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Jesús sana al criado de un oficial romano(A)

Cuando Jesús terminó de hablar a la gente, se fue a Cafarnaúm. Vivía allí un capitán romano que tenía un criado al que estimaba mucho, el cual estaba enfermo y a punto de morir. Cuando el capitán oyó hablar de Jesús, mandó a unos ancianos de los judíos a rogarle que fuera a sanar a su criado. Ellos se presentaron a Jesús y le rogaron mucho, diciendo:

—Este capitán merece que lo ayudes, porque ama a nuestra nación y él mismo hizo construir nuestra sinagoga.

Jesús fue con ellos, pero cuando ya estaban cerca de la casa, el capitán mandó unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque yo no merezco que entres en mi casa; por eso, ni siquiera me atreví a ir en persona a buscarte. Solamente da la orden, para que sane mi criado. Porque yo mismo estoy bajo órdenes superiores, y a la vez tengo soldados bajo mi mando. Cuando le digo a uno de ellos que vaya, va; cuando le digo a otro que venga, viene; y cuando mando a mi criado que haga algo, lo hace.»

Jesús se quedó admirado al oír esto, y mirando a la gente que lo seguía dijo:

—Les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe como en este hombre.

10 Al regresar a la casa, los enviados encontraron que el criado ya estaba sano.

Jesús resucita al hijo de una viuda

11 Después de esto, Jesús se dirigió a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha gente. 12 Al llegar cerca del pueblo, vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. 13 Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:

—No llores.

14 En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús le dijo al muerto:

—Joven, a ti te digo: ¡Levántate!

15 Entonces el que había estado muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. 16 Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios, diciendo:

—Un gran profeta ha aparecido entre nosotros.

También decían:

—Dios ha venido a ayudar a su pueblo.

17 Y por toda Judea y sus alrededores se supo lo que había hecho Jesús.

Los enviados de Juan el Bautista(B)

18 Juan tuvo noticias de todas estas cosas, pues sus seguidores se las contaron. Llamó a dos de ellos 19 y los envió al Señor, a preguntarle si él era de veras el que había de venir o si debían esperar a otro. 20 Los enviados de Juan se acercaron, pues, a Jesús y le dijeron:

—Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si tú eres el que ha de venir, o si debemos esperar a otro.

21 En aquel mismo momento Jesús curó a muchas personas de sus enfermedades y sufrimientos, y de los espíritus malignos, y dio la vista a muchos ciegos. 22 Luego les contestó:

—Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se les anuncia la buena noticia. 23 ¡Y dichoso aquel que no pierda su fe en mí!

24 Cuando los enviados de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar a la gente acerca de Juan, diciendo: «¿Qué salieron ustedes a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25 Y si no, ¿qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con ropas lujosas? Ustedes saben que los que se visten lujosamente y viven en placeres, están en las casas de los reyes. 26 En fin, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Sí, de veras, y uno que es mucho más que profeta. 27 Juan es aquel de quien dice la Escritura:

“Yo envío mi mensajero delante de ti,
para que te prepare el camino.”

28 Les digo que, entre todos los hombres, ninguno ha sido más grande que Juan; y, sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él.»

29 Todos los que oyeron a Juan, incluso los que cobraban impuestos para Roma, se hicieron bautizar por él, cumpliendo así las justas exigencias de Dios; 30 pero los fariseos y los maestros de la ley no se hicieron bautizar por Juan, despreciando de este modo lo que Dios había querido hacer en favor de ellos.

31 «¿A qué compararé la gente de este tiempo? ¿A qué se parece? 32 Se parece a los niños que se sientan a jugar en la plaza y gritan a sus compañeros: “Tocamos la flauta, pero ustedes no bailaron; cantamos canciones tristes, pero ustedes no lloraron.” 33 Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y ustedes dicen que tiene un demonio. 34 Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y ustedes dicen que es glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma. 35 Pero la sabiduría de Dios se demuestra por todos sus resultados.»

