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El enojo de Dios por el pecado

En su enojo el Señor
    cubrió de sombras a la bella Jerusalén.[a]
La más hermosa de las ciudades de Israel yace en el polvo,
    derrumbada desde las alturas del cielo.
En su día de gran enojo
    el Señor no mostró misericordia ni siquiera con su templo.[b]

El Señor ha destruido sin misericordia
    todas las casas en Israel.[c]
En su enojo derribó
    las murallas protectoras de la bella Jerusalén.[d]
Las derrumbó hasta el suelo
    y deshonró al reino y a sus gobernantes.

Toda la fuerza de Israel
    desaparece ante su ira feroz.
El Señor ha retirado su protección
    durante el ataque del enemigo.
Él consume toda la tierra de Israel
    como un fuego ardiente.

Tensa el arco contra su pueblo
    como si él fuera su enemigo.
Utiliza su fuerza contra ellos
    para matar a sus mejores jóvenes.
Su furia se derrama como fuego
    sobre la bella Jerusalén.[e]

Así es, el Señor venció a Israel
    como lo hace un enemigo.
Destruyó sus palacios
    y demolió sus fortalezas.
Causó dolor y llanto interminable
    sobre la bella Jerusalén.

Derribó su templo
    como si fuera apenas una choza en el jardín.
El Señor ha borrado todo recuerdo
    de los festivales sagrados y los días de descanso.
Ante su ira feroz,
    reyes y sacerdotes caen juntos.

El Señor rechazó su propio altar;
    desprecia su propio santuario.
Entregó los palacios de Jerusalén
    a sus enemigos.
Ellos gritan en el templo del Señor
    como si fuera un día de celebración.

El Señor decidió
    destruir las murallas de la bella Jerusalén.
Hizo cuidadosos planes para su destrucción,
    después los llevó a cabo.
Por eso, los terraplenes y las murallas
    cayeron ante él.

Las puertas de Jerusalén se han hundido en la tierra;
    él rompió sus cerrojos y sus barrotes.
Sus reyes y príncipes fueron desterrados a tierras lejanas;
    su ley dejó de existir.
Sus profetas no reciben
    más visiones de parte del Señor.

10 Los líderes de la bella Jerusalén
    se sientan en el suelo en silencio;
están vestidos de tela áspera
    y se echan polvo sobre la cabeza.
Las jóvenes de Jerusalén
    bajan la cabeza avergonzadas.

11 Lloré hasta que no tuve más lágrimas;
    mi corazón está destrozado.
Mi espíritu se derrama de angustia
    al ver la situación desesperada de mi pueblo.
Los niños y los bebés
    desfallecen y mueren en las calles.

12 Claman a sus madres:
    «¡Necesitamos comida y bebida!».
Sus vidas se extinguen en las calles
    como la de un guerrero herido en la batalla;
intentan respirar para mantenerse vivos
    mientras desfallecen en los brazos de sus madres.

13 ¿Qué puedo decir de ti?
    ¿Quién ha visto alguna vez semejante dolor?
Oh hija de Jerusalén,
    ¿con qué puedo comparar tu angustia?
Oh hija virgen de Sion,
    ¿cómo puedo consolarte?
Pues tu herida es tan profunda como el mar.
    ¿Quién puede sanarte?

14 Tus profetas han declarado
    tantas tonterías; son falsas hasta la médula.
No te salvaron del destierro
    exponiendo a la luz tus pecados.
Más bien, te pintaron cuadros engañosos
    y te llenaron de falsas esperanzas.

15 Todos los que pasan por tu camino te abuchean.
    Insultan a la bella Jerusalén[f] y se burlan de ella diciendo:
«¿Es esta la ciudad llamada “La más bella del mundo”
    y “La alegría de la tierra”?».

16 Todos tus enemigos se burlan de ti;
    se mofan, gruñen y dicen:
«¡Por fin la hemos destruido!
    ¡Hace mucho que esperábamos este día,
    y por fin llegó!».

17 Sin embargo, es el Señor quien hizo exactamente lo que se había propuesto;
    cumplió las promesas de calamidad
    que hizo hace mucho tiempo.
Destruyó a Jerusalén sin misericordia;
    hizo que sus enemigos se regodearan ante ella
    y sobre ella les dio poder.

