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16 Día tras día lo estuvo fastidiando hasta que Sansón se hartó de tanta insistencia.

17 Entonces finalmente Sansón le reveló su secreto: «Nunca se me ha cortado el cabello—le confesó—, porque fui consagrado a Dios como nazareo desde mi nacimiento. Si me raparan la cabeza, perdería la fuerza, y me volvería tan débil como cualquier otro hombre».

18 Así que Dalila se dio cuenta de que por fin Sansón le había dicho la verdad, y mandó llamar a los gobernantes filisteos. «Vuelvan una vez más—les dijo—, porque al fin me reveló su secreto». Entonces los gobernantes filisteos volvieron con el dinero en las manos.

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