Jesús en casa de Simón el fariseo

36 Un fariseo invitó a Jesús a comer, y Jesús fue a su casa. Estaba sentado a la mesa, 37 cuando una mujer de mala vida, que vivía en el mismo pueblo y que supo que Jesús había ido a comer a casa del fariseo, llegó con un frasco de alabastro lleno de perfume. 38 Llorando, se puso junto a los pies de Jesús y comenzó a bañarlos con lágrimas. Luego los secó con sus cabellos, los besó y derramó sobre ellos el perfume. 39 El fariseo que había invitado a Jesús, al ver esto, pensó: «Si este hombre fuera de veras un profeta, se daría cuenta de qué clase de persona es ésta que lo está tocando: una mujer de mala vida.» 40 Entonces Jesús le dijo al fariseo:

—Simón, tengo algo que decirte.

El fariseo contestó:

—Dímelo, Maestro.

41 Jesús siguió:

—Dos hombres le debían dinero a un prestamista. Uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42 y como no le podían pagar, el prestamista les perdonó la deuda a los dos. Ahora dime, ¿cuál de ellos le amará más?

43 Simón le contestó:

—Me parece que el hombre a quien más le perdonó.

Jesús le dijo:

—Tienes razón.

44 Entonces, mirando a la mujer, Jesús dijo a Simón:

—¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. 45 No me saludaste con un beso, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 No me pusiste ungüento en la cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. 47 Por esto te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; pero la persona a quien poco se le perdona, poco amor muestra.

48 Luego dijo a la mujer:

—Tus pecados te son perdonados.

49 Los otros invitados que estaban allí, comenzaron a preguntarse:

—¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?

50 Pero Jesús añadió, dirigiéndose a la mujer:

—Por tu fe has sido salvada; vete tranquila.

Jesús envía a los discípulos a anunciar el reino de Dios(A)

Jesús reunió a sus doce discípulos, y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Les dijo:

—No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni ropa de repuesto. En cualquier casa donde lleguen, quédense hasta que se vayan del lugar. Y si en algún pueblo no los quieren recibir, salgan de él y sacúdanse el polvo de los pies, para que les sirva a ellos de advertencia.

Salieron ellos, pues, y fueron por todas las aldeas, anunciando la buena noticia y sanando enfermos.

Incertidumbre de Herodes(B)

El rey Herodes oyó hablar de todo lo que sucedía; y no sabía qué pensar, porque unos decían que Juan había resucitado, otros decían que había aparecido el profeta Elías, y otros decían que era alguno de los antiguos profetas, que había resucitado. Pero Herodes dijo:

—Yo mismo mandé que le cortaran la cabeza a Juan. ¿Quién será entonces este, de quien oigo contar tantas cosas?

Por eso Herodes procuraba ver a Jesús.

Jesús da de comer a una multitud(C)

10 Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús lo que habían hecho. Él, tomándolos aparte, los llevó a un pueblo llamado Betsaida. 11 Pero cuando la gente lo supo, lo siguieron; y Jesús los recibió, les habló del reino de Dios y sanó a los enfermos.

12 Cuando ya comenzaba a hacerse tarde, se acercaron a Jesús los doce discípulos y le dijeron:

—Despide a la gente, para que vayan a descansar y a buscar comida por las aldeas y los campos cercanos, porque en este lugar no hay nada.

13 Jesús les dijo:

—Denles ustedes de comer.

Ellos contestaron:

—No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente.

14 Pues eran unos cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos:

—Háganlos sentarse en grupos como de cincuenta.

15 Ellos obedecieron e hicieron sentar a todos. 16 Luego Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados y, mirando al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y se los dio a sus discípulos para que los repartieran entre la gente. 17 La gente comió hasta quedar satisfecha, y recogieron en doce canastos los pedazos sobrantes.

Pedro declara que Jesús es el Mesías(D)

18 Un día en que Jesús estaba orando solo, y sus discípulos estaban con él, les preguntó:

—¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Ellos contestaron:

—Algunos dicen que eres Juan el Bautista, otros dicen que eres Elías, y otros dicen que eres uno de los antiguos profetas, que ha resucitado.

