que como y bebo, y ustedes dicen que soy un glotón y un borracho; que soy amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma.[a] 35 Pero recuerden que la sabiduría de Dios se prueba por sus resultados.»
Simón el fariseo
36 Un fariseo llamado Simón invitó a Jesús a comer en su casa. Jesús aceptó y se sentó a la mesa.[b]
37 Una mujer de mala fama,[c] que vivía en aquel pueblo, supo que Jesús estaba comiendo en casa de Simón. Tomó entonces un frasco de perfume muy fino, y fue a ver a Jesús.
38 La mujer entró y se arrodilló detrás[d] de Jesús, y tanto lloraba que sus lágrimas caían sobre los pies de Jesús. Después le secó los pies con sus propios cabellos, se los besó y les puso el perfume que llevaba.
39 Al ver esto, Simón pensó: «Si de veras este hombre fuera profeta, sabría que lo está tocando una mujer de mala fama.»
40 Jesús dijo:
—Simón, tengo algo que decirte.
—Te escucho, Maestro —dijo él.
41 Jesús le puso este ejemplo:
—Dos hombres le debían dinero a alguien. Uno de ellos le debía quinientas monedas de plata, y el otro sólo cincuenta. 42 Como ninguno de los dos tenía con qué pagar, ese hombre les perdonó a los dos la deuda. ¿Qué opinas tú? ¿Cuál de los dos estará más agradecido con ese hombre?
43 Simón contestó:
—El que le debía más.
—¡Muy bien! —dijo Jesús.
44 Luego Jesús miró a la mujer y le dijo a Simón:
—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, tú no me diste agua para lavarme los pies. Ella, en cambio, me los ha lavado con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 Tú no me saludaste con un beso. Ella, en cambio, desde que llegué a tu casa no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no me pusiste aceite sobre la cabeza. Ella, en cambio, me ha perfumado los pies. 47 Me ama mucho porque sabe que sus muchos pecados ya están perdonados. En cambio, al que se le perdonan pocos pecados, ama poco.
48 Después Jesús le dijo a la mujer: «Tus pecados están perdonados.»
49 Los otros invitados comenzaron a preguntarse: «¿Cómo se atreve éste a perdonar pecados?»
50 Pero Jesús le dijo a la mujer: «Tú confías en mí, y por eso te has salvado. Vete tranquila.»
Footnotes
- Lucas 7:34 En aquel tiempo, los judíos consideraban traidores a los cobradores de impuestos.
- Lucas 7:36 Se sentó a la mesa: En aquella época, la gente acostumbraba recostarse apoyándose sobre el codo izquierdo, mientras comía con la mano derecha. Las mesas tenían patas muy cortas.
- Lucas 7:37 De mala fama: lit. pecadora. Es muy probable que esta mujer haya sido una prostituta.
- Lucas 7:38 Detrás: Como las mesas tenían patas muy cortas (véase nota a v. 36), la mujer pudo arrodillarse detrás de Jesús.
Lucas 7
Nueva Versión Internacional
La fe del centurión(A)
7 Cuando terminó de hablar al pueblo, Jesús entró en Capernaúm. 2 Había allí un centurión cuyo siervo, a quien él estimaba mucho, estaba enfermo, a punto de morir. 3 Como oyó hablar de Jesús, el centurión mandó a unos líderes religiosos de los judíos a pedirle que fuera a sanar a su siervo. 4 Cuando llegaron ante Jesús, rogaron con insistencia:
—Este hombre merece que le concedas lo que te pide: 5 aprecia tanto a nuestra nación que nos ha construido una sinagoga.
6 Así que Jesús fue con ellos. No estaba lejos de la casa cuando el centurión mandó unos amigos a decirle:
—Señor, no te tomes tanta molestia, pues no merezco que entres bajo mi techo. 7 Por eso ni siquiera me atreví a presentarme ante ti. Pero con una sola palabra que digas, quedará sano mi siervo. 8 Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores y, además, tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno “ve” y va; y al otro, “ven” y viene. Le digo a mi siervo “haz esto” y lo hace.
9 Al oírlo, Jesús se asombró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, comentó:
—Les digo que ni siquiera en Israel he encontrado una fe tan grande.
10 Al regresar a casa, los enviados encontraron sano al siervo.
Jesús resucita al hijo de una viuda
11 Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. 12 Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. 13 Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo:
—No llores.
14 Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo:
—Joven, ¡te ordeno que te levantes!
15 El que había estado muerto se incorporó y comenzó a hablar; luego Jesús se lo entregó a su madre. 16 Todos se llenaron de temor y alababan a Dios.
