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Josué manda espías a Jericó

Desde Sitim, Josué mandó en secreto a dos espías, y les dijo: «Vayan a explorar la región y la ciudad de Jericó.»

Ellos fueron, y llegaron a la casa de una prostituta de Jericó que se llamaba Rahab, en donde se quedaron a pasar la noche. Pero alguien dio aviso al rey de Jericó, diciéndole:

—Unos israelitas han venido esta noche a explorar la región.

Entonces el rey mandó a decir a Rahab:

—Saca a los hombres que vinieron a verte y que están en tu casa, porque son espías.

Pero ella los escondió y dijo:

—Es verdad que unos hombres me visitaron, pero yo no supe de dónde eran. Se fueron al caer la noche, porque a esa hora se cierra la puerta de la ciudad, y no sé a dónde se fueron. Pero si ustedes salen en seguida a perseguirlos, los podrán alcanzar.

En realidad, ella los había hecho subir a la azotea, y estaban allí escondidos, entre unos manojos de lino puestos a secar.

Los hombres del rey los persiguieron en dirección del río Jordán, hasta los vados. Tan pronto como los soldados salieron, fue cerrada la puerta de la ciudad. Entonces, antes que los espías se durmieran, Rahab subió a la azotea y les dijo:

—Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra a ustedes, porque él ha hecho que nosotros les tengamos mucho miedo. Todos los que viven aquí están muertos de miedo por causa de ustedes. 10 Sabemos que cuando ustedes salieron de Egipto, Dios secó el agua del Mar Rojo para que ustedes lo pasaran. También sabemos que ustedes aniquilaron por completo a Sihón y a Og, los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del río Jordán. 11 Es tanto el miedo que nos ha dado al saberlo, que nadie se atreve a enfrentarse con ustedes. Porque el Señor, el Dios de ustedes, es Dios lo mismo arriba en el cielo que abajo en la tierra. 12 Por eso yo les pido que me juren aquí mismo, por el Señor, que van a tratar bien a mi familia, de la misma manera que yo los he tratado bien a ustedes. Denme una prueba de su sinceridad, 13 y perdonen la vida a mi padre, a mi madre, a mis hermanos y hermanas, y a todo lo que es de ellos. ¡Sálvennos de la muerte!

14 Ellos le contestaron:

—Con nuestra propia vida respondemos de la vida de ustedes, con tal de que tú no digas nada de este asunto. Cuando el Señor nos haya dado esta tierra, nosotros te trataremos bien y con lealtad.

15 Como Rahab vivía en una casa construida sobre la muralla misma de la ciudad, con una soga los hizo bajar por la ventana. 16 Y les dijo:

—Váyanse a la montaña, para que no los encuentren los que andan buscándolos. Escóndanse allí durante tres días, hasta que ellos vuelvan a la ciudad. Después podrán ustedes seguir su camino.

17 Y ellos le contestaron:

—Nosotros cumpliremos el juramento que nos has pedido hacerte. 18 Pero cuando entremos en el país, tú deberás colgar esta soga roja de la ventana por la que nos has hecho bajar. Reúne entonces en tu casa a tu padre, tu madre, tus hermanos y toda la familia de tu padre. 19 Si alguno de ellos sale de tu casa, será responsable de su propia muerte; la culpa no será nuestra. Pero si alguien toca a quien esté en tu casa contigo, nosotros seremos los responsables. 20 Y si tú dices algo de este asunto, nosotros ya no estaremos obligados a cumplir el juramento que te hemos hecho.

21 —Estamos de acuerdo —contestó ella.

Entonces los despidió, y ellos se fueron. Después ella ató la soga roja a su ventana.

22 Los dos espías se fueron a las montañas y se escondieron allí durante tres días, mientras los soldados los buscaban por todas partes sin encontrarlos, hasta que por fin volvieron a Jericó. 23 Entonces los espías bajaron de las montañas, cruzaron el río y regresaron a donde estaba Josué, a quien contaron todo lo que les había pasado. 24 Le dijeron: «El Señor ha puesto toda la región en nuestras manos. Por causa nuestra, todos los que viven en el país están muertos de miedo.»