18 ¡Lloren a viva voz[g] delante del Señor,
    oh murallas de la bella Jerusalén!
Que sus lágrimas corran como un río,
    de día y de noche.
No se den descanso;
    no les den alivio a sus ojos.

19 Levántense durante la noche y clamen.
    Desahoguen el corazón como agua delante del Señor.
Levanten a él sus manos en oración,
    y rueguen por sus hijos
porque en cada calle
    desfallecen de hambre.

20 «¡Oh Señor, piensa en esto!
    ¿Debieras tratar a tu propio pueblo de semejante manera?
¿Habrán de comerse las madres a sus propios hijos,
    a quienes mecieron en sus rodillas?
¿Habrán de ser asesinados los sacerdotes y los profetas
    dentro del templo del Señor?

21 »Mira cómo yacen en las calles,
    jóvenes y viejos,
niños y niñas,
    muertos por la espada del enemigo.
Los mataste en tu enojo;
    los masacraste sin misericordia.

22 »Convocaste a los terrores para que vinieran de todas partes,
    como si los invitaras a un día de fiesta.
En el día del enojo del Señor,
    no escapó ni sobrevivió nadie.
El enemigo mató a todos los niños
    que llevé en mis brazos y crie».

Footnotes

  1. 2:1a En hebreo la hija de Sion; también en 2:8, 10, 18.
  2. 2:1b En hebreo con el estrado de sus pies.
  3. 2:2a En hebreo Jacob; también en 2:3b. Ver nota en 1:17.
  4. 2:2b En hebreo la hija de Judá; también en 2:5.
  5. 2:4 En hebreo sobre la carpa de la hija de Sion.
  6. 2:15 En hebreo la hija de Jerusalén.
  7. 2:18 En hebreo Su corazón lloró.

El castigo de Sión

El Señor, en su furor,
hundió a Sión en profunda oscuridad.
Derribó del cielo la hermosura de Israel;
la hizo caer por tierra;
en el día de su furor
no se acordó del estrado de sus pies.

El Señor destruyó, y no perdonó;
destruyó, en su furor,
todas las tiendas de Jacob;
derribó las fortalezas de la capital de Judá;
humilló al rey y a sus príncipes.

En el ardor de su ira,
puso fin al poderío de Israel;
le retiró su apoyo cuando se enfrentó al enemigo;
se encendió en Jacob un fuego que todo lo devoró.

Cual enemigo, cual adversario,
el Señor tensó su arco;
afirmó su diestra y destruyó todo lo bello;
¡en las calles de la hermosa Sión
cundió su enojo como fuego!

El Señor se volvió nuestro enemigo
y destruyó a Israel;
destruyó todos sus palacios,
derribó sus fortalezas,
y aumentó la tristeza y el lamento de Judá.

Como quien deshace la enramada de un huerto,
dejó en ruinas la sede principal de sus festividades;
en Sión, el Señor echó al olvido
las fiestas y los días de reposo;
en el ardor de su ira
desechó al rey y al sacerdote.

El Señor rechazó su altar,
menospreció su santuario;
dejó caer en manos del enemigo
los muros de sus palacios;
en el templo del Señor éstos vociferan
como si fuera un día de fiesta.

El Señor decidió destruir las murallas
de la bella ciudad de Sión;
con el nivel en la mano,
no desistió de su plan de destrucción;
entre lamentos, el muro y el antemuro
fueron juntamente destruidos.

Las puertas se vinieron abajo
cuando el Señor destruyó sus cerrojos;
esparcidos entre los paganos
se hallan su rey y sus príncipes;
ya no hay ley, ni los profetas reciben visiones del Señor.

10 En la bella Sión, los ancianos se sientan en el suelo;
en silencio y vestidos de luto
se echan polvo sobre la cabeza.
En Jerusalén, las doncellas
inclinan humilladas la cabeza.

11 Mis ojos se inundan en lágrimas,
mis entrañas se conmueven;
mi ánimo rueda por los suelos
al ver destruida a mi amada ciudad,
¡al ver que los niños de pecho
desfallecen por sus calles!

12 A sus madres les preguntan por el trigo y por el vino;
se desploman por las calles, como heridos de muerte,
y en el regazo de sus madres lanzan el último suspiro.

13 ¿Qué te puedo decir, bella Jerusalén?
¿A quién puedo compararte?
¿Comparada con quién podría yo consolarte,
virginal ciudad de Sión?
¡Grande como el mar es tu desgracia!
¿Quién podrá sanarte?