20 —Y ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó.

Y Pedro le respondió:

—Eres el Mesías de Dios.

Jesús anuncia su muerte(E)

21 Pero Jesús les encargó mucho que no dijeran esto a nadie. 22 Y les dijo:

—El Hijo del hombre tendrá que sufrir mucho, y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.

23 Después les dijo a todos:

—Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. 24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la salvará. 25 ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se destruye a sí mismo? 26 Pues si alguno se avergüenza de mí y de mi mensaje, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria y con la gloria de su Padre y de los santos ángeles. 27 Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.

La transfiguración de Jesús(F)

28 Unos ocho días después de esta conversación, Jesús subió a un cerro a orar, acompañado de Pedro, Santiago y Juan. 29 Mientras oraba, el aspecto de su cara cambió, y su ropa se volvió muy blanca y brillante; 30 y aparecieron dos hombres conversando con él. Eran Moisés y Elías, 31 que estaban rodeados de un resplandor glorioso y hablaban de la partida de Jesús de este mundo, que iba a tener lugar en Jerusalén. 32 Aunque Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. 33 Cuando aquellos hombres se separaban ya de Jesús, Pedro le dijo:

—Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Vamos a hacer tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pero Pedro no sabía lo que decía. 34 Mientras hablaba, una nube se posó sobre ellos, y al verse dentro de la nube tuvieron miedo. 35 Entonces de la nube salió una voz, que dijo: «Éste es mi Hijo, mi elegido: escúchenlo.»

36 Cuando se escuchó esa voz, Jesús quedó solo. Pero ellos mantuvieron esto en secreto y en aquel tiempo a nadie dijeron nada de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho que tenía un espíritu impuro(G)

37 Al día siguiente, cuando bajaron del cerro, una gran multitud salió al encuentro de Jesús. 38 Y un hombre de entre la gente le dijo con voz fuerte:

—Maestro, por favor, mira a mi hijo, que es el único que tengo; 39 un espíritu lo agarra, y hace que grite y que le den ataques y que eche espuma por la boca. Lo maltrata y no lo quiere soltar. 40 He rogado a tus discípulos que le saquen ese espíritu, pero no han podido.

41 Jesús contestó:

—¡Oh gente sin fe y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Trae acá a tu hijo.

42 Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo tiró al suelo e hizo que le diera otro ataque; pero Jesús reprendió al espíritu impuro, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. 43 Y todos se quedaron admirados de la grandeza de Dios.

Jesús anuncia por segunda vez su muerte(H)

Mientras todos se maravillaban de lo que Jesús hacía, él dijo a sus discípulos:

44 —Oigan bien esto y no lo olviden: el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

45 Pero ellos no entendían lo que les decía, pues todavía no se les había abierto el entendimiento para comprenderlo; además tenían miedo de pedirle a Jesús que se lo explicara.

¿Quién es el más importante?(I)

46 Por entonces los discípulos comenzaron a discutir quién de ellos sería el más importante. 47 Jesús, al darse cuenta de lo que estaban pensando, tomó a un niño, lo puso junto a él 48 y les dijo:

—El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió. Por eso, el más insignificante entre todos ustedes, ése es el más importante.

El que no está contra nosotros, está a nuestro favor(J)

49 Juan le dijo:

—Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre; y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros.

50 Jesús le contestó:

—No se lo prohíban, porque el que no está contra nosotros, está a nuestro favor.

Jesús reprende a Santiago y a Juan

51 Cuando ya se acercaba el tiempo en que Jesús había de subir al cielo, emprendió con valor su viaje a Jerusalén. 52 Envió por delante mensajeros, que fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; 53 pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque se daban cuenta de que se dirigía a Jerusalén. 54 Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron:

—Señor, ¿quieres que ordenemos que baje fuego del cielo, y que acabe con ellos?

