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Joaquín, que era el jefe de los sacerdotes, fue a Betulia para conocer los detalles de lo que Dios había hecho a favor de Israel. Los jefes de Israel que vivían en Jerusalén lo acompañaron. Cuando vieron a Judit, la felicitaron con estas palabras:

«¡Tú eres el gran tesoro de Jerusalén!
¡Eres lo más valioso de Israel!
¡Eres el orgullo de tu pueblo!

10 »Tú llevaste a cabo todo esto,
y le hiciste un gran favor a Israel.
Dios está feliz por lo que has hecho.
¡Que el Dios todopoderoso
te bendiga siempre!»

A esta alabanza el pueblo respondió: «¡Amén!»

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