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Ellos fueron a hablar con Jesús, y con mucha insistencia le rogaron: «Este hombre merece que le concedas lo que pide, pues ama a nuestra nación y nos ha construido una sinagoga.» Jesús se fue con ellos, y ya estaban cerca de la casa cuando el centurión envió a unos amigos suyos, para que le dijeran: «Señor, no te molestes. Yo no soy digno de que entres en mi casa.

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