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Derrota de Zeba y Zalmuna

Entonces los hombres de Efraín le dijeron: ¿Qué es esto que nos has hecho, al no llamarnos cuando fuiste a pelear contra Madián(A)? Y lo criticaron duramente. Pero él les dijo: ¿Qué he hecho yo ahora en comparación con vosotros? ¿No es mejor el rebusco de Efraín que la vendimia de Abiezer? Dios ha entregado en vuestras manos a los jefes de Madián, Oreb y Zeeb; ¿y qué pude hacer yo en comparación con vosotros? Entonces se aplacó la ira[a] de ellos contra él cuando dijo esto[b].

Gedeón y los trescientos hombres que iban con él llegaron al Jordán y lo cruzaron, cansados, mas continuando la persecución(B). Y dijo a los hombres de Sucot(C): Os ruego que deis pan[c] a la gente que me sigue, porque están cansados, y estoy persiguiendo a Zeba y a Zalmuna, reyes de Madián. Y los jefes de Sucot dijeron: ¿Están ya las manos[d] de Zeba y Zalmuna en tu poder[e], para que demos pan a tu ejército(D)? Y Gedeón respondió: Muy bien[f], cuando el Señor haya entregado en mi mano a Zeba y a Zalmuna(E), trillaré[g] vuestras carnes con espinos del desierto y con abrojos. De allí subió a Peniel(F), y les habló de la misma manera; y los hombres de Peniel le respondieron tal como los de Sucot le habían contestado. Y habló también a los hombres de Peniel, diciendo: Cuando yo vuelva sano y salvo[h], derribaré esta torre(G). 10 Ahora bien, Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y sus ejércitos[i] con ellos, unos quince mil hombres, los que habían quedado de todo el ejército[j] de los hijos del oriente; porque los que habían caído eran ciento veinte mil hombres que sacaban espada(H). 11 Y subió Gedeón por el camino de los que habitaban en tiendas al este de Noba y Jogbeha, y atacó[k] el campamento cuando el campamento estaba desprevenido[l]. 12 Cuando Zeba y Zalmuna huyeron, los persiguió; capturó a los dos reyes de Madián, Zeba y Zalmuna y llenó de terror a todo el ejército[m].

13 Después Gedeón, hijo de Joás, volvió de la batalla por la subida a Heres[n]. 14 Y capturó a un joven de[o] Sucot y lo interrogó. Entonces el joven le dio por escrito los nombres de los príncipes de Sucot y de sus ancianos, setenta y siete hombres. 15 Y fue a los hombres de Sucot y dijo: He aquí a Zeba y a Zalmuna, acerca de los cuales me injuriasteis, diciendo: «¿Están ya las manos[p] de Zeba y Zalmuna en tu mano para que demos pan a tus hombres que están fatigados(I)?». 16 Entonces tomó a los ancianos de la ciudad, y espinos del desierto y abrojos, y con ellos castigó a[q] los hombres de Sucot. 17 Derribó la torre de Peniel(J) y mató a los hombres de la ciudad.

18 Después dijo a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué clase de hombres eran los que matasteis en Tabor? Y ellos respondieron: Eran como tú, cada uno parecía hijo[r] de rey. 19 Y él dijo: Eran mis hermanos, hijos de mi madre. Vive el Señor, que si los hubierais dejado con vida, yo no os quitaría la vida. 20 Y dijo a Jeter su primogénito: Levántate y mátalos. Pero el joven no sacó la espada porque tenía temor, pues todavía era muchacho. 21 Entonces Zeba y Zalmuna dijeron: Levántate tú y cae sobre nosotros; porque como es el hombre, así es su fortaleza[s]. Y se levantó Gedeón y mató a Zeba y a Zalmuna(K), y tomó los adornos de media luna que sus camellos llevaban al cuello(L).