14 Tus profetas te hablaron de visiones falsas e ilusorias;
tu cautiverio pudo haberse impedido,
pero no te señalaron tu pecado;
más bien, te engañaron con visiones sin sentido.

15 Al verte, todos los viandantes aplaudían;
silbaban y movían con sorna la cabeza,
y decían de la ciudad de Jerusalén:
«¿Y ésta es la ciudad de hermosura perfecta,
la que alegraba a toda la tierra?»

16 Todos tus enemigos abrieron la boca contra ti;
rechinando los dientes, decían con sorna:
«¡Acabemos con ella!
¡Éste es el día esperado!
¡Nos ha tocado verlo y vivirlo!»

17 El Señor ha llevado a cabo
lo que había decidido hacer.
Ha cumplido lo que hace mucho tiempo
había decidido hacer.
Destruyó, y no perdonó;
hizo que el enemigo se burlara de ti.
¡El Señor enalteció el poder de tus adversarios!

18 Tus habitantes demandaban la ayuda del Señor.
¡Que tus lágrimas, bella Sión,
corran día y noche como arroyo!
¡No reprimas el llanto de tus ojos!

19 Por la noche, al comenzar las guardias,
¡levántate y grita!
¡Vierte tu corazón, como un torrente,
en la presencia del Señor!
¡Levanta hacia él las manos
y ruega por la vida de tus pequeños,
que desfallecen de hambre
en las esquinas de las calles!

20 Ponte a pensar, Señor:
¿A quién has tratado así?
¿Acaso han de comerse las madres
a sus hijos, fruto de sus entrañas?
¿Acaso dentro de tu santuario
han de asesinar a sacerdotes y profetas?

21 En las calles, por los suelos,
yacen cuerpos de niños y viejos;
mis doncellas y mis jóvenes
han muerto a filo de espada.
¡En el día de tu furor
mataste y degollaste sin misericordia!

22 De todas partes convocaste al terror,
como si convocaras a una fiesta.
En el día de tu furor,
nadie, Señor, pudo escapar con vida.
A los hijos que tuve y mantuve,
el enemigo los aniquiló.

Segundo lamento acróstico[a]

El profeta

¡Pobrecita de ti, Jerusalén!
Cuando Dios se enojó contigo,
derribó tu templo
y acabó con tu belleza.
Ni siquiera se acordó
de tu reino en este mundo.

Ofendido y enojado,
Dios destruyó por completo
todas las casas de Israel.
Derribó las fortalezas de Judá;
quitó al rey de su trono,
y puso en vergüenza a sus capitanes.

Borró Dios nuestro poder
cuando se enojó con nosotros.
Nos enfrentamos al enemigo,
pero Dios nos retiró su ayuda.
¡Todo Israel arde en llamas!
¡Todo lo destruye el fuego!

Rompió en mil pedazos
las casas de Jerusalén,
y acabó con nuestros seres queridos.
Como si fuera nuestro enemigo,
decidió quitarnos la vida;
su enojo fue como un fuego
que nos destruyó por completo.

El llanto por los muertos
se oye por todo Judá.
Dios parece nuestro enemigo,
pues ha acabado con nosotros.
¡Todas sus fortalezas y palacios
han quedado en ruinas!

Como quien derriba una choza,
Dios destruyó su templo.
Ya nadie en Jerusalén celebra
los sábados ni los días de fiesta.
Dio rienda suelta a su enojo
contra el rey y los sacerdotes.

Incitó al ejército enemigo
a conquistar Jerusalén,
y el enemigo gritó en su templo
como si estuviera de fiesta.
¡Dios ha rechazado por completo
su altar y su santuario!

Todos los muros y las rampas
son ahora un montón de escombros.
Dios decidió derribar
el muro que protegía a Jerusalén.
Todo lo tenía planeado;
¡la destruyó sin compasión!

¡Adiós, maestros de la ley!
¡Adiós, profetas!
¡Dios ya no habla con nosotros!
El rey y los capitanes
andan perdidos entre las naciones.
La ciudad quedó desprotegida,
pues Dios derribó sus portones.

10 De luto están vestidos
los ancianos de Jerusalén.
En silencio se sientan en el suelo
y se cubren de ceniza la cabeza.
¡Las jóvenes de Jerusalén
bajan la cabeza llenas de vergüenza!

