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Yo soy el que ha experimentado el sufrimiento
    bajo los golpes de la furia del Señor.
Me ha llevado a regiones oscuras,
    me ha hecho andar por caminos sin luz;
una y otra vez, a todas horas,
    descarga su mano sobre mí.

Ha hecho envejecer mi carne y mi piel,
    ha hecho pedazos mis huesos;
ha levantado a mi alrededor
    un cerco de amargura y sufrimientos;
me ha hecho vivir en las sombras,
    como los que murieron hace tiempo.

Me encerró en un cerco sin salida;
    me oprimió con pesadas cadenas;
aunque grité pidiendo ayuda,
    no hizo caso de mis ruegos;
me cerró el paso con muros de piedra,
    ¡cambió el curso de mis senderos!

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19 Recuerdo mi tristeza y soledad,
    mi amargura y sufrimiento;
20 me pongo a pensar en ello
    y el ánimo se me viene abajo.
21 Pero una cosa quiero tener presente
    y poner en ella mi esperanza:

22 El amor del Señor no tiene fin,
    ni se han agotado sus bondades.
23 Cada mañana se renuevan;
    ¡qué grande es su fidelidad!
24 Y me digo: ¡El Señor lo es todo para mí;
    por eso en él confío!

25 El Señor es bueno con los que en él confían,
    con los que a él recurren.
26 Es mejor esperar en silencio
    a que el Señor nos ayude.
27 Es mejor que el hombre se someta
    desde su juventud.

28 El hombre debe quedarse solo y callado
    cuando el Señor se lo impone;
29 debe, humillado, besar el suelo,
    pues tal vez aún haya esperanza;
30 debe ofrecer la mejilla a quien le hiera,
    y recibir el máximo de ofensas.

31 El Señor no ha de abandonarnos
    para siempre.
32 Aunque hace sufrir, también se compadece,
    porque su amor es inmenso.
33 Realmente no le agrada afligir
    ni causar dolor a los hombres.

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52 Sin tener ningún motivo,
    mis enemigos me han cazado como a un ave;
53 me enterraron vivo en un pozo,
    y con una piedra taparon la salida.
54 El agua me ha cubierto por completo,
    y he pensado: «Estoy perdido.»

55 Yo, Señor, invoco tu nombre
    desde lo más profundo del pozo:
56 tú escuchas mi voz,
    y no dejas de atender a mis ruegos.
57 El día que te llamo, vienes a mí,
    y me dices: «No tengas miedo.»

58 Tú me defiendes, Señor, en mi lucha,
    tú rescatas mi vida.
59 Tú ves, Señor, las injusticias que sufro,
    ¡hazme justicia!
60 Tú ves sus deseos de venganza
    y todos los planes que hacen contra mí.

61 Escucha, Señor, sus ofensas
    y todos los planes que hacen contra mí;
62 las habladurías de mis enemigos,
    que a todas horas hablan en contra mía.
63 ¡Mira cómo en todas sus acciones
    soy objeto de sus burlas!

64 Dales, Señor, su merecido,
    dales lo que sus hechos merecen.
65 Enduréceles el entendimiento,
    y pon sobre ellos tu maldición.
66 Persíguelos con furia, Señor,
    ¡haz que desaparezcan de este mundo!

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