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Al oír esto, los más viejos comenzaron a irse, y luego poco a poco los demás también se fueron. Sólo la mujer seguía allí y Jesús se quedó solo con ella.

10 Entonces él se enderezó y le preguntó:

―Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?

11 Ella dijo:

―Nadie, Señor.

―Yo tampoco te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.

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