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Los setenta y dos enviados (Mt 9,37)

10 Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a todos los pueblos y lugares a donde él pensaba ir. Les dijo:

— La mies es mucha, pero son pocos los obreros. Por eso, pídanle al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Póngase en marcha! Yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero, zurrón, ni calzado; y no se detengan tampoco a saludar a nadie en el camino. Cuando entren en alguna casa, digan primero: “Paz a esta casa”. Si los que viven allí son gente de paz, la paz del saludo quedará con ellos; si no lo son, la paz se volverá a ustedes. Quédense en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan, porque el que trabaja tiene derecho a su salario. No vayan de casa en casa. Cuando lleguen a un pueblo donde los reciban con agrado, coman lo que les ofrezcan. Curen a los enfermos que haya en él y anuncien: “El reino de Dios está cerca de ustedes”. 10 Pero si entran en un pueblo donde se nieguen a recibirlos, recorran sus calles diciendo: 11 “¡Hasta el polvo de este pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos contra ustedes! Sin embargo, sepan que el reino de Dios ya está cerca”. 12 Les digo que, en el día del juicio, los habitantes de Sodoma serán tratados con más clemencia que los de ese pueblo.

Lamento por las ciudades rebeldes (Mt 10,40; 11,20-24)

13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran realizado los milagros que se han realizado en medio de ustedes, ya hace mucho tiempo que sus habitantes se habrían convertido y lo habrían demostrado llevando luto y ceniza. 14 Por eso, Tiro y Sidón serán tratados en el juicio con más clemencia que ustedes.

15 Y tú, Cafarnaún, ¿crees que vas a ser encumbrada hasta el cielo? ¡Hasta el abismo, serás precipitada! 16 El que los escuche a ustedes, es como si me escuchara a mí; el que los rechaze a ustedes, es como si me rechazara a mí; y el que me rechace a mí, es como si rechazara al que me envió.

Regreso de los setenta y dos enviados

17 Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo:

— ¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre!

18 Jesús les contestó:

— He visto a Satanás que caía del cielo como un rayo. 19 Les he dado a ustedes autoridad para que pisoteen las serpientes, los escorpiones y todo el poder del enemigo, sin que nada ni nadie pueda dañarlos. 20 Pero, aun así, no se alegren tanto de que los espíritus malignos los obedezcan como de que los nombres de ustedes estén escritos en el cielo.

Alegría de Jesús (Mt 11,25-27; 13,16-17)

21 En aquel mismo momento, el Espíritu Santo llenó de alegría a Jesús, que dijo:

— Padre, Señor del cielo y de la tierra, te alabo porque has ocultado todo esto a los sabios y entendidos y se lo has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así lo has querido tú. 22 Mi Padre lo ha puesto todo en mis manos y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera revelárselo.

23 Luego se volvió hacia sus discípulos y les dijo aparte:

— ¡Felices los que puedan ver todo lo que ustedes están viendo! 24 Les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes están viendo, y no lo vieron; y oír lo que ustedes están oyendo, y no lo oyeron.

El mandamiento más importante (Mt 22,35-39; Mc 12,28-31)

25 Por entonces, un doctor de la ley, queriendo poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:

— Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?

26 Jesús le contestó:

— ¿Qué está escrito en la ley de Moisés? ¿Qué lees allí?

27 Él respondió:

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia; y a tu prójimo como a ti mismo.

28 Jesús le dijo:

— Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.

Parábola del buen samaritano

29 Pero el maestro de la ley, para justificar su pregunta, insistió:

— ¿Y quién es mi prójimo?

30 Jesús le dijo:

— Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos ladrones, que le robaron cuanto llevaba, lo hirieron gravemente y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Casualmente bajaba por aquel mismo camino un sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo. 32 Y del mismo modo, un levita, al llegar a aquel lugar, vio al herido, pero también pasó de largo. 33 Finalmente, un samaritano que iba de camino llegó junto al herido y, al verlo, se sintió conmovido. 34 Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas, lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. 35 Al día siguiente, antes de reanudar el viaje, el samaritano dio dos denarios al posadero y le dijo: “Cuida bien a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi vuelta”. 36 Pues bien, ¿cuál de estos tres hombres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?