—Ha surgido entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de[a] su pueblo.
17 Así que esta noticia acerca de Jesús se divulgó por toda Judea[b] y por todas las regiones vecinas.
Jesús y Juan el Bautista(B)
18 Los discípulos de Juan le contaron todo esto. Él llamó a dos de ellos 19 y los envió al Señor a preguntarle:
—¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?
20 Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron:
—Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”.
21 En ese mismo momento Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, además dio la vista a muchos ciegos. 22 Entonces respondió a los enviados:
—Vayan y cuéntenle a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen alguna enfermedad en su piel son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas noticias. 23 Dichoso el que no tropieza por causa mía.
24 Cuando se fueron los enviados, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salieron a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Si no, ¿qué salieron a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que se visten ostentosamente y llevan una vida de lujo están en los palacios reales. 26 Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿A un profeta? Sí, les digo, y más que profeta. 27 Este es de quien está escrito:
»“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti,
el cual preparará tu camino”.[c]
28 Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él».
29 Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los recaudadores de impuestos, reconocieron que el camino de Dios era justo y fueron bautizados con el bautismo de Juan. 30 Pero los fariseos y los expertos en la Ley no se hicieron bautizar por Juan, rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos.[d]
31 «Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos? 32 Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros:
»“Tocamos la flauta
y ustedes no bailaron;
cantamos por los muertos
y ustedes no lloraron”.
33 Porque vino Juan el Bautista que no comía pan ni bebía vino y ustedes dicen: “Tiene un demonio”. 34 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y ustedes dicen: “Este es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”. 35 Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen».[e]
Una mujer pecadora unge a Jesús
36 Uno de los fariseos invitó a Jesús a comer, así que fue a la casa del fariseo y se sentó a la mesa.[f] 37 Ahora bien, vivía en aquel pueblo una mujer que tenía fama de pecadora. Cuando ella se enteró de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de alabastro lleno de perfume. 38 Llorando, se arrojó a los pies de Jesús,[g] de manera que se los bañaba en lágrimas. Luego se los secó con los cabellos; también se los besaba y se los ungía con el perfume.
39 Al ver esto, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la que lo está tocando y qué clase de mujer es: una pecadora».
40 Entonces Jesús dijo a manera de respuesta:
—Simón, tengo algo que decirte.
—Dime, Maestro —respondió.
41 —Dos hombres debían dinero a cierto prestamista. Uno debía quinientas monedas de plata[h] y el otro, cincuenta. 42 Como no tenían con qué pagarle, el prestamista perdonó la deuda a los dos. Ahora bien, ¿cuál de los dos lo amará más?
43 —Supongo que aquel a quien más le perdonó —contestó Simón.
—Has juzgado bien —dijo Jesús.
44 Luego se volvió hacia la mujer y dijo a Simón:
—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. 45 Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume. 47 Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.
48 Entonces le dijo Jesús a ella:
—Tus pecados quedan perdonados.
49 Los otros invitados comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es este que hasta perdona pecados?».
50 —Tu fe te ha salvado —dijo Jesús a la mujer—; vete en paz.
Footnotes
- 7:16 ha venido en ayuda de. Lit. ha visitado a.
- 7:17 Judea. Alt. la tierra de los judíos.
- 7:27 Mal 3:1.
- 7:29-30 Algunos intérpretes piensan que estos versículos forman parte del discurso de Jesús.
- 7:35 queda … siguen. Lit. ha sido justificada por todos sus hijos.
- 7:36 se sentó a la mesa. Lit. se recostó.
- 7:38 se arrojó a los pies de Jesús. Lit. se puso detrás junto a sus pies; es decir, detrás del recostadero.
- 7:41 quinientas monedas de plata. Lit. quinientos denarios.
Luke 7
New American Bible (Revised Edition)
Chapter 7
The Healing of a Centurion’s Slave.(A) 1 [a]When he had finished all his words to the people, he entered Capernaum.[b] 2 A centurion[c] there had a slave who was ill and about to die, and he was valuable to him. 3 When he heard about Jesus, he sent elders of the Jews to him, asking him to come and save the life of his slave. 4 They approached Jesus and strongly urged him to come, saying, “He deserves to have you do this for him, 5 for he loves our nation and he built the synagogue for us.” 6 And Jesus went with them, but when he was only a short distance from the house, the centurion sent friends to tell him, “Lord, do not trouble yourself, for I am not worthy to have you enter under my roof.[d] 7 Therefore, I did not consider myself worthy to come to you; but say the word and let my servant be healed. 8 For I too am a person subject to authority, with soldiers subject to me. And I say to one, ‘Go,’ and he goes; and to another, ‘Come here,’ and he comes; and to my slave, ‘Do this,’ and he does it.” 9 When Jesus heard this he was amazed at him and, turning, said to the crowd following him, “I tell you, not even in Israel have I found such faith.” 10 When the messengers returned to the house, they found the slave in good health.