Ultimos años de Gedeón

22 Y los hombres de Israel dijeron a Gedeón: Reina sobre nosotros, tú y tus hijos, y también el hijo de tu hijo, porque nos has librado de la mano de Madián. 23 Pero Gedeón les dijo: No reinaré sobre vosotros, ni tampoco reinará sobre vosotros mi hijo; el Señor reinará sobre vosotros(M). 24 Les dijo también Gedeón: Quisiera pediros[t] que cada uno de vosotros me dé un zarcillo[u] de su botín (pues tenían zarcillos de oro, porque eran ismaelitas(N)). 25 Y ellos dijeron: De cierto te los daremos. Y tendieron un manto, y cada uno de ellos echó allí un zarcillo de su botín. 26 El peso de los zarcillos de oro que él pidió fue de mil setecientos siclos[v] de oro, sin contar los adornos de media luna, los pendientes y los vestidos de púrpura que llevaban los reyes de Madián y sin contar los collares que llevaban sus camellos al cuello. 27 Y Gedeón hizo de ello un efod(O), y lo colocó en Ofra, su ciudad, con el cual todo Israel se prostituyó allí, y esto vino a ser ruina[w] para Gedeón y su casa. 28 Así fue subyugado Madián delante de los hijos de Israel, y ya no volvieron a levantar cabeza. Y el país tuvo descanso por cuarenta años en los días de Gedeón.

29 Entonces Jerobaal(P), hijo de Joás, fue y habitó en su casa. 30 Y tuvo Gedeón setenta hijos(Q) que fueron sus descendientes directos[x], porque tuvo muchas mujeres. 31 La concubina que tenía en Siquem también le dio un hijo, y le puso por nombre Abimelec. 32 Y murió Gedeón, hijo de Joás, a una edad avanzada y fue sepultado en el sepulcro de su padre Joás, en Ofra de los abiezeritas.

33 Y sucedió que al morir Gedeón, los hijos de Israel volvieron a prostituirse con los baales(R) e hicieron a Baal-berit su dios(S). 34 Y los hijos de Israel se olvidaron del Señor su Dios(T) que los había librado de manos de todos sus enemigos en derredor; 35 tampoco mostraron bondad a la casa de Jerobaal(U), es decir, Gedeón, conforme a todo el bien que él había hecho a Israel.

Footnotes

  1. Jueces 8:3 Lit., el espíritu
  2. Jueces 8:3 Lit., esta palabra
  3. Jueces 8:5 Lit., tortas de pan
  4. Jueces 8:6 Lit., ¿Está la palma
  5. Jueces 8:6 Lit., tus manos
  6. Jueces 8:7 Lit., Porque así
  7. Jueces 8:7 U, hollaré
  8. Jueces 8:9 O, en paz
  9. Jueces 8:10 O, campamentos
  10. Jueces 8:10 O, campamento
  11. Jueces 8:11 Lit., e hirió
  12. Jueces 8:11 O, seguro
  13. Jueces 8:12 O, campamento
  14. Jueces 8:13 O, antes de subir el sol
  15. Jueces 8:14 Lit., un joven de los hombres de
  16. Jueces 8:15 Lit., ¿Está la palma
  17. Jueces 8:16 Lit., hizo que conocieran
  18. Jueces 8:18 Lit., como la apariencia de hijos
  19. Jueces 8:21 O, valentía
  20. Jueces 8:24 Lit., pediros una petición
  21. Jueces 8:24 O, una nariguera, y así en los vers. 25 y 26
  22. Jueces 8:26 Un siclo equivale aprox. a 11.4 gramos
  23. Jueces 8:27 Lit., trampa
  24. Jueces 8:30 Lit., que vinieron de sus lomos

Zeba y Zalmuna

Los de la tribu de Efraín dijeron a Gedeón:

—¿Por qué nos has tratado así? ¿Por qué no nos llamaste cuando fuiste a luchar contra los madianitas?

Y se lo reprocharon severamente.