11 Estoy muy triste y desanimado
porque ha sido destruida mi ciudad.
¡Ya no me quedan lágrimas!
¡Siento que me muero!
Por las calles de Jerusalén
veo morir a los recién nacidos.

12 Tímidamente claman los niños:
«¡Mamá, tengo hambre!»;
luego van cerrando los ojos
y mueren en las calles,
en brazos de su madre.

13 Incomparable eres tú, Jerusalén;
¿Qué más te puedo decir?
¿Qué puedo hacer para consolarte,
bella ciudad de Jerusalén?
Tus heridas son muy profundas;
¿quién podría sanarlas?

14 Jamás te dijeron la verdad;
los profetas te mintieron.
Si no te hubieran engañado,
ahora estarías a salvo.
Pero te hicieron creer en mentiras
y no señalaron tu maldad.

15 «¿En dónde quedó la hermosura
de la bella Jerusalén,
la ciudad más alegre del mundo?»
Eso preguntan al verte
los que pasan por el camino,
y se burlan de tu desgracia.

16 Rabiosos están tus enemigos,
y no dejan de hablar mal de ti.
Gritan en son de victoria:
«¡Llegó el día que habíamos esperado!
¡Hemos acabado con Jerusalén,
y hemos vivido para contarlo!»

17 Una vez, años atrás,
Dios juró que te destruiría,
y ha cumplido su palabra:
te destruyó sin compasión,
y permitió que tus enemigos
te vencieran y te humillaran.

18 Sí, bella Jerusalén,
deja que tus habitantes
se desahoguen ante Dios.
Y tú, no dejes de llorar;
¡da rienda suelta a tu llanto
de día y de noche!

19 Alza la voz y ruega a Dios
por la vida de tus niños,
que por falta de comida
caen muertos por las calles.
Clama a Dios en las noches;
cuéntale cómo te sientes.

Jerusalén

20 Las madres están por comerse
a los hijos que tanto aman.
Los sacerdotes y los profetas
agonizan en tu templo.
Piensa por favor, Dios mío,
¿a quién has tratado así?

21 En tu enojo les quitaste la vida
a los jóvenes y a los ancianos.
Mis muchachos y muchachas
cayeron muertos por las calles
bajo el golpe de la espada;
¡no les tuviste compasión!

22 Nadie quedó con vida
el día que nos castigaste;
fue como una gran fiesta
para el ejército enemigo:
murieron todos mis familiares,
¡nos atacaste por todos lados!

Footnotes

  1. Lamentaciones 2:1 Acróstico: Véase nota en 1.1.

Álef

[a]¡Ay, el Señor cubrió a la hija de Sión
    con la nube de su furor![b]
Desde el cielo echó por tierra
    el esplendor de Israel;
en el día de su ira se olvidó
    del estrado de sus pies.

Bet

Sin compasión el Señor ha devorado
    todas las moradas de Jacob;
en su furor ha derribado
    los baluartes de la hija de Judá
y ha puesto su honra por los suelos,
    al humillar al reino y a sus príncipes.

Guímel

Dio rienda suelta a su furor
    y deshizo todo el poder[c] de Israel.
Nos vimos frente al enemigo
    y el Señor nos negó su ayuda.[d]
Ardió en Jacob como un fuego encendido
    que consumía cuanto le rodeaba.

Dálet

Como enemigo, tensó el arco;
    lista estaba su mano derecha.
Como enemigo, eliminó
    lo placentero a la vista.
Como fuego, derramó su ira
    sobre las tiendas de la hija de Sión.

He

El Señor se porta como enemigo:
    ha devorado a Israel.
Ha devorado todos sus palacios
    y destruido sus baluartes.
Ha multiplicado el luto y los lamentos
    por la hija de Judá.

Vav

Ha destrozado su morada como a un jardín;
    ha derribado su lugar de reunión.
El Señor ha hecho que Sión olvide
    sus fiestas solemnes y sus sábados;
en el ardor de su ira
    rechazó al rey y al sacerdote.

Zayin

El Señor ha rechazado su altar;
    ha abandonado su santuario.
Ha puesto en manos del enemigo
    las murallas de sus palacios.
¡Lanzan gritos en la casa del Señor
    como en día de fiesta!

Jet

El Señor decidió derribar
    la muralla que rodea a la hija de Sión.
Tomó la vara y midió;
    destruyó sin compasión.
Hubo lamentos en rampas y muros;
    todos ellos se derrumbaron.

