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Pues bien, el que se haya hecho culpable de alguna de estas cosas, confesará su pecado y, como ofrenda de purificación por el pecado cometido, presentará al Señor una hembra de sus rebaños: una oveja o una cabra. De esta manera el sacerdote hará expiación por el pecado de esa persona. El que no tenga suficiente para una res de ganado menor, traerá al Señor como ofrenda de purificación por el pecado cometido dos tórtolas o dos pichones, el uno para ofrenda de purificación, y el otro para holocausto.

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