—¿Qué hice yo, comparado con lo que hicieron ustedes? —respondió él—. ¿No vale más lo que sobra de las uvas de Efraín que toda la vendimia de Abiezer? Dios entregó en manos de ustedes a Oreb y a Zeb, los líderes madianitas. Comparado con lo que hicieron ustedes, ¡lo que yo hice no fue nada!

Al oír la respuesta de Gedeón, se calmó el resentimiento de ellos contra él.

Gedeón y sus trescientos hombres agotados, pero persistiendo en la persecución, llegaron al Jordán y lo cruzaron. Allí Gedeón dijo a la gente de Sucot:

—Denles pan a mis soldados, están agotados y todavía estoy persiguiendo a Zeba y a Zalmuna, los reyes de Madián.

Pero los oficiales de Sucot respondieron:

—¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darle pan a tu ejército?

Gedeón contestó:

—¡Está bien! Cuando el Señor haya entregado en mis manos a Zeba y a Zalmuna, les desgarraré a ustedes la carne de sus cuerpos con espinas y zarzas del desierto.

Desde allí subió a Peniel y les pidió lo mismo. Pero los de Peniel dieron la misma respuesta que los hombres de Sucot. Por eso advirtió a los hombres de Peniel: «Cuando yo vuelva victorioso, derribaré esta torre».

10 Zeba y Zalmuna estaban en Carcor con una fuerza de quince mil guerreros, que era todo lo que quedaba de los ejércitos del oriente, pues habían caído en batalla ciento veinte mil soldados. 11 Gedeón subió por la ruta de los nómadas, al este de Noba y Yogbea, y atacó al ejército cuando este se creía seguro. 12 Huyeron Zeba y Zalmuna, los dos reyes de Madián, pero él los persiguió y los capturó, aterrorizando a todo el ejército.

13 Cuando Gedeón, hijo de Joás, volvió de la batalla por el paso de Jeres, 14 capturó a un joven de Sucot y lo interrogó. Entonces el joven le anotó los nombres de los setenta y siete oficiales y jefes de Sucot. 15 Luego Gedeón fue y dijo a los hombres de Sucot: «Aquí están Zeba y Zalmuna, por causa de quienes se burlaron de mí al decir: “¿Acaso tienes ya en tu poder las manos de Zeba y Zalmuna? ¿Por qué tendríamos que darles pan a tus hombres que están agotados?”». 16 Se apoderó de los jefes de la ciudad, tomó espinas y zarzas del desierto y castigó con ellas a los hombres de Sucot; así les enseñó quién era él. 17 También derribó la torre de Peniel y mató a los hombres de la ciudad.

18 Entonces les preguntó a Zeba y a Zalmuna:

—¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en Tabor?

—Parecidos a ti —respondieron ellos—; cada uno de ellos tenía el aspecto de un príncipe.

19 —¡Eran mis hermanos —respondió Gedeón—, los hijos de mi propia madre! Tan cierto como que el Señor vive, si les hubieran perdonado la vida, yo no los mataría a ustedes.

20 Volviéndose a Jéter, su hijo mayor, le dijo:

—¡Vamos, mátalos!

Pero Jéter no sacó su espada, porque era apenas un muchacho y tenía miedo.

21 Zeba y Zalmuna dijeron:

—Vamos, mátanos tú mismo. “¡Al hombre se le conoce por su valentía!”.

Gedeón se levantó y mató a Zeba y Zalmuna, y les quitó a sus camellos los adornos que llevaban en el cuello.

El efod de Gedeón

22 Entonces los israelitas dijeron a Gedeón:

—Gobierna sobre nosotros y, después de ti, tu hijo y tu nieto; porque nos has librado del poder de los madianitas.

23 Pero Gedeón dijo:

—Yo no los gobernaré ni tampoco mi hijo. Solo el Señor los gobernará. 24 Pero —añadió— tengo una petición: que cada uno de ustedes me dé un anillo de lo que les tocó del botín.

