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Destruyó el Señor, no perdonó;
destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob,
y derribó las fortalezas de Judá:
humilló al reino y a sus príncipes.

Cortó con el ardor de su ira todo el poderío de Israel,
retiró de él su diestra frente al enemigo
y se encendió en Jacob como llama de fuego que devora alrededor.

Tensó su arco como un enemigo, afirmó su mano derecha como un adversario,
y destruyó cuanto era hermoso.
En la tienda de la hija de Sión derramó como fuego su enojo.

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