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'Judit 16 ' not found for the version: Reina-Valera 1960.

16 «¡Entonen a mi Dios un canto al son de panderetas,
canten al Señor con acompañamiento de platillos,
ofrézcanle un canto de alabanza,
honren e invoquen su nombre!
El Señor es un Dios que pone fin a las guerras;
él me libró de mis perseguidores
y me trajo al campamento de su pueblo.

»Vinieron los asirios de las montañas del norte,
vinieron con miles de soldados,
tantos que con ellos los valles se inundaban
y con sus caballos se cubrían las colinas.
Amenazaron con quemar mi territorio,
con matar a espada a mis muchachos,
con estrellar contra el suelo a mis niños de pecho,
con llevarse presos a mis pequeños
y cautivas a mis jovencitas.

»Pero el Señor todopoderoso los hizo fracasar
por medio de una mujer.
Su campeón no cayó a manos de jóvenes,
ni fueron colosos los que lo vencieron,
ni le cayeron encima gigantes enormes;
¡Judit, la hija de Merarí,
lo venció con su belleza!
Se quitó su ropa de luto,
se untó el rostro con perfumes,
para salvar a los oprimidos de Israel.
Se adornó la cabeza con una diadema
y se puso ropa fina para engañarlo.
Sus sandalias le deslumbraron los ojos,
su belleza le cautivó el alma,
y la espada le atravesó el cuello.

10 »Los persas se espantaron al ver su atrevimiento,
los medos temblaron al ver su audacia.
11 Entonces mi pueblo oprimido alzó el grito,
y los enemigos se asustaron;
gritó mi pueblo débil, y ellos se aterraron;
alzó la voz, y ellos huyeron.
12 Los traspasaron como a débiles muchachos,
los hirieron como a esclavos desertores;
¡el ejército de mi Señor los destruyó!

13 »Voy a cantar a Dios una canción nueva:
¡Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable por tu poder invencible!
14 Que te sirvan todos los seres que creaste;
tú hablaste, y comenzaron a existir,
enviaste tu soplo, y se formaron;
nadie puede resistir a tu voz de mando.
15 Las montañas se estremecen desde sus cimientos
y se confunden con los mares,
las rocas se derriten como cera delante de ti;
pero a aquellos que te reverencian
les muestras tu bondad.

16 »Poca cosa son los sacrificios de olor agradable,
muy poco es toda la grasa que se quema en holocausto;
pero el que reverencia al Señor siempre será grande.
17 ¡Ay de las naciones que amenazan a mi pueblo:
el Señor todopoderoso las castigará en el día del juicio;
las entregará al fuego y los gusanos,
y llorarán de dolor eternamente!»

Término del relato

18 Al llegar a Jerusalén, adoraron a Dios, y una vez que el pueblo se purificó, ofrecieron holocaustos, dones voluntarios y ofrendas. 19 Judit consagró a Dios toda la vajilla de Holofernes, que el pueblo le había regalado, lo mismo que el pabellón que ella había quitado de la tienda en que él dormía. 20 Durante tres meses, el pueblo estuvo celebrando fiestas en Jerusalén, frente al templo, y Judit se quedó con ellos.

21 Al cabo de ese tiempo, cada uno volvió a su tierra, y Judit regresó a Betulia para seguir al frente de sus posesiones. Mientras vivió, fue famosa en todo el país. 22 Tuvo muchos pretendientes, pero después que su esposo Manasés murió y fue a reunirse con sus antepasados, ella nunca volvió a tener relaciones con ningún hombre. 23 Su fama fue creciendo más y más; vivió en la casa de su esposo hasta llegar a la avanzada edad de ciento cinco años. Dio la libertad a su esclava. Murió en Betulia, y fue sepultada en la tumba de su esposo Manasés, excavada en la roca. 24 El pueblo de Israel lloró su muerte durante siete días. Antes de morir, ella había repartido sus posesiones entre todos los parientes más cercanos de su esposo Manasés y entre los suyos propios. 25 Durante el tiempo que vivió Judit, y por mucho tiempo después de su muerte, nadie volvió a amenazar a los israelitas.

