Lucas 18-21
Reina-Valera 1995
Parábola de la viuda y el juez injusto
18 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar, 2 diciendo: «Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: “Hazme justicia de mi adversario.” 4 Él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: “Aunque ni temo a Dios ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo me agote la paciencia.”»
6 Y dijo el Señor: «Oíd lo que dijo el juez injusto. 7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? 8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿hallará fe en la tierra?»
Parábola del fariseo y el publicano
9 A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10 «Dos hombres subieron al Templo a orar: uno era fariseo y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: “Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, diezmo de todo lo que gano.” 13 Pero el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador.” 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro, porque cualquiera que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.»
Jesús bendice a los niños(A)
15 Traían a él niños para que los tocara. Al verlo los discípulos, los reprendieron. 16 Pero Jesús, llamándolos, dijo:
—Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. 17 De cierto os digo que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El joven rico(B)
18 Un dignatario le preguntó, diciendo:
—Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
19 Jesús le dijo:
—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. 20 Los mandamientos sabes: “No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.”
21 Él dijo:
—Todo esto lo he guardado desde mi juventud.
22 Al oír esto, Jesús le dijo:
—Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste porque era muy rico. 24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo:
—¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 25 Porque es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.
26 Los que oyeron esto dijeron:
—¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Él les dijo:
—Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.
28 Entonces Pedro dijo:
—Pues nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
29 Y él les dijo:
—De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o padres o hermanos o mujer o hijos, por el reino de Dios, 30 que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.
Jesús anuncia por tercera vez su muerte(C)
31 Tomando Jesús a los doce, les dijo:
—Cuando lleguemos a Jerusalén se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del hombre, 32 pues será entregado a los gentiles, se burlarán de él, lo insultarán y le escupirán. 33 Y después que lo hayan azotado, lo matarán; pero al tercer día resucitará.
34 Sin embargo, ellos nada comprendieron de estas cosas, porque esta palabra les era encubierta y no entendían lo que se les decía.
Un ciego de Jericó recibe la vista(D)
35 Aconteció que, acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando, 36 y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Le dijeron que pasaba Jesús nazareno. 38 Entonces gritó, diciendo:
—¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
39 Los que iban delante lo reprendían para que callara; pero él gritaba aún más fuerte:
—¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
40 Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerlo a su presencia. Cuando llegó, le preguntó, 41 diciendo:
—¿Qué quieres que te haga?
Y él dijo:
—Señor, que reciba la vista.
42 Jesús le dijo:
—Recíbela, tu fe te ha salvado.
43 Al instante recobró la vista, y lo seguía glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios.
Jesús y Zaqueo
19 Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. 2 Y sucedió que un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, 3 procuraba ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. 4 Y, corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo, porque había de pasar por allí. 5 Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba lo vio, y le dijo:
—Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que me hospede en tu casa.
6 Entonces él descendió aprisa y lo recibió gozoso. 7 Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a hospedarse en casa de un hombre pecador. 8 Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor:
—Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, se lo devuelvo cuadruplicado.
9 Jesús le dijo:
—Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham, 10 porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Parábola de las diez minas
11 Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente.
12 Dijo, pues: «Un hombre noble se fue a un país lejano para recibir un reino y volver. 13 Llamó antes a diez siervos suyos, les dio diez minas y les dijo: “Negociad entre tanto que regreso.” 14 Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron tras él una embajada, diciendo: “No queremos que éste reine sobre nosotros.”
15 »Aconteció que, al regresar él después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. 16 Se presentó el primero, diciendo: “Señor, tu mina ha ganado diez minas.” 17 Él le dijo: “Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.” 18 Llegó otro, diciendo: “Señor, tu mina ha producido cinco minas.” 19 También a éste dijo: “Tú también sé sobre cinco ciudades.”
20 »Se presentó otro, diciendo: “Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo, 21 porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo que tomas lo que no pusiste y siegas lo que no sembraste.” 22 Entonces él le dijo: “Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo soy hombre severo que tomo lo que no puse y siego lo que no sembré. 23 ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco para que, al volver, lo hubiera recibido con los intereses?” 24 Y dijo a los que estaban presentes: “Quitadle la mina y dadla al que tiene las diez minas.” 25 Ellos le dijeron: “Señor, tiene diez minas.” 26 “Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. 27 Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinara sobre ellos, traedlos acá y decapitadlos delante de mí.”»
