Add parallel Print Page Options

llamó a su empleada de confianza y bajó al primer piso de su casa. Allí era donde ella pasaba los sábados y los días de fiesta. Judit se quitó la ropa de luto, se bañó y se perfumó. Luego se peinó, se puso una diadema y se vistió con su mejor vestido, tal como lo hacía cuando aún vivía su marido Manasés. Se puso también unas sandalias y muchas joyas. Quedó tan hermosa que, al verla, cualquier hombre se hubiera enamorado de ella.

Read full chapter