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Mujeres que acompañan a Jesús

Más tarde, Jesús andaba recorriendo pueblos y aldeas, proclamando la buena noticia del reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres a quienes había liberado de espíritus malignos y de otras enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que Jesús había hecho salir siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y muchas otras. Todas ellas ayudaban con sus propios recursos a Jesús y sus discípulos.

Parábola del sembrador (Mt 13,1-17; Mc 4,1-9)

En cierta ocasión, habiéndose reunido mucha gente que acudía a Jesús procedente de todos los pueblos, les contó esta parábola:

— Un sembrador salió a sembrar su semilla. Al lanzar la semilla, una parte cayó al borde del camino, donde fue pisoteada y los pájaros se la comieron. Otra parte cayó sobre piedras y, apenas brotó, se secó porque no tenía humedad. Otra parte de la semilla cayó en medio de los cardos, y los cardos, al crecer juntamente con ella, la sofocaron. Otra parte, en fin, cayó en tierra fértil, y brotó y dio fruto al ciento por uno.

Dicho esto, Jesús añadió:

— Quien pueda entender esto, que lo entienda.

Los discípulos le preguntaron por el significado de esta parábola. 10 Jesús les contestó:

— A vosotros, Dios os permite conocer los secretos de su reino, pero a los demás les hablo por medio de parábolas, para que, aunque miren, no vean, y aunque escuchen, no entiendan.

Explicación de la parábola (Mt 13,18-23; Mc 4,13-20)

11 Este es el significado de la parábola: La semilla es el mensaje de Dios. 12 La parte que cayó al borde del camino representa a aquellos que oyen el mensaje, pero llega el diablo y se lo arrebata del corazón para que no crean y se salven. 13 La semilla que cayó sobre piedras representa a los que escuchan el mensaje y lo reciben con alegría; pero son tan superficiales que, aunque de momento creen, en cuanto llegan las dificultades abandonan. 14 La semilla que cayó entre los cardos representa a los que escuchan el mensaje, pero preocupados sólo por los problemas, las riquezas y los placeres de esta vida, se desentienden y no llegan a dar fruto. 15 Por último, la semilla que cayó en tierra fértil representa a los que oyen el mensaje con una disposición acogedora y recta, lo guardan con corazón noble y bueno, y dan fruto por su constancia.

El ejemplo de la lámpara (Mt 5,15; 10,26; 13,12; Mc 4,21-25)

16 Nadie enciende una lámpara y la tapa con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la pone en el candelero para que alumbre a todos los que entren en la casa. 17 Pues nada hay escondido que no haya de ser descubierto, ni hay nada hecho en secreto que no haya de conocerse y salir a la luz.

18 Prestad mucha atención, porque al que tenga algo, aun se le dará más; pero al que no tenga nada, hasta lo que crea tener se le quitará.

La verdadera familia de Jesús (Mt 12,46-50; Mc 3,31-35)

19 En cierta ocasión fueron a ver a Jesús su madre y sus hermanos; pero se había reunido tanta gente que no podían llegar hasta él. 20 Alguien le pasó aviso:

— Tu madre y tus hermanos están ahí fuera, y quieren verte.

21 Jesús contestó:

— Mi madre y mis hermanos son todos los que escuchan el mensaje de Dios y lo ponen en práctica.

Jesús apacigua una tempestad (Mt 8,23-27; Mc 4,35-41)

22 Un día, subió Jesús a una barca, junto con sus discípulos, y les dijo:

— Vamos a la otra orilla.

Y se adentraron en el lago. 23 Mientras navegaban, Jesús se quedó dormido. De pronto, una tormenta huracanada se desencadenó sobre el lago. Como la barca se llenaba de agua y corrían grave peligro, 24 los discípulos se acercaron a Jesús y lo despertaron, diciendo:

— ¡Maestro, Maestro, que estamos a punto de perecer!

Entonces Jesús, incorporándose, increpó al viento y al oleaje; estos se apaciguaron en seguida y el lago quedó en calma. 25 Después dijo Jesús a los discípulos:

— ¿Dónde está vuestra fe?

Pero ellos, llenos de miedo y asombro, se preguntaban unos a otros:

— ¿Quién es este, que da órdenes a los vientos y al agua y lo obedecen?

Curación del endemoniado geraseno (Mt 8,28-34; Mc 5,1-20)

26 Después de esto arribaron a la región de Gerasa que está frente a Galilea. 27 En cuanto Jesús saltó a tierra, salió a su encuentro un hombre procedente de la ciudad. Estaba poseído por demonios, y desde hacía bastante tiempo andaba desnudo y no vivía en su casa, sino en el cementerio. 28 Al ver a Jesús, se puso de rodillas delante de él gritando con todas sus fuerzas:

— ¡Déjame en paz, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! ¡Te suplico que no me atormentes!

29 Es que Jesús había ordenado al espíritu impuro que saliera de aquel hombre, pues muchas veces le provocaba violentos arrebatos; y a pesar de que habían intentado sujetarlo con cadenas y grilletes, él rompía las ataduras y se escapaba a lugares desiertos empujado por el demonio. 30 Jesús le preguntó:

— ¿Cómo te llamas?