55 Pero Jesús se volvió y los reprendió. 56 Luego se fueron a otra aldea.

Para seguir a Jesús(K)

57 Mientras iban de camino, un hombre le dijo a Jesús:

—Señor, deseo seguirte a dondequiera que vayas.

58 Jesús le contestó:

—Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza.

59 Jesús le dijo a otro:

—Sígueme.

Pero él respondió:

—Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre.

60 Jesús le contestó:

—Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve y anuncia el reino de Dios.

61 Otro le dijo:

—Señor, quiero seguirte, pero primero déjame ir a despedirme de los de mi casa.

62 Jesús le contestó:

—El que pone la mano en el arado y sigue mirando atrás, no sirve para el reino de Dios.

Jesús envía a los setenta y dos

10 Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir.

Les dijo: «Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla. Vayan ustedes; miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven dinero ni provisiones ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie en el camino. Cuando entren en una casa, saluden primero, diciendo: “Paz a esta casa.” Y si allí hay gente de paz, su deseo de paz se cumplirá; pero si no, ustedes nada perderán. Quédense en la misma casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, pues el trabajador tiene derecho a su paga. No anden de casa en casa. Al llegar a un pueblo donde los reciban, coman lo que les sirvan; sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes.” 10 Pero si llegan a un pueblo y no los reciben, salgan a las calles diciendo: 11 “¡Hasta el polvo de su pueblo, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos como protesta contra ustedes! Pero sepan esto, que el reino de Dios ya está cerca de ustedes.” 12 Les digo que en aquel día el castigo para ese pueblo será peor que para la gente de Sodoma.

Reproches contra las ciudades incrédulas(A)

13 »¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre ustedes, ya hace tiempo que se habrían vuelto a Dios, cubiertos de ropas ásperas y sentados en ceniza. 14 Pero en el día del juicio el castigo para ustedes será peor que para la gente de Tiro y Sidón. 15 Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás levantado hasta el cielo? ¡Bajarás hasta lo más hondo del abismo!

16 »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.»

Regreso de los setenta y dos

17 Los setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo:

—¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!

18 Jesús les dijo:

—Sí, pues yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. 19 Yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes, y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño. 20 Pero no se alegren de que los espíritus los obedezcan, sino de que sus nombres ya están escritos en el cielo.

Sólo el Hijo sabe quién es el Padre(B)

21 En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido.

22 »Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer.»

23 Volviéndose a los discípulos, les dijo a ellos solos: «Dichosos quienes vean lo que ustedes están viendo; 24 porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver esto que ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oír esto que ustedes oyen, y no lo oyeron.»

Parábola del buen samaritano

25 Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó:

—Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?

26 Jesús le contestó:

—¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?

27 El maestro de la ley contestó:

—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”; y, “ama a tu prójimo como a ti mismo.”

28 Jesús le dijo:

—Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida.

29 Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús:

—¿Y quién es mi prójimo?

30 Jesús entonces le contestó:

—Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Por casualidad, un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. 32 También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. 33 Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. 34 Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: “Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva.” 36 Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos?

37 El maestro de la ley contestó:

—El que tuvo compasión de él.

Jesús le dijo:

—Pues ve y haz tú lo mismo.

Jesús en casa de Marta y María

38 Jesús siguió su camino y llegó a una aldea, donde una mujer llamada Marta lo hospedó. 39 Marta tenía una hermana llamada María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. 40 Pero Marta, que estaba atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo:

—Señor, ¿no te preocupa nada que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude.

41 Pero Jesús le contestó:

—Marta, Marta, estás preocupada y te inquietas por demasiadas cosas, 42 pero sólo una cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la va a quitar.

La ofrenda de la viuda pobre(A)

21 Jesús estaba viendo a los ricos echar dinero en los cofres de las ofrendas, y vio también a una viuda pobre que echaba dos moneditas de cobre. Entonces dijo:

—De veras les digo que esta viuda pobre ha dado más que todos; pues todos dan ofrendas de lo que les sobra, pero ella, en su pobreza, ha dado todo lo que tenía para vivir.