Los israelitas cruzan el Jordán

Al día siguiente, muy temprano, Josué y todos los israelitas salieron de Sitim y llegaron al río Jordán; pero antes de cruzarlo acamparon allí. Pasados tres días, los jefes recorrieron el campamento y dieron esta orden a los israelitas: «En cuanto vean ustedes que el arca del Señor pasa, llevada por los sacerdotes levitas, salgan de donde estén y síganla. Así sabrán por dónde tienen que ir, porque ninguno de ustedes ha pasado antes por ese camino. Pero no se acerquen al arca, sino quédense siempre detrás de ella, como a un kilómetro de distancia.»

Y Josué les dijo: «Purifíquense, porque mañana verán al Señor hacer milagros.» A los sacerdotes les dijo: «Tomen el arca de la alianza y crucen el río delante de la gente.»

Los sacerdotes tomaron el arca de la alianza y pasaron delante de la gente. Entonces el Señor le dijo a Josué: «A partir de hoy te haré cada vez más importante a los ojos de los israelitas. Así ellos verán que yo estoy contigo como estuve con Moisés. Tú, por tu parte, ordena a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza que, cuando lleguen a la orilla del Jordán, se paren dentro del río.»

Entonces Josué les dijo a los israelitas: «Vengan y escuchen lo que dice el Señor su Dios. 10 Ésta será la prueba de que el Dios viviente está en medio de ustedes, y de que al paso de ustedes él irá barriendo a los cananeos, los hititas, los heveos, los ferezeos, los gergeseos, los amorreos y los jebuseos. 11 Miren, el arca de la alianza del Señor de toda la tierra va a cruzar el Jordán delante de ustedes. 12 Por eso, escojan ahora doce hombres, uno de cada una de las doce tribus de Israel. 13 Cuando los sacerdotes que llevan el arca del Señor de toda la tierra metan los pies en el agua, el río se dividirá en dos partes, y el agua que viene de arriba dejará de correr y se detendrá como formando un embalse.»

14-16 Los israelitas salieron de sus tiendas de campaña para cruzar el río, y delante de ellos iban los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza. Pero en cuanto los sacerdotes entraron en el río y sus pies se mojaron con el agua de la orilla (durante el tiempo de la cosecha el Jordán se desborda) el agua que venía de arriba dejó de correr y se detuvo como formando un embalse, bastante lejos, en Adam, la ciudad que está junto a la fortaleza de Saretán. Y el agua que bajaba hacia el Mar Muerto siguió corriendo hasta que se terminó. Así se dividió el agua del río, y los israelitas lo cruzaron frente a la ciudad de Jericó. 17 Todo el pueblo cruzó en seco el Jordán, mientras los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza del Señor permanecían en medio del Jordán, firmes y en terreno seco.

Las doce piedras tomadas del Jordán

Después que todos terminaron de cruzar el Jordán, el Señor le dijo a Josué: «Escoge doce hombres del pueblo, uno de cada tribu, y diles que saquen doce piedras de en medio del río, del lugar donde están parados los sacerdotes, y que las lleven y las pongan en el lugar en que van a acampar esta noche.»

Entonces Josué llamó a los doce hombres que había escogido, y les dijo: «Entren hasta el centro del Jordán, delante del arca del Señor, el Dios de ustedes, y cada uno de ustedes échese allí una piedra al hombro, una piedra por cada tribu de Israel, para que sean doce en total. Ellas les servirán como prueba para que, en el futuro, cuando sus hijos les pregunten: “¿Qué significan estas piedras?”, ustedes les contesten: “Cuando el arca de la alianza del Señor pasó el Jordán, el agua del río se dividió en dos partes delante del arca. Estas piedras sirven para que los israelitas recuerden siempre lo que pasó aquí.”»

Ellos hicieron lo que Josué les mandó. Tomaron doce piedras del Jordán, una por cada tribu de Israel, y las llevaron hasta el campamento y allí las colocaron, tal como el Señor le había dicho a Josué. Además Josué colocó otras doce piedras en el lugar del río donde se pararon los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza. Esas piedras están allí todavía.