Él le contestó:

— Me llamo “Legión”.

Porque eran muchos los demonios que habían entrado en él. 31 Y rogaban a Jesús que no los mandara volver al abismo. 32 Había allí una considerable piara de cerdos paciendo por el monte; los demonios rogaron a Jesús que les permitiera entrar en los cerdos; y Jesús se lo permitió. 33 Entonces los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos. Al instante, la piara se lanzó pendiente abajo hasta el lago, donde los cerdos se ahogaron.

34 Cuando los porquerizos vieron lo sucedido, salieron huyendo y lo contaron en la ciudad y en sus alrededores. 35 La gente fue allá a ver lo que había pasado y, cuando llegaron adonde se encontraba Jesús, hallaron sentado a sus pies al hombre del que había expulsado los demonios, que ahora estaba vestido y en su cabal juicio. Todos se llenaron de miedo. 36 Los testigos del hecho les contaron cómo había sido salvado el poseído por el demonio. 37 Y toda la gente que habitaba en la región de Gerasa rogaba a Jesús que se apartara de ellos, porque el pánico los dominaba.

Jesús, entonces, subió de nuevo a la barca y emprendió el regreso. 38 El hombre del que había expulsado los demonios le rogaba que le permitiera acompañarlo; pero Jesús lo despidió, diciéndole:

39 — Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo.

El hombre se marchó y fue proclamando por toda la ciudad lo que Jesús había hecho con él.

La hija de Jairo. La mujer enferma (Mt 9,18-26; Mc 5,21-43)

40 Cuando Jesús regresó, la gente lo recibió con alegría, pues todo el mundo estaba esperándolo. 41 En esto llegó un hombre llamado Jairo, jefe de la sinagoga, el cual se postró a los pies de Jesús rogándole que fuera a su casa 42 porque su única hija, de unos doce años de edad, estaba muriéndose. Mientras Jesús se dirigía allá, la gente se apiñaba a su alrededor.

43 Entonces, una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años y que había gastado toda su fortuna en médicos, sin lograr que ninguno la curase, 44 se acercó a Jesús por detrás y le tocó el borde del manto. En aquel mismo instante se detuvo su hemorragia. 45 Jesús preguntó:

— ¿Quién me ha tocado?

Todos negaban haberlo hecho, y Pedro le dijo:

— Maestro, es la gente que te rodea y casi te aplasta.

46 Pero Jesús insistió:

— Alguien me ha tocado, porque he sentido que un poder [curativo] salía de mí.

47 Al ver la mujer que no podía ocultarse, fue temblando a arrodillarse a los pies de Jesús y, en presencia de todos, declaró por qué lo había tocado y cómo había quedado curada instantáneamente. 48 Jesús le dijo:

— Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

49 Aún estaba hablando Jesús, cuando llegó uno de casa del jefe de la sinagoga a decirle a este:

— Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.

50 Pero Jesús, que lo había oído, le dijo a Jairo:

— No tengas miedo. ¡Sólo ten fe, y ella se salvará!

51 Fueron, pues, a la casa, y Jesús entró, sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Juan, Santiago y los padres de la niña. 52 Todos estaban llorando y haciendo duelo por la muerte de la niña. Jesús les dijo:

— No lloréis, pues no está muerta; está dormida.

53 Pero todos se burlaban de Jesús porque sabían que la niña había muerto. 54 Jesús, tomándola de la mano, exclamó:

— ¡Muchacha, levántate!

55 Y el espíritu volvió a la niña, que al instante se levantó. Y Jesús ordenó que le dieran de comer. 56 Los padres se quedaron atónitos, pero Jesús les encargó que no contaran a nadie lo que había sucedido.

Mujeres que sirven a Jesús

Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.(A)

Parábola del sembrador

(Mt. 13.1-15,18-23; Mr. 4.1-20)

Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.

Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola? 10 Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.(B) 11 Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12 Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. 13 Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero estos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. 14 La que cayó entre espinos, estos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. 15 Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.

Nada oculto que no haya de ser manifestado

(Mr. 4.21-25)

16 Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero(C) para que los que entran vean la luz. 17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.(D) 18 Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.(E)

La madre y los hermanos de Jesús

(Mt. 12.46-50; Mr. 3.31-35)

19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. 20 Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. 21 Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

Jesús calma la tempestad

(Mt. 8.23-27; Mr. 4.35-41)

22 Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. 23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban. 24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. 25 Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es este, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

El endemoniado gadareno

(Mt. 8.28-34; Mr. 5.1-20)

26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. 27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros. 28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes. 29 (Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.) 30 Y le preguntó Jesús, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él. 31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo. 32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso. 33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.

34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos. 35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. 36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió. 38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo: 39 Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.

La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús

(Mt. 9.18-26; Mr. 5.21-43)

40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo; porque todos le esperaban. 41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; 42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo.

Y mientras iba, la multitud le oprimía. 43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, 44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? 46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. 47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.

49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. 50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva. 51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña. 52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme. 53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. 54 Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate. 55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer. 56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.