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Aquí nadie te hará daño. Te vamos a tratar muy bien, como merecen los que sirven a Su Majestad, el rey Nabucodonosor.

Judit le respondió:

—¡Su Excelencia, yo soy su humilde esclava, y estoy para servirle! Por favor, escúcheme. Todo lo que voy a decirle esta noche es verdad. Si usted escucha mi consejo, Dios lo ayudará, y usted ganará esta guerra.

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