Era costumbre de los ismaelitas usar anillos de oro.

25 —Con mucho gusto te los daremos —contestaron.

Así que tendieron una manta y cada hombre echó en ella un anillo de su botín. 26 El peso de los anillos de oro que él les pidió llegó a mil setecientos siclos,[a] sin contar los adornos, los aros y los vestidos de color carmesí que usaban los reyes madianitas, ni los collares que llevaban sus camellos. 27 Con el oro Gedeón hizo un efod, que puso en Ofra, su ciudad. Todo Israel se prostituyó al adorar allí el efod, el cual se convirtió en una trampa para Gedeón y su familia.

Muerte de Gedeón

28 Los madianitas fueron sometidos delante de los israelitas y no volvieron a levantar cabeza. Y durante cuarenta años, mientras vivió Gedeón, el país tuvo paz.

29 Yerubaal, hijo de Joás, regresó a vivir a su casa. 30 Tuvo setenta hijos, pues eran muchas sus esposas. 31 Su concubina[b] que vivía en Siquén también le dio un hijo, a quien Gedeón llamó Abimélec. 32 Gedeón, hijo de Joás, murió a una edad avanzada y fue sepultado en la tumba de Joás, su padre, en Ofra, pueblo del clan de Abiezer.

33 En cuanto murió Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse ante los ídolos de Baal. Erigieron a Baal Berit como su dios 34 y se olvidaron del Señor su Dios, que los había rescatado del poder de todos los enemigos que los rodeaban. 35 También dejaron de mostrarse bondadosos con la familia de Yerubaal, es decir, Gedeón, conforme a todo lo bueno que él había hecho por Israel.

Footnotes

  1. 8:26 Es decir, aprox. 20 kg.
  2. 8:31 Véase nota en Gn 22:24.

Derrota final de los madianitas

Los de la tribu de Efraín estaban muy enojados con Gedeón, y le reclamaron:

—¿Por qué no nos dijiste que ibas a pelear contra los madianitas? ¿Por qué no nos avisaste?

Gedeón les respondió:

—Comparado con lo que hicieron ustedes, yo no he hecho nada. Lo poco que hicieron ustedes fue mucho más de lo que hicimos nosotros. Con la ayuda de Dios pudieron capturar a Oreb y a Zeeb, los jefes madianitas, y eso tiene mucho más valor.

Con estas palabras de Gedeón, se les pasó el enojo a los de Efraín.

Gedeón y los trescientos hombres que lo acompañaban llegaron al río Jordán, y lo cruzaron. Estaban muy cansados, pero seguían persiguiendo al enemigo. Al llegar a Sucot, Gedeón les pidió a los que vivían allí:

—Por favor, denles algo de comer a mis soldados, porque están muy cansados. Estamos persiguiendo a Zébah y a Salmuná, los dos reyes madianitas.

Pero los jefes de Sucot le respondieron:

—¿Por qué tenemos que darle de comer a tu ejército? ¡Todavía no han capturado a Zébah y Salmuná!

Entonces Gedeón les dijo:

—Está bien. Con la ayuda de Dios capturaremos a Zébah y a Salmuná, y cuando lo hayamos hecho volveremos a este lugar y nos vengaremos de ustedes. ¡Los azotaremos con ramas espinosas y arbustos del desierto!

De allí Gedeón se fue a la ciudad de Penuel, y les pidió lo mismo a los que vivían allí. Los de Penuel le contestaron lo mismo que los de Sucot. Así que Gedeón les dijo a los de Penuel:

—¡Cuando vuelva, después de lograr la paz, echaré abajo esta torre!

10 Zébah y Salmuná estaban en Carcor con unos quince mil hombres, que era lo que quedaba del ejército que salió del este, porque habían muerto ciento veinte mil soldados. 11 Gedeón subió por el camino que pasa al este de Nóbah y Jogbehá, y los atacó por sorpresa. 12 Zébah y Salmuná trataron de huir, pero Gedeón los persiguió y los capturó. Eso causó mucho miedo y confusión en el ejército madianita.