10 Los sacerdotes que llevaban el arca de la alianza se quedaron en medio del Jordán mientras los israelitas hacían todas las cosas que el Señor les había ordenado por medio de Josué. Todo se hizo según Moisés lo había mandado a Josué. La gente pasó de prisa, 11 y luego que todos estuvieron al otro lado, pasaron los sacerdotes con el arca del Señor, y se pusieron a la cabeza de todo el pueblo. 12 También pasaron el río los guerreros de las tribus de Rubén y de Gad y los de la media tribu de Manasés. Pasaron armados, e iban delante de los otros israelitas, según Moisés les había mandado. 13 Cerca de cuarenta mil hombres armados y listos para la guerra desfilaron ante el Señor, y fueron hacia los llanos de Jericó. 14 Aquel día el Señor hizo que todo Israel admirara y respetara a Josué, como lo había hecho con Moisés durante toda su vida.

15 Entonces el Señor le dijo a Josué: 16 «Ordena a los sacerdotes que llevan el arca de la alianza, que salgan del Jordán.»

17 Josué les ordenó que salieran, 18 y tan pronto como los sacerdotes salieron del Jordán y pusieron los pies en un lugar seco, el agua del río volvió a su lugar y corrió desbordada como antes.

19 Los israelitas salieron del Jordán el día diez del mes primero, y acamparon en Guilgal, al este de Jericó. 20 Allí Josué colocó las doce piedras que trajeron del Jordán, 21 y dijo a los israelitas: «En el futuro, cuando sus hijos les pregunten: “¿Qué significan estas piedras?”, 22 cuéntenles cómo Israel pasó el río Jordán en seco, 23 y cómo el Señor su Dios secó el agua del Jordán mientras ustedes pasaban, tal como antes había secado el Mar Rojo mientras pasábamos nosotros. 24 Así todos los pueblos del mundo sabrán lo poderoso que es el Señor, y ustedes honrarán siempre al Señor su Dios.»

El campamento en Guilgal

Todos los reyes amorreos que estaban en el lado oeste del Jordán, y los reyes cananeos que estaban cerca del mar Mediterráneo, supieron que el Señor había secado el agua del río Jordán mientras los israelitas lo cruzaban, y les dio mucho miedo, y no se atrevían a hacer frente a los israelitas.

Fue entonces cuando el Señor le dijo a Josué: «Haz unos cuchillos de piedra, y vuelve a circuncidar a los israelitas.»

Josué hizo los cuchillos, y circuncidó a los hombres israelitas en el monte de Aralot. Los circuncidó porque todos los hombres que estaban en edad militar cuando salieron de Egipto ya habían muerto por el camino, en el desierto. Y aunque todos los que salieron de Egipto estaban circuncidados, los que nacieron después, por el camino, en el desierto, no lo estaban. Como los israelitas anduvieron cuarenta años por el desierto, ya habían muerto todos los hombres que habían salido de Egipto en edad militar. Esos hombres no obedecieron al Señor, y por eso él les juró que no les dejaría ver la tierra que a sus antepasados había prometido darles, tierra donde la leche y la miel corren como el agua. Por eso Josué circuncidó a los hijos de aquellos hombres, es decir, a los que el Señor había puesto en lugar de ellos, los cuales no habían sido circuncidados antes porque estaban de camino. Cuando todos estuvieron ya circuncidados, se quedaron descansando en el campamento hasta que sanaron. Entonces el Señor le dijo a Josué: «Con esta circuncisión les he quitado la vergüenza de los egipcios.» Por esta razón, aquel lugar todavía se llama Guilgal.

10 Los israelitas acamparon en Guilgal, y el día catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en los llanos de Jericó. 11 Ese mismo día comieron panes sin levadura y trigo tostado, pero al día siguiente comieron ya de lo que la tierra producía. 12 Desde entonces no volvió a haber maná, así que los israelitas se alimentaron aquel año de lo que producía la tierra de Canaán.

Josué y el jefe del ejército del Señor

13 Un día, estando Josué cerca de Jericó, vio delante de él a un hombre con una espada en la mano. Josué se le acercó y le preguntó:

—¿Eres de los nuestros, o de nuestros enemigos?

14 —Ni lo uno ni lo otro —contestó el hombre—. Vengo como jefe del ejército del Señor.

Entonces Josué se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y le preguntó:

—¿Qué le manda mi Señor a este siervo suyo?