Jesús anuncia que el templo será destruido(B)

Algunos estaban hablando del templo, de la belleza de sus piedras y de las ofrendas votivas que lo adornaban. Jesús dijo:

—Vendrán días en que de todo esto que ustedes están viendo no quedará ni una piedra sobre otra. Todo será destruido.

Señales antes del fin(C)

Entonces le preguntaron:

—Maestro, ¿cuándo va a ocurrir esto? ¿Cuál será la señal de que estas cosas ya están a punto de suceder?

Jesús contestó:

—Tengan cuidado para no dejarse engañar. Porque vendrán muchos haciéndose pasar por mí. Dirán: “Yo soy”, y “Ahora es el tiempo.” Pero ustedes no los sigan. Y cuando tengan noticias de guerras y revoluciones, no se asusten, pues esto tiene que ocurrir primero; sin embargo, aún no habrá llegado el fin.

10 Siguió diciéndoles:

—Una nación peleará contra otra y un país hará guerra contra otro. 11 Habrá grandes terremotos, y hambres y enfermedades en diferentes lugares, y en el cielo se verán cosas espantosas y grandes señales.

12 »Pero antes de esto, a ustedes les echarán mano y los perseguirán. Los llevarán a juzgar en las sinagogas, los meterán en la cárcel y los presentarán ante reyes y gobernadores por causa mía. 13 Así tendrán oportunidad de dar testimonio de mí. 14 Háganse el propósito de no preparar de antemano su defensa, 15 porque yo les daré palabras tan llenas de sabiduría que ninguno de sus enemigos podrá resistirlos ni contradecirlos en nada. 16 Pero ustedes serán traicionados incluso por sus padres, sus hermanos, sus parientes y sus amigos. A algunos de ustedes los matarán, 17 y todo el mundo los odiará por causa mía; 18 pero no se perderá ni un cabello de su cabeza. 19 ¡Manténganse firmes, para poder salvarse!

20 »Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que pronto será destruida. 21 Entonces, los que estén en Judea, que huyan a las montañas; los que estén en Jerusalén, que salgan de la ciudad, y los que estén en el campo, que no regresen a ella. 22 Porque serán días de castigo, en que se cumplirá todo lo que dicen las Escrituras. 23 ¡Pobres mujeres aquellas que en tales días estén embarazadas o tengan niños de pecho! Porque habrá mucho dolor en el país, y un castigo terrible contra este pueblo. 24 Unos morirán a filo de espada y a otros los llevarán prisioneros por todas las naciones; y los paganos pisotearán a Jerusalén hasta que se cumpla el tiempo que les ha sido señalado.

El regreso del Hijo del hombre(D)

25 »Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra las naciones estarán confusas y se asustarán por el terrible ruido del mar y de las olas. 26 La gente se desmayará de miedo al pensar en lo que va a sucederle al mundo; pues hasta las fuerzas celestiales serán sacudidas. 27 Entonces se verá al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria. 28 Cuando comiencen a suceder estas cosas, anímense y levanten la cabeza, porque muy pronto serán libertados.

29 También les puso esta comparación:

—Fíjense en la higuera, o en cualquier otro árbol. 30 Cuando ven que brotan las hojas, se dan cuenta ustedes de que ya está cerca el verano. 31 De la misma manera, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios ya está cerca.

32 »Les aseguro que todo esto sucederá antes que muera la gente de este tiempo. 33 El cielo y la tierra dejarán de existir, pero mis palabras no dejarán de cumplirse.

34 »Tengan cuidado y no dejen que sus corazones se hagan insensibles por los vicios, las borracheras y las preocupaciones de esta vida, para que aquel día no caiga de pronto sobre ustedes 35 como una trampa. Porque vendrá sobre todos los habitantes de la tierra. 36 Estén ustedes preparados, orando en todo tiempo, para que puedan escapar de todas estas cosas que van a suceder y para que puedan presentarse delante del Hijo del hombre.