Raising of the Widow’s Son.[e] 11 (B)Soon afterward he journeyed to a city called Nain, and his disciples and a large crowd accompanied him. 12 As he drew near to the gate of the city, a man who had died was being carried out, the only son of his mother, and she was a widow. A large crowd from the city was with her.(C) 13 When the Lord saw her, he was moved with pity for her and said to her, “Do not weep.” 14 He stepped forward and touched the coffin; at this the bearers halted, and he said, “Young man, I tell you, arise!” 15 The dead man sat up and began to speak, and Jesus gave him to his mother.(D) 16 Fear seized them all, and they glorified God, exclaiming, “A great prophet has arisen in our midst,” and “God has visited his people.”(E) 17 This report about him spread through the whole of Judea and in all the surrounding region.
The Messengers from John the Baptist.[f] 18 (F)The disciples of John told him about all these things. John summoned two of his disciples 19 and sent them to the Lord to ask, “Are you the one who is to come, or should we look for another?”(G) 20 When the men came to him, they said, “John the Baptist has sent us to you to ask, ‘Are you the one who is to come, or should we look for another?’” 21 At that time he cured many of their diseases, sufferings, and evil spirits; he also granted sight to many who were blind. 22 And he said to them in reply, “Go and tell John what you have seen and heard: the blind regain their sight, the lame walk, lepers are cleansed, the deaf hear, the dead are raised, the poor have the good news proclaimed to them.(H) 23 And blessed is the one who takes no offense at me.”[g]
Jesus’ Testimony to John. 24 [h]When the messengers of John had left, Jesus began to speak to the crowds about John.(I) “What did you go out to the desert to see—a reed swayed by the wind? 25 Then what did you go out to see? Someone dressed in fine garments? Those who dress luxuriously and live sumptuously are found in royal palaces. 26 Then what did you go out to see? A prophet? Yes, I tell you, and more than a prophet.(J) 27 This is the one about whom scripture says:
‘Behold, I am sending my messenger ahead of you,
he will prepare your way before you.’(K)
28 I tell you, among those born of women, no one is greater than John; yet the least in the kingdom of God is greater than he.” 29 (L)(All the people who listened, including the tax collectors, and who were baptized with the baptism of John, acknowledged the righteousness of God; 30 but the Pharisees and scholars of the law, who were not baptized by him, rejected the plan of God for themselves.)
31 [i]“Then to what shall I compare the people of this generation? What are they like?(M) 32 They are like children who sit in the marketplace and call to one another,
‘We played the flute for you, but you did not dance.
We sang a dirge, but you did not weep.’
33 For John the Baptist came neither eating food nor drinking wine, and you said, ‘He is possessed by a demon.’ 34 The Son of Man came eating and drinking and you said, ‘Look, he is a glutton and a drunkard, a friend of tax collectors and sinners.’(N) 35 But wisdom is vindicated by all her children.”
The Pardon of the Sinful Woman.[j] 36 (O)A Pharisee invited him to dine with him, and he entered the Pharisee’s house and reclined at table.[k] 37 Now there was a sinful woman in the city who learned that he was at table in the house of the Pharisee.(P) Bringing an alabaster flask of ointment,(Q) 38 she stood behind him at his feet weeping and began to bathe his feet with her tears. Then she wiped them with her hair, kissed them, and anointed them with the ointment. 39 When the Pharisee who had invited him saw this he said to himself, “If this man were a prophet, he would know who and what sort of woman this is who is touching him, that she is a sinner.” 40 Jesus said to him in reply, “Simon, I have something to say to you.” “Tell me, teacher,” he said. 41 “Two people were in debt to a certain creditor; one owed five hundred days’ wages[l] and the other owed fifty. 42 Since they were unable to repay the debt, he forgave it for both. Which of them will love him more?” 43 Simon said in reply, “The one, I suppose, whose larger debt was forgiven.” He said to him, “You have judged rightly.” 44 Then he turned to the woman and said to Simon, “Do you see this woman? When I entered your house, you did not give me water for my feet, but she has bathed them with her tears and wiped them with her hair. 45 You did not give me a kiss, but she has not ceased kissing my feet since the time I entered. 46 You did not anoint my head with oil, but she anointed my feet with ointment. 47 So I tell you, her many sins have been forgiven; hence, she has shown great love.[m] But the one to whom little is forgiven, loves little.” 48 He said to her, “Your sins are forgiven.”(R) 49 The others at table said to themselves, “Who is this who even forgives sins?”(S) 50 But he said to the woman, “Your faith has saved you; go in peace.”