15 El jefe del ejército del Señor le contestó:

—Descálzate, porque el lugar donde estás es sagrado.

Y Josué le obedeció.

El plan para atacar Jericó

Nadie podía entrar ni salir de Jericó, pues se habían cerrado las puertas de la ciudad para defenderla de los israelitas. Pero el Señor le dijo a Josué: «Yo te he entregado Jericó, con su rey y sus soldados. Ustedes, soldados israelitas, den una vuelta diaria alrededor de la ciudad durante seis días. Siete sacerdotes irán delante del arca de la alianza, cada uno con una trompeta de cuerno de carnero, y el séptimo día darán siete vueltas a la ciudad, mientras los sacerdotes tocan las trompetas. Cuando ustedes oigan que las trompetas dan un toque especial, griten con todas sus fuerzas, y la muralla de la ciudad se vendrá abajo. Entonces cada uno deberá avanzar directamente contra la ciudad.»

Josué llamó a los sacerdotes y les dijo: «Lleven el arca de la alianza del Señor, y siete de ustedes vayan delante del arca, con trompetas de cuerno de carnero.» Y al pueblo le dijo: «Vayan y denle la vuelta a la ciudad. Los hombres de combate, que vayan delante del arca del Señor.»

Todos hicieron lo que Josué les mandó. Los siete sacerdotes iban delante del arca de la alianza del Señor, tocando las siete trompetas, y el arca los seguía. Los hombres de combate iban delante de los sacerdotes, y la retaguardia iba detrás del arca, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas sin cesar. 10 Pero al ejército Josué le ordenó que marchara en silencio, hasta el momento en que él les diera la orden de gritar con todas sus fuerzas.

La toma de Jericó

11 Josué hizo que el arca del Señor diera una vuelta alrededor de la ciudad. Después volvieron al campamento, y allí pasaron la noche. 12 Al día siguiente, muy temprano, Josué se levantó y los sacerdotes tomaron el arca del Señor. 13 Los siete sacerdotes iban delante del arca del Señor, sin dejar de caminar ni de tocar sus trompetas. Los hombres de combate iban delante de ellos, y los otros iban detrás del arca. Las trompetas no dejaban de sonar. 14 Al segundo día le dieron otra vuelta a la ciudad y volvieron al campamento. Y durante seis días hicieron lo mismo.

15 Al séptimo día se levantaron de madrugada y marcharon alrededor de la ciudad, como lo habían hecho antes, pero ese día le dieron siete vueltas. 16 Cuando los sacerdotes tocaron las trompetas por séptima vez, Josué ordenó a la gente: «¡Griten! El Señor les ha entregado la ciudad. 17 La ciudad, con todo lo que hay en ella, será consagrada a completa destrucción, porque el Señor así lo ha ordenado. Sólo se les perdonará la vida a Rahab la prostituta y a los que estén refugiados en su casa, porque ella escondió a los espías que mandamos. 18 En cuanto a ustedes, cuídense de no tomar ni tocar nada de lo que hay en la ciudad y que el Señor ha consagrado a la destrucción, pues de lo contrario pondrán bajo maldición el campamento de Israel y le acarrearán la desgracia. 19 Pero el oro y la plata, y todas las cosas de bronce y de hierro, serán dedicadas al Señor, y se pondrán en su tesoro.»

20 La gente gritó y las trompetas sonaron. Al oír los israelitas el sonido de las trompetas, comenzaron a gritar a voz en cuello, y la muralla de la ciudad se vino abajo. Entonces avanzaron directamente contra la ciudad, y la tomaron. 21 Después mataron a filo de espada a hombres, mujeres, jóvenes y viejos, y aun a los bueyes, las ovejas y los asnos. Todo lo destruyeron por completo.

22 Josué les dijo a los dos espías que habían explorado la tierra: «Vayan a casa de la prostituta y sáquenla de allí con todos los suyos, tal como ustedes se lo prometieron.» 23 Ellos entraron y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y a todos sus parientes, y los llevaron a un lugar seguro fuera del campamento de Israel. 24 Luego los israelitas quemaron la ciudad y todo lo que había en ella. Lo único que sacaron fue la plata, el oro y las cosas de bronce y de hierro, que pusieron en el tesoro del Señor. 25 Pero Josué les perdonó la vida a Rahab y a su familia, porque ella había escondido a los espías que Josué había enviado a Jericó. Y desde entonces los descendientes de Rahab viven entre los israelitas.

