Jueces 16-17
Nueva Versión Internacional
Sansón y Dalila
16 Un día Sansón fue a Gaza, donde vio a una prostituta. Entonces entró para pasar la noche con ella. 2 Al pueblo de Gaza se le anunció: «¡Sansón ha venido aquí!». Así que rodearon el lugar y toda la noche estuvieron al acecho junto a la puerta de la ciudad. Se quedaron quietos durante toda la noche diciéndose: «Lo mataremos al amanecer».
3 Pero Sansón estuvo acostado allí hasta la medianoche; luego se levantó y arrancó las puertas de la entrada de la ciudad, junto con sus dos postes, con cerrojo y todo. Se las echó al hombro y las llevó hasta la cima del monte que está frente a Hebrón.
4 Pasado algún tiempo, Sansón se enamoró de una mujer del valle de Sorec, que se llamaba Dalila. 5 Los gobernantes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo, para que te revele el secreto de su tremenda fuerza y cómo podemos vencerlo, de modo que lo atemos y lo tengamos sometido. Cada uno de nosotros te dará mil cien siclos[a] de plata».
6 Dalila dijo a Sansón:
—Dime el secreto de tu tremenda fuerza, y cómo se te puede atar y dominar.
7 Sansón respondió:
—Si se me ata con siete cuerdas de arco[b] que todavía no estén secas, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
8 Los gobernantes de los filisteos le trajeron a ella siete cuerdas de arco que aún no se habían secado, y Dalila lo ató con ellas. 9 Estando unos hombres al acecho en el cuarto, ella gritó:
—¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!
Pero él rompió las cuerdas como quien rompe un pedazo de cuerda chamuscada. De modo que no se descubrió el secreto de su fuerza.
10 Dalila dijo a Sansón:
—¡Te burlaste de mí! ¡Me dijiste mentiras! Vamos, dime cómo se te puede atar.
11 —Si se me ata firmemente con sogas nuevas, sin usar —dijo él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
12 Mientras algunos filisteos estaban al acecho en el cuarto, Dalila tomó sogas nuevas, lo ató y luego gritó:
—¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!
Pero él rompió las sogas que ataban sus brazos, como quien rompe un hilo.
13 Entonces Dalila dijo a Sansón:
—¡Hasta ahora te has burlado de mí y me has dicho mentiras! Dime cómo se te puede atar.
—Si entretejes las siete trenzas de mi cabello con los hilos del telar, y aseguras esta con la clavija —respondió él—, me debilitaré y seré como cualquier otro hombre.
Entonces, mientras él dormía, Dalila tomó las siete trenzas de Sansón, las entretejió con la tela 14 y[c] las aseguró con la clavija.
Una vez más ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!». Sansón despertó de su sueño y arrancó la clavija y el telar, junto con la tela.
15 Entonces ella dijo: «¿Cómo puedes decir que me amas, si no confías en mí? Ya van tres veces que te burlas de mí y aún no me has dicho el secreto de tu tremenda fuerza».
16 Como todos los días lo presionaba con sus palabras y lo acosaba hasta hacerlo sentirse harto de la vida, 17 al fin se lo dijo todo. «Nunca ha pasado navaja sobre mi cabeza —le explicó—, porque soy nazareo, consagrado a Dios desde antes de nacer. Si se me afeitara la cabeza, perdería mi fuerza y llegaría a ser tan débil como cualquier otro hombre».
18 Cuando Dalila se dio cuenta de que esta vez le había confiado todo, mandó llamar a los gobernantes de los filisteos y les dijo: «Vuelvan una vez más, que él me lo ha confiado todo». Entonces los gobernantes de los filisteos regresaron a ella con la plata que le habían ofrecido. 19 Después de hacerlo dormir sobre sus rodillas, ella llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabello. Así comenzó a dominarlo. Y su fuerza lo abandonó.