La entrada triunfal en Jerusalén(E)
28 Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén. 29 Al acercarse a Betfagé y a Betania, al monte que se llama de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, 30 diciendo:
—Id a la aldea de enfrente, y al entrar en ella hallaréis un asno atado en el cual ningún hombre ha montado jamás; desatadlo y traedlo. 31 Y si alguien os pregunta: “¿Por qué lo desatáis?” le responderéis así: “Porque el Señor lo necesita.”
32 Fueron los que habían sido enviados y hallaron como les dijo. 33 Cuando desataban el asno, sus dueños les dijeron:
—¿Por qué desatáis el asno?
34 Ellos dijeron:
—Porque el Señor lo necesita.
35 Lo trajeron a Jesús; y habiendo echado sus mantos sobre el asno, subieron a Jesús encima. 36 Y a su paso tendían sus mantos por el camino. 37 Cuando ya se acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, gozándose, comenzó a alabar a Dios a grandes voces por todas las maravillas que habían visto. 38 Decían:
—¡Bendito el Rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!
39 Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron:
—Maestro, reprende a tus discípulos.
40 Él, respondiendo, les dijo:
—Os digo que si estos callaran las piedras clamarían.
41 Cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró por ella, 42 diciendo:
—¡Si también tú conocieras, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Pero ahora está encubierto a tus ojos. 43 Vendrán días sobre ti cuando tus enemigos te rodearán con cerca, te sitiarán y por todas partes te estrecharán; 44 te derribarán a tierra y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.
Purificación del Templo(F)
45 Entrando en el Templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, 46 diciéndoles:
—Escrito está: “Mi casa es casa de oración”, pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
47 Enseñaba cada día en el Templo; pero los principales sacerdotes, los escribas y los altos dignatarios del pueblo procuraban matarlo. 48 Pero no hallaban nada que pudieran hacerle, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.
La autoridad de Jesús(G)
20 Sucedió un día que, enseñando Jesús al pueblo en el Templo y anunciando el evangelio, llegaron los principales sacerdotes y los escribas, con los ancianos, 2 y le hablaron diciendo:
—Dinos ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿o quién es el que te ha dado esta autoridad?
3 Respondiendo Jesús, les dijo:
—Os haré yo también una pregunta. Respondedme: 4 El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres?
5 Entonces ellos discutían entre sí, diciendo:
—Si decimos “del cielo”, dirá: “¿Por qué, pues, no le creísteis?” 6 Y si decimos “de los hombres”, todo el pueblo nos apedreará, porque están persuadidos de que Juan era profeta.
7 Respondieron que no sabían de dónde era. 8 Entonces Jesús les dijo:
—Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas.
Los labradores malvados(H)
9 Comenzó luego a decir al pueblo esta parábola: «Un hombre plantó una viña, la arrendó a labradores y se ausentó por mucho tiempo. 10 A su tiempo envió un siervo a los labradores para que le dieran del fruto de la viña, pero los labradores lo golpearon y lo enviaron con las manos vacías. 11 Volvió a enviar otro siervo; pero ellos a éste también golpearon, insultaron y enviaron con las manos vacías. 12 Volvió a enviar un tercer siervo; pero ellos también a éste echaron fuera, herido.
13 »Entonces el señor de la viña dijo: “¿Qué haré? Enviaré a mi hijo amado; quizás, cuando lo vean a él, le tendrán respeto.” 14 Pero los labradores, al verlo, discutían entre sí, diciendo: “Éste es el heredero; venid, matémoslo para que la heredad sea nuestra.” 15 Lo echaron fuera de la viña y lo mataron. ¿Qué, pues, les hará el señor de la viña? 16 Irá, destruirá a estos labradores y dará su viña a otros.»
Cuando ellos oyeron esto, dijeron:
—¡Dios nos libre!
17 Pero él, mirándolos, dijo:
—¿Qué, pues, es lo que está escrito?:
»“La piedra que desecharon los edificadores
ha venido a ser cabeza del ángulo.”
18 »Todo el que caiga sobre aquella piedra, será quebrantado; pero sobre quien ella caiga, lo desmenuzará.
La cuestión del tributo(I)
19 En aquella hora, los principales sacerdotes y los escribas procuraban echarle mano, porque comprendieron que contra ellos había dicho esta parábola; pero temían al pueblo.
20 Y, acechándolo, enviaron espías que simularan ser justos, a fin de sorprenderlo en alguna palabra, para entregarlo al poder y autoridad del gobernador. 21 Le preguntaron, diciendo:
—Maestro, sabemos que dices y enseñas rectamente, y que no haces acepción de persona, sino que enseñas el camino de Dios con verdad. 22 ¿Nos es lícito dar tributo a César, o no?