26 Luego Josué hizo el siguiente juramento: «Maldito sea a los ojos del Señor el que intente reconstruir la ciudad de Jericó. Sean echados los cimientos sobre su hijo mayor, y sobre su hijo menor sean puestas las puertas.»

27 El Señor ayudó a Josué, y la fama de Josué se extendió por toda la región.

El pecado de Acán

Pero un miembro de la tribu de Judá, que se llamaba Acán y era hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zérah, tomó varias cosas de las que estaban consagradas a la destrucción, con lo cual todos los israelitas resultaban culpables ante el Señor de haber tomado lo que él había ordenado destruir. Por eso la ira del Señor se encendió contra ellos.

El castigo del pecado: la derrota frente a Ai

Josué había mandado unos hombres desde Jericó, para que fueran hasta Ai, que estaba al oriente de Betel, cerca de Bet-avén, con órdenes de explorar la región. Ellos fueron y exploraron Ai, y al volver le dijeron a Josué: «No hace falta que todo el pueblo ataque Ai, pues dos o tres mil hombres son suficientes para tomar la ciudad. No mandes a todo el pueblo, pues los que defienden la ciudad son pocos.»

Así pues, unos tres mil hombres subieron para atacar Ai. Pero los de Ai los derrotaron y los hicieron huir; mataron como a treinta y seis israelitas, y a los demás los persiguieron desde las puertas de la ciudad hasta las canteras, y en la bajada los destrozaron. Por esta razón la gente se desanimó y perdió el valor.

Josué y los ancianos de Israel rasgaron sus ropas y se echaron polvo sobre la cabeza en señal de dolor; luego se inclinaron ante el arca del Señor tocando el suelo con la frente, hasta la caída de la tarde. Y decía Josué:

—¡Ay, Señor! ¿Para qué hiciste que este pueblo pasara el río Jordán? ¿Acaso fue para entregarnos a los amorreos, y para que ellos nos destruyeran? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! ¡Ay, Señor! ¿Qué puedo decir, ahora que los israelitas han huido de sus enemigos? Los cananeos y todos los que viven en la región se van a enterar de lo que ha pasado, y nos atacarán juntos, y no quedará de nosotros ni el recuerdo. Entonces, ¿qué será de tu gran nombre?

10 Y el Señor le contestó:

—Levántate. ¿Qué haces ahí, en el suelo? 11 Los israelitas han pecado, y han roto la alianza que yo hice con ellos. Tomaron de las cosas que debieron ser destruidas; las robaron sabiendo que hacían mal, y las han escondido entre sus pertenencias. 12 Por eso los israelitas no podrán hacer frente a sus enemigos. Tendrán que huir de ellos, pues ahora los israelitas mismos merecen ser destruidos. Y si ustedes no destruyen pronto lo que ordené que se destruyera, no estaré más con ustedes. 13 Levántate y convoca al pueblo. Diles que se preparen para presentarse mañana delante de mí, porque yo, el Señor y Dios de Israel, digo así: “Tú, Israel, has tomado lo que debió ser destruido por completo, y mientras no lo destruyas y lo eches fuera de ti, no podrás hacer frente a tus enemigos.” 14 Mañana preséntense todos por tribus, y la tribu que yo señale presentará a cada uno de sus clanes; el clan que yo señale presentará a cada una de sus familias, y la familia que yo señale presentará a cada uno de sus hombres. 15 Y el que tenga en su poder lo que debió ser destruido, será quemado con su familia y con todas sus posesiones, por haber hecho una cosa indigna en Israel y no haber cumplido la alianza del Señor.

El castigo de Acán

16 Al día siguiente, Josué se levantó muy temprano y mandó que la gente se presentara repartida en tribus. Y el Señor señaló a la tribu de Judá. 17 Entonces Josué hizo que la tribu de Judá presentara a cada uno de sus clanes, y fue señalado el clan de Zérah. De entre los de Zérah fue señalada la familia de Zabdí. 18 Cuando los hombres de la familia de Zabdí se acercaron uno por uno, fue señalado Acán, el hijo de Carmí, que era nieto de Zabdí y bisnieto de Zérah, de la tribu de Judá.