37 El maestro de la ley contestó:

— El que tuvo compasión de él.

Y Jesús le replicó:

— Pues vete y haz tú lo mismo.

Jesús visita a Marta y María

38 Mientras seguían el camino, Jesús entró en una aldea, donde una mujer llamada Marta le dio alojamiento. 39 Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. 40 Marta, en cambio, andaba atareada con los quehaceres domésticos, por lo que se acercó a Jesús y le dijo:

— Señor, ¿te parece bien que mi hermana me deje sola con todo el trabajo de la casa? Por favor, dile que me ayude.

41 El Señor le contestó:

— Marta, Marta, andas angustiada y preocupada por muchas cosas. 42 Sin embargo, una sola es necesaria. María ha elegido la mejor parte y nadie se la arrebatará.

Jesús envía a setenta y dos discípulos

10 Después, Jesús eligió a setenta y dos discípulos, y los envió en grupos de dos en dos a los pueblos y lugares por donde él iba a pasar. Jesús les dijo:

«Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciar las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente. Y ahora, vayan; pero tengan cuidado, porque yo los envío como quien manda corderos a una cueva de lobos.

»No lleven dinero, ni mochila ni zapatos, ni se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando lleguen a alguna casa, saluden a todos los que vivan allí, deseándoles que les vaya bien. Si la gente merece el bien, el deseo de ustedes se cumplirá; pero si no lo merece, no se cumplirá su deseo. No anden de casa en casa. Quédense con una sola familia, y coman y beban lo que allí les den, porque el trabajador merece que le paguen.

»Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les sirvan, sanen a los enfermos, y díganles que el reino de Dios ya está cerca. 10 Pero si entran en un pueblo y no los reciben bien, salgan a la calle y grítenles: 11 “No tenemos nada que ver con ustedes. Por eso, hasta el polvo de su pueblo lo sacudimos de nuestros pies. Pero sepan esto: ya está cerca el reino de Dios”. 12 Les aseguro que, en el día del juicio, Dios castigará más duramente a la gente de ese pueblo que a la de Sodoma.»

La gente que no cree

13 Jesús también dijo:

«Habitantes del pueblo de Corazín, ¡qué mal les va a ir a ustedes! ¡Y también les va a ir mal a ustedes, los que viven en el pueblo de Betsaida! Si los milagros que hice entre ustedes los hubiera hecho entre los que viven en las ciudades de Tiro y de Sidón, hace tiempo que ellos habrían cambiado su modo de vivir. Se habrían vestido de ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza para mostrar su arrepentimiento. 14 Les aseguro que, en el día del juicio final, ustedes van a recibir un castigo mayor que el de ellos.

15 »Habitantes del pueblo de Cafarnaúm, ¿creen que van a ser bien recibidos en el cielo? No, sino que van a ser enviados a lo más profundo del infierno.»

16 Luego Jesús les dijo a sus discípulos: «Cualquiera que los escuche a ustedes, me escucha a mí. Cualquiera que los rechace, a mí me rechaza; y la persona que me rechaza, rechaza también a Dios, que fue quien me envió.»

Los setenta y dos discípulos regresan

17 Los setenta y dos discípulos que Jesús había enviado regresaron muy contentos, y le dijeron:

—¡Señor, hasta los demonios nos obedecen cuando los reprendemos en tu nombre!

18 Jesús les dijo:

—Yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. 19 Yo les he dado poder para que ni las serpientes ni los escorpiones les hagan daño, y para que derroten a Satanás, su enemigo. 20 Sin embargo, no se alegren de que los malos espíritus los obedezcan. Alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el libro del cielo.

Jesús alaba a Dios

21 En ese mismo momento, el Espíritu Santo hizo que Jesús sintiera mucha alegría. Entonces Jesús dijo:

«Padre mío, que gobiernas el cielo y la tierra, te alabo porque has mostrado estas cosas a los niños y a los que son como ellos. En cambio, no se las mostraste a los que conocen mucho y son sabios, porque así lo has querido, Padre mío.»