Tet

Las puertas se han desplomado;
    él rompió por completo sus cerrojos.
Su rey y sus príncipes
    andan entre las naciones;
ya no hay Ley
    y sus profetas no reciben visiones de parte del Señor.

Yod

10 En la hija de Sión los ancianos
    se sientan silenciosos en el suelo;
se echan ceniza sobre la cabeza
    y se visten de luto.
Las jóvenes de Jerusalén
    bajan sus cabezas de vergüenza.

Caf

11 Las lágrimas inundan mis ojos;
    siento una profunda agonía.[e]
Estoy con el ánimo[f] por los suelos
    porque mi pueblo ha sido destruido.
Niños e infantes desfallecen
    por las calles de la ciudad.

Lámed

12 «¿Dónde hay pan y vino?»,
    preguntan a sus madres
mientras caen por las calles
    como heridos de muerte,
mientras en los brazos maternos
    exhalan el último suspiro.

Mem

13 ¿Qué puedo decir de ti,
    hija de Jerusalén?
    ¿A qué te puedo comparar?
¿Qué ejemplo darte como consuelo,
    virginal hija de Sión?
Profundas como el mar son tus heridas.
    ¿Quién podría sanarte?

Nun

14 Tus profetas te anunciaron
    visiones falsas y engañosas.
No denunciaron tu maldad;
    no evitaron tu cautiverio.
Los mensajes que te anunciaban
    eran falsos y engañosos.

Sámej

15 Todos los que pasan por el camino
    aplauden burlones al verte.
Ante ti, hija de Jerusalén, menean sus cabezas
    y entre silbidos preguntan:
«¿Es esta la ciudad llamada perfecta en su hermosura?
    ¿El gozo de toda la tierra?».

Pe

16 Todos tus enemigos abren la boca
    para hablar mal de ti;
rechinando los dientes, declaran burlones:
    «Nos la hemos comido viva.
Llegó el día tan esperado;
    ¡hemos vivido para verlo!».

Ayin

17 El Señor ha llevado a cabo sus planes;
    ha cumplido su palabra,
    que decretó hace mucho tiempo.
Sin piedad, te echó por tierra;
    dejó que el enemigo se burlara de ti,
    y enalteció el poder[g] de tus oponentes.

Tsade

18 El corazón de la gente
    clama al Señor con angustia.
Muralla de la hija de Sión,
    ¡deja que día y noche
    corran tus lágrimas como un río!
¡No te des un momento de descanso!
    ¡No retengas el llanto de tus ojos![h]

Qof

19 Levántate y clama por las noches,
    cuando empiece la vigilancia nocturna.
Deja correr el llanto de tu corazón
    como agua derramada ante el Señor.
Eleva tus manos a Dios en oración
    por la vida de tus hijos,
que desfallecen de hambre
    y quedan tendidos por las calles.

Resh

20 «Mira, Señor, y considera:
    ¿A quién trataste alguna vez así?
¿Habrán de comerse las mujeres
    a sus hijos, fruto de sus entrañas?
¿Habrán de matar a sacerdotes y profetas
    en el santuario del Señor?

Shin

21 »Jóvenes y ancianos por igual
    yacen en el polvo de las calles;
mis jóvenes y mis doncellas
    cayeron a filo de espada.
En tu enojo les quitaste la vida;
    ¡los masacraste sin piedad!

Tav

22 »Como si convocaras a un día de fiesta,
    convocaste contra mí terror de todas partes.
En el día de la ira del Señor
    nadie pudo escapar, nadie quedó con vida.
A mis seres queridos, a los que eduqué,
    los aniquiló el enemigo».

Footnotes

  1. Lm 2 Este capítulo es un poema acróstico, que sigue el orden del alfabeto hebreo.
  2. 2:1 ¡Ay … furor! Alt. ¡Cómo el Señor, en su enojo, / ha tratado con reproches a la hija de Sión!
  3. 2:3 todo el poder. Lit. todo cuerno.
  4. 2:3 nos negó su ayuda. Lit. retiró su mano derecha.
  5. 2:11 siento … agonía. Lit. mis entrañas se agitan.
  6. 2:11 Estoy con el ánimo. Lit. Mi hígado está derramado.
  7. 2:17 poder. Lit. cuerno.
  8. 2:18 no retengas … ojos. Lit. no acalles a la niña de tus ojos.