19 Entonces Josué le dijo a Acán:

—Hijo mío, da honor y alabanza al Señor y Dios de Israel, diciéndome lo que has hecho. ¡No me lo ocultes!

20 Y Acán le contestó:

—En verdad, confieso que he pecado contra el Señor y Dios de Israel. Esto es lo que hice: 21 Entre las cosas que tomamos en Jericó, vi un bello manto de Babilonia, doscientas monedas de plata y una barra de oro que pesaba más de medio kilo. Me gustaron esas cosas, y me quedé con ellas, y las he enterrado debajo de mi tienda de campaña, poniendo el dinero en el fondo.

22 Josué mandó en seguida unos hombres a la tienda de Acán, los cuales encontraron todo lo que allí estaba escondido, con la plata en el fondo. 23 Lo tomaron y se lo llevaron a Josué y a los israelitas, los cuales se lo presentaron al Señor. 24 Luego se llevaron a Acán al valle de Acor junto con la plata, el manto, la barra de oro, sus hijos y sus hijas, sus bueyes, asnos y ovejas, y su tienda y todo lo que era suyo.

25 Josué le dijo:

—¿Por qué trajiste esta desgracia sobre nosotros? Ahora, que el Señor haga caer sobre ti la desgracia que nos trajiste.

Dicho esto, todos los israelitas mataron a pedradas a Acán y a los suyos, y luego los quemaron. 26 Después pusieron sobre él un gran montón de piedras, que todavía sigue en pie. Por esta razón ese lugar se llama todavía valle de Acor. Así se calmó la ira del Señor contra Israel.

Los israelitas toman la ciudad de Ai

El Señor le dijo a Josué: «No tengas miedo ni te desanimes. Toma a todo tu ejército y ponte en marcha contra la ciudad de Ai, pues yo te daré la victoria sobre el rey de Ai y su gente. Su ciudad y sus territorios serán tuyos, y tú harás con Ai y su rey lo mismo que hiciste con Jericó y su rey, aunque en este caso podrán ustedes quedarse con las cosas y los animales de los vencidos. Prepara un ataque por sorpresa, por la parte de atrás de la ciudad.»

Josué se preparó con todo su ejército para marchar contra Ai. Escogió treinta mil guerreros, a los cuales envió de noche con esta orden: «Oigan bien: vayan por la parte de atrás de la ciudad, escóndanse cerca de ella y manténganse listos para atacar. El resto de la gente se acercará conmigo a la ciudad, y cuando los de la ciudad salgan a atacarnos, nosotros huiremos de ellos, como la vez pasada. Ellos nos perseguirán cuando huyamos de la ciudad, pues pensarán que otra vez nos han puesto en fuga. Entonces ustedes saldrán de su escondite y tomarán la ciudad, pues el Señor su Dios se la va a entregar. Una vez que la hayan tomado, quémenla, tal como el Señor lo ha dicho. Es una orden.»

Entonces Josué les dio la orden de partir, y ellos fueron y se escondieron entre Betel y Ai, al oeste de Ai, mientras que Josué pasó la noche en el campamento. 10 Al día siguiente, Josué se levantó muy temprano y pasó revista a su gente. Luego se puso al frente de ellos, junto con los ancianos de Israel, y se dispuso a atacar Ai. 11 Todos sus hombres se acercaron a la ciudad por la parte de delante, y acamparon al norte de ella, teniendo el valle entre ellos y la ciudad. 12 Josué escondió unos cinco mil hombres entre Betel y Ai, al oeste de la ciudad, 13 de modo que el ejército quedó repartido en dos grupos, uno escondido al oeste de la ciudad, y el otro en el campamento, al norte. Josué se adelantó aquella noche hasta la mitad del valle.