22 Luego Jesús le dijo a la gente que estaba con él: «Mi Padre me ha entregado todo, y nadie me conoce mejor que él. Y yo, que soy su Hijo, conozco mejor que nadie a Dios, mi Padre, y elijo a las personas que lo conocerán como yo.»

23 Cuando Jesús se quedó a solas con sus discípulos, les dijo: «Dichosos ustedes, que pueden ver todo lo que sucede ahora. 24 A muchos profetas y reyes les habría gustado ver y oír lo que ustedes ven y oyen ahora, pero no pudieron.»

Un extranjero compasivo

25 Un maestro de la Ley se acercó para ver si Jesús podía responder a una pregunta difícil, y le dijo:

—Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna?

26 Jesús le respondió:

—¿Sabes lo que dicen los libros de la Ley?

27 El maestro de la Ley respondió:

—“Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que vales y con todo lo que eres, y cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo.”

28 —¡Muy bien! —respondió Jesús—. Haz todo eso y tendrás la vida eterna.

29 Pero el maestro de la Ley no quedó satisfecho con la respuesta de Jesús, así que insistió:

—¿Y quién es mi prójimo?

30 Entonces Jesús le puso este ejemplo:

«Un día, un hombre iba de Jerusalén a Jericó. En el camino lo asaltaron unos ladrones y, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto.

31 »Por casualidad, por el mismo camino pasaba un sacerdote judío. Al ver a aquel hombre, el sacerdote se hizo a un lado y siguió su camino. 32 Luego pasó por ese lugar otro judío, que ayudaba en el culto del templo; cuando este otro vio al hombre, se hizo a un lado y siguió su camino.

33 »Pero también pasó por allí un extranjero, de la región de Samaria, y al ver a aquel hombre tirado en el suelo, le tuvo compasión. 34 Se acercó, sanó sus heridas con vino y aceite, y le puso vendas. Lo subió sobre su burro, lo llevó a un pequeño hotel y allí lo cuidó.

35 »Al día siguiente, el extranjero le dio dinero al encargado de la posada y le dijo: “Cuídeme bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, a mi regreso yo le pagaré lo que falte.”»

36 Jesús terminó el relato y le dijo al maestro de la Ley:

—A ver, dime. De los tres hombres que pasaron por el camino, ¿cuál fue el prójimo del que fue maltratado por los ladrones?

37 —El que se preocupó por él y lo cuidó —contestó el maestro de la Ley.

Jesús entonces le dijo:

—Anda y haz tú lo mismo.

Marta y María

38 En su viaje hacia Jerusalén, Jesús y sus discípulos pasaron por un pueblo. Allí, una mujer llamada Marta recibió a Jesús en su casa. 39 En la casa también estaba María, que era hermana de Marta. María se sentó junto a Jesús para escuchar atentamente lo que él decía. 40 Marta, en cambio, estaba ocupada en preparar la comida y en los quehaceres de la casa. Por eso, se acercó a Jesús y le dijo:

—Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola, haciendo todo el trabajo de la casa? Dile que me ayude.

41-42 Pero Jesús le contestó:

—Marta, Marta, ¿por qué te preocupas por tantas cosas? Hay algo más importante. María lo ha elegido, y nadie se lo va a quitar.

10 After these things, the Lord also appointed seventy others and sent them, two by two, before Him into every city and place where He Himself would come.

And He said to them, “The harvest is great, but the laborers are few. Therefore, pray the Lord of the Harvest to send out laborers into His harvest.

“Go your ways. Behold, I send you out as lambs among wolves.

“Carry no money bag, nor sack, nor shoes, and greet no one on the way.

“And into whatever house you enter, say first, ‘Peace to this house.’

“And if a son of peace is there, your peace shall rest upon him. If not, it shall return to you again.