23 Pero él, comprendiendo la astucia de ellos, les dijo:
—¿Por qué me tentáis? 24 Mostradme la moneda. ¿De quién es la imagen y la inscripción?
Respondiendo dijeron:
—De César.
25 Entonces les dijo:
—Pues dad a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.
26 Y no pudieron sorprenderlo en palabra alguna delante del pueblo, sino que, maravillados de su respuesta, callaron.
La pregunta sobre la resurrección(J)
27 Se acercaron entonces algunos de los saduceos, los cuales niegan que haya resurrección, y le preguntaron, 28 diciendo:
—Maestro, Moisés nos escribió: “Si el hermano de alguno muere teniendo mujer y no deja hijos, que su hermano se case con ella y levante descendencia a su hermano.” 29 Hubo, pues, siete hermanos: el primero tomó esposa y murió sin hijos. 30 Y la tomó el segundo, el cual también murió sin hijos. 31 La tomó el tercero, y así todos los siete, y murieron sin dejar descendencia. 32 Finalmente murió también la mujer. 33 En la resurrección, pues, ¿de cuál de ellos será mujer, ya que los siete la tuvieron por mujer?
34 Entonces respondiendo Jesús, les dijo:
—Los hijos de este siglo se casan y se dan en casamiento, 35 pero los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos, ni se casan ni se dan en casamiento, 36 porque ya no pueden morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección. 37 Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, 38 porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
39 Respondiéndole algunos de los escribas, dijeron:
—Maestro, bien has dicho.
40 Y no osaron preguntarle nada más.
¿De quién es hijo el Cristo?(K)
41 Entonces él les dijo:
—¿Cómo dicen que el Cristo es hijo de David?, 42 pues el mismo David dice en el libro de los Salmos:
»“Dijo el Señor a mi Señor:
‘Siéntate a mi diestra,
43 hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.’”
44 »David, pues, lo llama Señor; ¿cómo entonces es su hijo?
Jesús acusa a los escribas(L)
45 Oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos:
46 —Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, aman las salutaciones en las plazas, las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en las cenas; 47 que devoran las casas de las viudas y, por pretexto, hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.
La ofrenda de la viuda(M)
21 Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. 2 Vio también a una viuda muy pobre que echaba allí dos blancas. 3 Y dijo:
—En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos, 4 pues todos aquellos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
Jesús predice la destrucción del Templo(N)
5 A unos que hablaban de que el Templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo:
6 —En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida.
Señales antes del fin(O)
7 Le preguntaron, diciendo:
—Maestro, ¿cuándo será esto? ¿y qué señal habrá cuando estas cosas estén para suceder?
8 Él entonces dijo:
—Mirad que no seáis engañados, porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: “Yo soy el Cristo” y: “El tiempo está cerca.” Pero no vayáis en pos de ellos. 9 Cuando oigáis de guerras y de revueltas, no os alarméis, porque es necesario que estas cosas acontezcan primero; pero el fin no será inmediatamente.
10 Entonces añadió:
—Se levantará nación contra nación y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos y, en diferentes lugares, hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo.
12 »Pero antes de todas estas cosas os echarán mano, os perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las cárceles, y seréis llevados ante reyes y ante gobernadores por causa de mi nombre. 13 Pero esto os será ocasión para dar testimonio. 14 Proponeos en vuestros corazones no pensar antes cómo habréis de responder en vuestra defensa, 15 porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan. 16 Seréis entregados aun por vuestros padres, hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros. 17 Seréis odiados por todos por causa de mi nombre, 18 pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. 19 Con vuestra paciencia ganaréis vuestras almas.
20 »Pero cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado. 21 Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; y los que estén en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos no entren en ella, 22 porque éstos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas. 23 Pero ¡ay de las que estén encinta y de las que críen en aquellos días!, porque habrá gran calamidad en la tierra e ira sobre este pueblo. 24 Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones, y Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
La venida del Hijo del hombre(P)
25 »Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas. 26 Los hombres quedarán sin aliento por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra, porque las potencias de los cielos serán conmovidas. 27 Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria. 28 Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.
29 También les dijo una parábola: «Mirad la higuera y todos los árboles. 30 Cuando veis que ya brotan, sabéis por vosotros mismos que el verano está cerca. 31 Así también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.
32 »De cierto os digo que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34 »Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día, 35 porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de la tierra. 36 Velad, pues, orando en todo tiempo que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del hombre.»
37 De día enseñaba en el Templo y por la noche salía y se quedaba en el monte que se llama de los Olivos. 38 Y todo el pueblo acudía a él por la mañana para oírlo en el Templo.
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