14 Cuando el rey de Ai vio la situación, se dio prisa y salió con todo su ejército para luchar contra los israelitas en el valle del Jordán, sin saber que otros israelitas estaban escondidos detrás de la ciudad. 15 Josué y sus hombres fingieron ponerse en fuga, y huyeron de los de Ai por el camino del desierto. 16 Entonces todo el ejército de Ai recibió órdenes de perseguirlos, y al perseguir a Josué se alejaron de la ciudad. 17 No hubo un solo hombre de Ai ni de Betel que no saliera a perseguir a los israelitas; pero en sus ansias por perseguirlos dejaron indefensa la ciudad. 18 Entonces el Señor le dijo a Josué: «Da ya la señal de atacar la ciudad de Ai, que yo te la voy a entregar.»

Josué dio la señal, ordenando el ataque. 19 Entonces los que estaban escondidos salieron rápidamente de su escondite, se lanzaron contra la ciudad y la tomaron, prendiéndole fuego en seguida.

20 Cuando los hombres de Ai volvieron atrás la mirada, vieron que el humo de su ciudad subía hasta el cielo. No tenían escape por ningún lado, porque los israelitas que antes huían hacia el desierto, ahora se lanzaban al ataque. 21 En efecto, al ver Josué y todos los israelitas que los que se habían escondido habían tomado ya la ciudad, y que le habían prendido fuego, se volvieron y atacaron a los de Ai. 22 Luego, los que habían tomado la ciudad salieron de ella, de modo que los de Ai quedaron atrapados entre las dos fuerzas israelitas, las cuales atacaron a los de Ai hasta matarlos a todos. 23 Sólo dejaron con vida al rey de Ai, al cual capturaron y llevaron ante Josué.

24 Después de matar a filo de espada a todos los de Ai que habían salido a perseguirlos, los israelitas regresaron a Ai y mataron a los que quedaban. 25 Aquel día murieron los doce mil habitantes de Ai, hombres y mujeres, 26 pues Josué mantuvo la orden de atacar la ciudad hasta que los destruyeron a todos por completo. 27 Los israelitas se quedaron con los animales y las cosas que había en la ciudad, como el Señor le había dicho a Josué, 28 y Josué quemó Ai y la dejó en ruinas para siempre, tal como se ve todavía. 29 Al rey de Ai lo colgó Josué de un árbol hasta el atardecer, y cuando el sol se puso, mandó que lo bajaran y echaran su cadáver a la entrada de la ciudad, y que amontonaran piedras encima de él. El montón de piedras está allí todavía.

Josué lee la ley en el monte Ebal

30 Entonces Josué construyó en el monte Ebal un altar al Señor, el Dios de Israel, 31 tal como Moisés, el siervo del Señor, se lo había ordenado a los israelitas, y conforme a lo que está escrito en el libro de la ley de Moisés: «Un altar de piedras sin labrar.» Entonces los israelitas ofrecieron holocaustos sobre el altar, y presentaron sacrificios de reconciliación. 32 Luego, en presencia de los israelitas, Josué grabó en las piedras del altar la ley que Moisés les había dado. 33 Entonces todo el pueblo, tanto los descendientes de Israel como los extranjeros, y todos los ancianos, oficiales y jueces, se pusieron a los lados del arca de la alianza del Señor, frente a los sacerdotes levitas que la llevaban en hombros. Para la bendición del pueblo de Israel, la mitad de ellos estaba del lado del monte Guerizim, y la otra mitad del lado del monte Ebal, tal como lo había ordenado desde el principio Moisés, el siervo del Señor.

34 Después Josué leyó cada una de las palabras del libro de la ley, tanto las bendiciones como las maldiciones. 35 No hubo una sola palabra de todo lo que Moisés había mandado, que no leyera Josué ante toda la comunidad de Israel, incluyendo a las mujeres y niños, y aun a los extranjeros que vivían entre ellos.

El pacto con los gabaonitas

Los reyes hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos se enteraron de lo sucedido. (Estos reyes vivían en la orilla occidental del río Jordán, en las montañas, en la llanura y en toda la costa del mar Mediterráneo hasta las regiones del Líbano.) Entonces todos ellos se pusieron de acuerdo y se aliaron para enfrentarse con Josué y los israelitas. Sin embargo, los heveos que vivían en Gabaón supieron lo que Josué había hecho con las ciudades de Jericó y de Ai, y decidieron engañarlo. Se pusieron en camino, echando sobre sus asnos costales y cueros de vino viejos, rotos y remendados; también se pusieron ropa y sandalias viejas y remendadas, y tomaron para el camino únicamente pan seco y mohoso. Cuando llegaron al campamento de Guilgal, dijeron a Josué y a los israelitas:

—Venimos de tierras lejanas. Hagan ustedes un pacto con nosotros.