“And remain in that same house, eating and drinking what they give. For the laborer is worthy of his wages. Do not go from house to house.

“But into whatever city you shall enter, if they receive you, eat what is set before you,

“and heal the sick who are there, and say to them, ‘The Kingdom of God has come near to you.’

10 “But in whatever city you enter, if they will not receive you, go out into the streets of that city, and say,

11 “‘Even the very dust of your city, which clings to us, we wipe off against you. Nevertheless, know this: that the Kingdom of God has come near to you.’

12 “For I say to you that it shall be easier on that Day for those of Sodom, than for that city.

13 “Woe to you, Chorazin! Woe to you, Bethsaida! For if the miracles which have been done in you had been done in Tyre and Sidon, they would have repented long ago, sitting in sackcloth and ashes.

14 “Therefore it shall be easier for Tyre and Sidon at the Judgment than for you.

15 “And you, Capernaum, who is exalted to Heaven, shall be thrust down to Hades.

16 “The one who hears you, hears Me. And the one who despises you, despises Me. And the one who despises Me, despises Him Who sent Me.”

17 And the seventy returned with joy, saying, “Lord, even the demons are subject to us through Your Name!”

18 And He said to them, “I saw Satan fall down, like lightning, from Heaven.

19 “Behold, I give you power to tread on serpents and scorpions, and over all the power of the enemy. And nothing shall hurt you.

20 “Nevertheless, do not rejoice in this: that the spirits obey you. But rather, rejoice because your names are written in Heaven.”

21 That same hour, Jesus rejoiced in the Spirit, and said, “I confess to You, Father, Lord of Heaven and Earth, that You have hidden these things from the wise and understanding and have revealed them to infants. Yes, Father, because it so pleased You.

22 “All things are given to Me by My Father. And no one knows Who the Son is, except the Father; nor Who the Father is, except the Son and him to whom the Son wishes to reveal Him.”

23 And He turned to His disciples, and said secretly, “Blessed are the eyes that see what you see.

24 “For I tell you that many prophets and kings have desired to see those things which you see and have not seen them; and to hear those things which you hear, and have not heard them.”

25 Then behold, a certain lawyer stood up and tempted Him, saying, “Master, what shall I do to inherit eternal life?”

26 And He said to him, “What is written in the Law? How do you read it?”

27 And he answered and said, “You shall love your Lord God with all your heart, and with all your soul, and with all your strength, and with all your thought, and your neighbor as yourself.”

28 Then He said to him, “You have answered right. Do this, and you shall live.”

29 But he, wishing to justify himself, said to Jesus, “Who, then, is my neighbor?”

30 And Jesus answered, and said, “A certain man went down from Jerusalem to Jericho and fell among thieves. And they robbed him of his clothes and wounded him and departed, leaving him half-dead.

31 “Now by chance, a certain priest came down that same way. And when he saw him, he passed by on the other side.

32 “And likewise, a Levite, when he had come near the place, went and looked, and passed by on the other side.

33 “Then a certain Samaritan, as he journeyed, came near him. And when he saw him, he had compassion on him.

34 “And he went to him and bound up his wounds and poured in oil and wine. And he put him on his own beast and brought him to an Inn and made provision for him.

35 “And the next day, when he departed, he took out two denarii, and gave them to the host, and said to him, ‘Take care of him. And whatever more you spend I will repay when I return.’

36 “Now, which of these three do you think was a neighbor to him who fell among the thieves?”

37 And he said, “The one who showed mercy on him.” Then Jesus said to him, “Go, and do likewise.”

38 Now it happened that as they went, He entered into a certain town. And a certain woman named Martha received Him into her house.

39 And she had a sister called Mary, who also sat at Jesus’ feet, and heard His preaching.

40 But Martha was distracted by much serving. And she came to Him, and said, “Master, do You not care that my sister has left me to serve alone? Therefore, command her to help me.”

41 And Jesus answered, and said to her, “Martha, Martha. You are anxious and troubled about many things.

42 “But one thing is needed, Mary has chosen the good part, which shall not be taken away from her.”