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Era muy bonita y de bello aspecto. Manasés, su esposo, le había dejado oro, plata, criados, criadas, ganado y campos. Vivía de sus posesiones, y como era muy respetuosa de Dios, nadie tenía nada contra ella.

Judit oyó las duras palabras que la gente había dicho contra el jefe Ozías, al verse tan desanimados por la falta de agua. Supo también que él les había prometido entregar la ciudad a los asirios al cabo de cinco días.

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