20 Luego ella gritó: «¡Sansón, los filisteos se lanzan sobre ti!».
Sansón despertó de su sueño y pensó: «Me escaparé como las otras veces y me los quitaré de encima». Pero no sabía que el Señor lo había abandonado.
21 Entonces los filisteos lo capturaron, le arrancaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Lo sujetaron con cadenas de bronce y lo pusieron a moler en la cárcel. 22 Pero en cuanto cortaron su cabello, comenzó a crecer de nuevo.
Muerte de Sansón
23 Los gobernantes de los filisteos se reunieron para festejar y ofrecerle un gran sacrificio a Dagón, su dios, diciendo: «Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo».
24 Cuando el pueblo lo vio, todos alabaron a su dios diciendo:
«Nuestro dios ha entregado en nuestras manos
a nuestro enemigo,
al que asolaba nuestra tierra
y multiplicaba nuestras víctimas».
25 Cuando ya estaban muy alegres, gritaron: «¡Saquen a Sansón para que nos divierta!». Así que sacaron a Sansón de la cárcel y él les sirvió de diversión.
Cuando lo pusieron de pie entre las columnas, 26 Sansón dijo al muchacho que lo llevaba de la mano: «Ponme donde pueda tocar las columnas que sostienen el templo, para que me pueda apoyar en ellas». 27 En ese momento el templo estaba lleno de hombres y mujeres; todos los gobernantes de los filisteos estaban allí, y en la parte alta había unos tres mil hombres y mujeres que se divertían a costa de Sansón. 28 Entonces Sansón oró al Señor: «Oh mi Señor y Dios, acuérdate de mí. Oh Dios, te ruego que me fortalezcas solo una vez más; déjame de una vez por todas vengarme de los filisteos por haberme sacado los ojos». 29 Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha sobre una y la izquierda sobre la otra. 30 Y gritó: «¡Muera yo junto con los filisteos!». Luego empujó con toda su fuerza, entonces el templo se vino abajo sobre los gobernantes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir que los que había matado mientras vivía.
31 Sus hermanos y toda la familia de su padre descendieron para recogerlo. Lo llevaron de regreso y lo sepultaron entre Zora y Estaol, en la tumba de su padre Manoa. Sansón había liderado a Israel durante veinte años.
Los ídolos de Micaías
17 En la región montañosa de Efraín había un hombre llamado Micaías, 2 quien dijo a su madre:
—Con respecto a los mil siclos[d] de plata que te robaron y sobre los cuales te oí pronunciar una maldición, yo tengo esa plata; yo te la robé.
Su madre dijo:
—¡Que el Señor te bendiga, hijo mío!
3 Cuando Micaías devolvió a su madre los mil siclos de plata, ella dijo:
—Solemnemente consagro mi plata al Señor para que mi hijo haga una imagen tallada y un ídolo de fundición.[e] Ahora pues, te la devuelvo.
4 Cuando él le devolvió la plata a su madre, ella tomó doscientos siclos[f] de plata y se los dio a un platero, quien hizo con eso una imagen tallada y un ídolo de fundición, que fueron puestos en la casa de Micaías.
5 Este Micaías tenía un santuario. Hizo un efod y algunos ídolos familiares,[g] y consagró a uno de sus hijos como sacerdote. 6 En aquella época no había rey en Israel; cada uno hacía lo que le parecía mejor.
7 Un joven levita, que vivía como extranjero en Belén de Judá, 8 salió de aquella ciudad en busca de algún otro lugar donde vivir. En el curso de su viaje[h] llegó a la casa de Micaías en la región montañosa de Efraín.
9 —¿De dónde vienes? —preguntó Micaías.
—Soy levita, de Belén de Judá —contestó él—, y estoy buscando un lugar donde vivir.
10 —Vive conmigo —le propuso Micaías—, y sé mi padre y sacerdote; yo te daré diez siclos[i] de plata al año, además de ropa y comida.