13 Cuando Gedeón volvía de la batalla por el paso de Jeres, 14 capturó a un joven de Sucot y le hizo unas preguntas. El joven le dio los nombres de los setenta y siete jefes de Sucot. 15 Entonces Gedeón fue a hablar con los hombres de Sucot y les dijo: «¿Se acuerdan que se burlaron de mí y no quisieron ayudarme? Me dijeron que no podían darle de comer a mi cansado ejército, porque todavía no habíamos capturado a Zébah y a Salmuná. ¿Se acuerdan? ¡Pues aquí los tienen!»

16 Y Gedeón tomó a los jefes de Sucot, y los azotó con ramas espinosas y arbustos del desierto. 17 También echó abajo la torre de Penuel, y mató a los hombres de esa ciudad.

18 Después les preguntó a Zébah y a Salmuná:

—¿Cómo eran los hombres que mataron ustedes en Tabor?

Ellos le respondieron:

—Se parecían a ti. Todos parecían ser príncipes.

19 Gedeón exclamó:

—¡Eran mis hermanos, los hijos de mi propia madre! Les juro por Dios que, si los hubieran dejado vivir, yo no los mataría a ustedes dos ahora.

20 Enseguida Gedeón le ordenó a Jéter, su hijo mayor: «¡Vamos! ¡Mátalos!»

Pero Jéter no se animó a sacar su espada, porque era todavía muy joven. 21 Entonces Zébah y Salmuná le dijeron a Gedeón: «Si realmente eres tan valiente, ¡mátanos tú mismo!»

Entonces Gedeón se levantó y los mató. Luego les quitó a los camellos de Zébah y Salmuná los adornos que llevaban al cuello.

22 Después de eso los israelitas le dijeron a Gedeón:

—Queremos que tú y tus descendientes nos gobiernen, porque nos has salvado de los madianitas.

23 Gedeón les respondió:

—Ni mi hijo ni yo los gobernaremos. Quien los va a gobernar es Dios. 24 Pero una sola cosa les pido: que cada uno me entregue los anillos de la gente que ha capturado.

Y es que los madianitas, como otra gente que vivía en el desierto, usaban anillos de oro. 25 Así que los israelitas le respondieron:

—Con mucho gusto. Aquí están.

Y extendieron en el piso una capa donde cada uno echó un anillo de los que habían capturado. 26 El oro de los anillos que recibió Gedeón pesaba casi diecinueve kilos. Además, le entregaron adornos, joyas y telas finas que usaban los reyes madianitas, y los collares de sus camellos. 27 Con todo ese oro, Gedeón hizo una estatua y la colocó en Ofrá, su ciudad. Todos los israelitas le fueron infieles a Dios, porque iban a adorar esa estatua. Aun para Gedeón y su familia, la estatua resultó ser una trampa.

28 Así fue como Israel venció a los madianitas, los cuales nunca más recobraron su poder. Y mientras Gedeón vivió, hubo en esa región cuarenta años de paz.

Muerte de Gedeón

29 Gedeón se fue a vivir a su propio pueblo, 30 y allí tuvo muchos hijos con sus varias esposas. 31 Pero en Siquem tuvo otra mujer, de la cual nació un hijo a quien llamó Abimélec. 32 Cuando Gedeón murió, era ya muy anciano. Lo enterraron en la tumba de su padre, Joás, en Ofrá, ciudad de Abiézer.

33 Después de que murió Gedeón, los israelitas volvieron a pecar contra Dios, pues adoraron a dioses falsos. Eligieron a Baal-berit como su dios, 34 y se olvidaron del Dios verdadero, que los había librado de todos sus enemigos. 35 Y no fueron bondadosos con la familia de Gedeón, a pesar de todo el bien que él les había hecho.