16 «¡Canten a mi Dios!
¡Hagan sonar las panderetas!
¡Alaben a Dios con los platillos!
¡Eleven en su honor un nuevo canto!
¡Bendigan y alaben su nombre!

»Dios pone fin a las guerras.
Él me libró de mis enemigos,
y me guió hasta su campamento.

»De las montañas del norte
vinieron los asirios.
Miles y miles de soldados
llenaron los valles;
sus muchos caballos
cubrieron los montes.

»Pensaban quemar mi tierra
y acabar con nuestros jóvenes.
Querían estrellar contra el suelo
a los recién nacidos,
y querían llevarse prisioneras
a las jovencitas de mi pueblo.

»Pero nuestro poderoso Dios
derrotó a los asirios.
Al hombre más fuerte de su ejército
no lo mataron los mejores soldados;
no lo mataron hombres valientes,
ni fue derrotado por gigantes.
¡Lo venció una mujer, la hija de Merarí!
¡Judit lo cautivó con su belleza!

7-8 »Judit nos libró del dominio asirio.
Para atrapar a Holofernes,
se quitó la ropa de viuda,
se puso su mejor vestido,
se perfumó con sus fragancias,
y se puso una diadema en la cabeza.
Con sus finas sandalias
cautivó la mirada de Holofernes;
con su hermosura lo conquistó,
¡y con la espada le cortó la cabeza!

10 »Los persas se espantaron
al ver la valentía de Judit;
a los medos les dio miedo
saber lo que ella había hecho.

11 »Entonces mi débil pueblo
gritó con todas sus fuerzas,
y el enemigo tuvo miedo.
Mi humilde pueblo gritó,
y el enemigo salió corriendo.
12 ¡Esos cobardes murieron!
¡No lograron escapar
porque mi Dios los derrotó!

13 »Voy a cantarle a mi Dios
esta nueva canción.
¡Mi Dios, grande es tu poder!
¡Eres un Dios admirable!
¡Nadie te puede vencer!

14 »Con tan sólo una orden tuya
todo comenzó a existir.
Con un soplo de tu aliento
toda tu creación cobró vida.
¡Que todo lo que respira te adore!

»¡Tú hablas y todos te obedecen!
15 Al oír tu voz, tiemblan las montañas,
las aguas se desbordan
y las rocas se derriten.
Pero con los que te adoran
eres un Dios bondadoso.

16 »Para ti, mi Dios,
las ofrendas y los sacrificios
no tienen ningún valor.
Pero al que te respeta
lo haces famoso para siempre.

17 »Cuando llegue el día
en que el Dios todopoderoso
juzgue a las naciones,
les va a ir muy mal
a los enemigos de mi pueblo.
¡Dios los hará sufrir
con fuego y con gusanos!
Será tan fuerte su dolor
que nunca dejarán de llorar.»

El final de la historia

18 Cuando los soldados llegaron a Jerusalén, todos adoraron a Dios. Luego el pueblo cumplió con las ceremonias de purificación y le presentó a Dios toda clase de ofrendas.

19-20 Los israelitas hicieron fiesta frente al templo de Jerusalén durante tres meses. Todo ese tiempo, Judit permaneció con ellos, y dedicó a Dios la vajilla que el pueblo le había regalado, y también el toldo que le había quitado a Holofernes.

21 Terminada la fiesta, la gente volvió a sus casas. También Judit regresó a Betulia para encargarse de sus bienes. Mientras vivió, fue muy reconocida en todo el país. 22 No volvió a casarse, aunque muchos hombres le propusieron matrimonio. Tampoco volvió a tener relaciones sexuales después de la muerte de su esposo Manasés.

23-25 Cada día Judit se volvía más famosa. Vivió en la casa que le dejó su esposo, y le concedió la libertad a su empleada de confianza. Antes de su muerte, Judit había repartido su fortuna entre sus propios familiares y los de su esposo.

Judit murió en Betulia, a la edad de ciento cinco años, y fue enterrada en la tumba de su esposo. Los israelitas lloraron su muerte durante siete días.

Mientras Judit vivió, y aun mucho tiempo después de su muerte, ningún país se atrevió a pelear contra los israelitas.

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