11 El joven levita aceptó quedarse a vivir con él y fue para Micaías como uno de sus hijos. 12 Luego Micaías invistió al levita, y así el joven se convirtió en su sacerdote y vivió en su casa. 13 Y Micaías dijo: «Ahora sé que el Señor me hará prosperar, porque tengo a un levita como sacerdote».
Footnotes
- 16:5 Es decir, aprox. 12.6 kg.
- 16:7 cuerdas de arco. Alt. correas nuevas; también en vv. 8 y 9.
- 16:13,14 —Si entretejes … la tela. 14 y (algunos mss. de LXX); —Hay que entretejer las siete trenzas de mi cabello en la tela del telar —respondió él. 14 Así que ella (TM).
- 17:2 Es decir, aprox. 12.6 kg; también en v. 3.
- 17:3 una … fundición. Alt. una imagen tallada revestida de metal fundido; también en v. 4 y 18:14.
- 17:4 Es decir, aprox. 2.3 kg.
- 17:5 ídolos familiares. Lit. terafines.
- 17:8 En el curso de su viaje. Alt. Para ejercer su oficio.
- 17:10 Es decir, aprox. 115 g.
Proverbios 22
Nueva Versión Internacional
22 Vale más la buena fama que las muchas riquezas,
y la buena reputación más que la plata y el oro.
2 El rico y el pobre tienen esto en común:
a ambos los hizo el Señor.
3 El prudente ve el peligro y busca refugio;
el inexperto sigue adelante y sufre las consecuencias.
4 Recompensa de la humildad y del temor del Señor
son las riquezas, la honra y la vida.
5 Espinas y trampas hay en la senda de los malvados,
pero el que cuida su vida se aleja de ellas.
6 Instruye al niño en el camino correcto
y aun en su vejez no lo abandonará.
7 Los ricos son los amos de los pobres;
los deudores son esclavos de sus acreedores.
8 El que siembra maldad cosecha desgracias;
la vara de su ira será destruida.
9 El que es generoso[a] será bendecido,
pues comparte su comida con los pobres.
10 Despide al insolente, se irá la discordia
y cesarán los pleitos y los insultos.
11 El que ama la sinceridad del corazón y tiene gracia al hablar
tendrá por amigo al rey.
12 Los ojos del Señor protegen el saber,
pero desbaratan las palabras del traidor.
13 Dice el perezoso: «¡Hay un león allá afuera!
¡En plena calle me matará!».
14 La boca de la adúltera es una fosa profunda;
en ella caerá quien esté bajo la ira del Señor.
15 La necedad es parte del corazón juvenil,
pero la vara de la disciplina la corrige.
16 Oprimir al pobre para enriquecerse
y hacerle regalos al rico:
¡buena manera de empobrecerse!
Los treinta dichos de los sabios(A)
1
17 Presta atención, escucha las palabras de los sabios
y aplica mis enseñanzas.
18 Grato es retenerlas dentro de ti
y tenerlas todas a flor de labios.
19 A ti te las enseño en este día,
para que pongas tu confianza en el Señor.
20 ¿Acaso no te he escrito treinta[b] dichos
que contienen sabios consejos?
21 Son para enseñarte a ser honesto y hablar con la verdad,
para que respondas con la verdad a quien te pregunte.
2
22 No explotes al pobre porque es pobre
ni oprimas en los tribunales[c] a los necesitados;
23 porque el Señor defenderá su causa
y despojará a quienes los despojen.
3
24 No te hagas amigo de gente violenta
ni te juntes con los iracundos;
25 no sea que aprendas sus malas costumbres
y tú mismo caigas en la trampa.
4
26 No te comprometas por otros
ni salgas fiador de deudas ajenas;
27 porque, si no tienes con qué pagar,
te quitarán hasta la cama en que duermes.
5
28 No cambies de lugar los linderos antiguos
que establecieron tus antepasados.
6
29 ¿Has visto a alguien diestro en su trabajo?
Se codeará con reyes,
y nunca será un don nadie.
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