37 Jesús enseñaba de día en el templo, y de noche se quedaba en el monte que se llama de los Olivos. 38 Y toda la gente iba temprano al templo a oírlo.

Jesús sana a un enfermo de hidropesía

14 Sucedió que un sábado Jesús fue a comer a casa de un jefe fariseo, y otros fariseos lo estaban espiando. También estaba allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía. Jesús les preguntó a los maestros de la ley y a los fariseos:

—¿Se permite sanar en sábado a un enfermo, o no?

Pero ellos se quedaron callados. Entonces él tomó al enfermo, lo sanó y le dijo que se fuera. Y a los fariseos les dijo:

—¿Quién de ustedes, si su hijo o su buey se cae a un pozo, no lo saca en seguida, aunque sea sábado?

Y no pudieron contestarle nada.

Los invitados a un banquete

Al ver Jesús cómo los invitados escogían los asientos de honor en la mesa, les dio este consejo:

—Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar principal, pues puede llegar otro invitado más importante que tú; y el que los invitó a los dos puede venir a decirte: “Dale tu lugar a este otro.” Entonces tendrás que ir con vergüenza a ocupar el último asiento. 10 Al contrario, cuando te inviten, siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, pásate a un lugar de más honor.” Así recibirás honores delante de los que están sentados contigo a la mesa. 11 Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido.

12 Dijo también al hombre que lo había invitado:

—Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; porque ellos, a su vez, te invitarán, y así quedarás ya recompensado. 13 Al contrario, cuando tú des un banquete, invita a los pobres, los inválidos, los cojos y los ciegos; 14 y serás feliz. Pues ellos no te pueden pagar, pero tú tendrás tu recompensa el día en que los justos resuciten.

La parábola de la gran cena(A)

15 Al oír esto, uno de los que estaban sentados a la mesa le dijo a Jesús:

—¡Dichoso el que participe del banquete del reino de Dios!

16 Jesús le dijo:

—Un hombre dio una gran cena, y mandó invitar a muchas personas. 17 A la hora de la cena mandó a su criado a decir a los invitados: “Vengan, porque ya la cena está lista.” 18 Pero todos comenzaron a disculparse. El primero dijo: “Acabo de comprar un terreno, y tengo que ir a verlo. Te ruego que me disculpes.” 19 Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlas. Te ruego que me disculpes.” 20 Y otro dijo: “Acabo de casarme, y no puedo ir.” 21 El criado regresó y se lo contó todo a su amo. Entonces el amo se enojó, y le dijo al criado: “Ve pronto por las calles y los callejones de la ciudad, y trae acá a los pobres, los inválidos, los ciegos y los cojos.” 22 Más tarde, el criado dijo: “Señor, ya hice lo que usted me mandó, y todavía hay lugar.” 23 Entonces el amo le dijo al criado: “Ve por los caminos y los cercados, y obliga a otros a entrar, para que se llene mi casa. 24 Porque les digo que ninguno de aquellos primeros invitados comerá de mi cena.”

Lo que cuesta seguir a Cristo(B)

25 Mucha gente seguía a Jesús; y él se volvió y dijo: 26 «Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun más que a sí mismo, no puede ser mi discípulo. 27 Y el que no toma su propia cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. 28 Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿acaso no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? 29 De otra manera, si pone los cimientos y después no puede terminarla, todos los que lo vean comenzarán a burlarse de él, 30 diciendo: “Este hombre empezó a construir, pero no pudo terminar.” 31 O si algún rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a quien va a atacarlo con veinte mil? 32 Y si no puede hacerle frente, cuando el otro rey esté todavía lejos, le mandará mensajeros a pedir la paz. 33 Así pues, cualquiera de ustedes que no deje todo lo que tiene, no puede ser mi discípulo.

Cuando la sal deja de estar salada(C)

34 »La sal es buena; pero si deja de estar salada, ¿cómo volverá a ser útil? 35 No sirve ni para la tierra ni para el montón de abono. Simplemente, se la tira. Los que tienen oídos, oigan.»