Footnotes
- 7:1–8:3 The episodes in this section present a series of reactions to the Galilean ministry of Jesus and reflect some of Luke’s particular interests: the faith of a Gentile (Lk 7:1–10); the prophet Jesus’ concern for a widowed mother (Lk 7:11–17); the ministry of Jesus directed to the afflicted and unfortunate of Is 61:1 (Lk 7:18–23); the relation between John and Jesus and their role in God’s plan for salvation (Lk 7:24–35); a forgiven sinner’s manifestation of love (Lk 7:36–50); the association of women with the ministry of Jesus (Lk 8:1–3).
- 7:1–10 This story about the faith of the centurion, a Gentile who cherishes the Jewish nation (Lk 7:5), prepares for the story in Acts of the conversion by Peter of the Roman centurion Cornelius who is similarly described as one who is generous to the Jewish nation (Acts 10:2). See also Acts 10:34–35 in the speech of Peter: “God shows no partiality…whoever fears him and acts righteously is acceptable to him.” See also notes on Mt 8:5–13 and Jn 4:43–54.
- 7:2 A centurion: see note on Mt 8:5.
- 7:6 I am not worthy to have you enter under my roof: to enter the house of a Gentile was considered unclean for a Jew; cf. Acts 10:28.
- 7:11–17 In the previous incident Jesus’ power was displayed for a Gentile whose servant was dying; in this episode it is displayed toward a widowed mother whose only son has already died. Jesus’ power over death prepares for his reply to John’s disciples in Lk 7:22: “the dead are raised.” This resuscitation in alluding to the prophet Elijah’s resurrection of the only son of a widow of Zarephath (1 Kgs 7:8–24) leads to the reaction of the crowd: “A great prophet has arisen in our midst” (Lk 7:16).
- 7:18–23 In answer to John’s question, Are you the one who is to come?—a probable reference to the return of the fiery prophet of reform, Elijah, “before the day of the Lord comes, the great and terrible day” (Mal 3:23)—Jesus responds that his role is rather to bring the blessings spoken of in Is 61:1 to the oppressed and neglected of society (Lk 7:22; cf. Lk 4:18).
- 7:23 Blessed is the one who takes no offense at me: this beatitude is pronounced on the person who recognizes Jesus’ true identity in spite of previous expectations of what “the one who is to come” would be like.
- 7:24–30 In his testimony to John, Jesus reveals his understanding of the relationship between them: John is the precursor of Jesus (Lk 7:27); John is the messenger spoken of in Mal 3:1 who in Mal 3:23 is identified as Elijah. Taken with the previous episode, it can be seen that Jesus identifies John as precisely the person John envisioned Jesus to be: the Elijah who prepares the way for the coming of the day of the Lord.
- 7:31–35 See note on Mt 11:16–19.
- 7:36–50 In this story of the pardoning of the sinful woman Luke presents two different reactions to the ministry of Jesus. A Pharisee, suspecting Jesus to be a prophet, invites Jesus to a festive banquet in his house, but the Pharisee’s self-righteousness leads to little forgiveness by God and consequently little love shown toward Jesus. The sinful woman, on the other hand, manifests a faith in God (Lk 7:50) that has led her to seek forgiveness for her sins, and because so much was forgiven, she now overwhelms Jesus with her display of love; cf. the similar contrast in attitudes in Lk 18:9–14. The whole episode is a powerful lesson on the relation between forgiveness and love.
- 7:36 Reclined at table: the normal posture of guests at a banquet. Other oriental banquet customs alluded to in this story include the reception by the host with a kiss (Lk 7:45), washing the feet of the guests (Lk 7:44), and the anointing of the guests’ heads (Lk 7:46).
- 7:41 Days’ wages: one denarius is the normal daily wage of a laborer.
- 7:47 Her many sins have been forgiven; hence, she has shown great love: literally, “her many sins have been forgiven, seeing that she has loved much.” That the woman’s sins have been forgiven is attested by the great love she shows toward Jesus. Her love is the consequence of her forgiveness. This is also the meaning demanded by the parable in Lk 7:41–43.
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