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Deshizo todo el poderío de Israel cuando dio rienda suelta a su cólera. No nos protegió más cuando el enemigo llegó a atacarnos. El Señor acaba con Israel por todos lados como si fuera un incendio fuera de control.

Ha atacado como si fuera un guerrero enemigo, dando muerte con sus flechas a nuestros muchachos más valiosos del país. Como el fuego que destruye una tienda valiosa, así derramó su enojo contra Jerusalén.

El Señor ha tratado a Israel como a un enemigo, destruyéndolo. Ha derribado sus torres de defensa y sus palacios. Ha traído llanto y tristeza sin fin a la capital de Judá.

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