Los israelitas les contestaron a los heveos:

—A lo mejor ustedes viven por aquí, cerca de nosotros; ¿cómo vamos entonces a hacer un pacto con ustedes?

Pero ellos dijeron a Josué:

—Nosotros nos ponemos al servicio de usted.

Él les preguntó:

—¿Quiénes son ustedes? ¿De dónde vienen?

Y ellos respondieron:

—Venimos de muy lejos, debido a la fama del Señor su Dios. Hemos sabido todo lo que él hizo en Egipto, 10 y lo que les hizo a los dos reyes amorreos al otro lado del río Jordán, es decir, a Sihón de Hesbón y a Og de Basán, que vivía en Astarot. 11 Por eso, nuestros jefes y nuestros compatriotas nos dijeron: “Tomen ustedes provisiones para el camino y vayan a donde ellos están. Díganles que nos ponemos a su servicio y que queremos hacer un pacto con ellos.” 12 Cuando salimos en busca de ustedes, este pan todavía estaba caliente, y ahora ya está mohoso y seco. 13 También estos cueros estaban nuevos cuando los llenamos de vino, y ahora ya están rotos. Y lo mismo ha pasado con nuestra ropa y nuestras sandalias, pues el camino ha sido largo.

14 Los israelitas probaron las provisiones de los gabaonitas, pero no consultaron al Señor. 15 Entonces Josué hizo un pacto de paz con ellos, comprometiéndose a perdonarles la vida; y los demás jefes israelitas juraron hacer lo mismo.

16 Tres días después, los israelitas se enteraron de que los gabaonitas eran vecinos suyos, y de que vivían cerca de ellos. 17 Entonces salieron en busca de los gabaonitas, y al tercer día llegaron a sus ciudades, que eran Gabaón, Quefirá, Beerot y Quiriat-jearim. 18 Pero los israelitas no los mataron, porque los jefes les habían jurado por el Señor y Dios de Israel que les perdonarían la vida.

Por esta razón el pueblo murmuraba contra sus jefes, 19 pero los jefes les dijeron:

—Nosotros les hemos jurado por el Señor, el Dios de Israel, que no los mataríamos. Por eso, ahora no podemos hacerles nada. 20 Tenemos que dejarlos vivir, porque si rompemos el juramento, Dios se enojará con nosotros.

21 Así pues, los jefes israelitas ordenaron que se les dejara con vida, pero que fueran puestos como leñadores y aguadores para todo el pueblo. De esa manera los jefes mantuvieron su promesa.

22 Por su parte, Josué llamó a los gabaonitas y les preguntó:

—¿Por qué nos engañaron diciéndonos que venían de muy lejos, cuando la verdad es que viven aquí mismo? 23 Por esta razón quedarán ustedes bajo maldición, y para siempre serán sirvientes. Tendrán que cortar la leña y sacar el agua que se necesite para la casa de mi Dios.

24 Y ellos contestaron a Josué:

—Nosotros lo hicimos porque teníamos mucho miedo de que usted nos fuera a matar, pues nos enteramos de que el Señor su Dios le había ordenado a Moisés, su siervo, darles a ustedes toda esta región, y destruir a todos los que vivían aquí. 25 Pero estamos en sus manos; haga usted con nosotros lo que le parezca más conveniente.

26 Josué, pues, no permitió que los israelitas mataran a los gabaonitas, 27 pero los destinó a ser leñadores y aguadores para el pueblo y para el altar del Señor, en el lugar que el Señor escogiera. Y todavía hoy los gabaonitas tienen esa ocupación.

La victoria sobre los amorreos

10 Adonisédec, el rey de Jerusalén, tuvo mucho miedo cuando supo que Josué había tomado y destruido Ai, y que había hecho con ella y con su rey lo mismo que antes había hecho con Jericó y su rey, y que los gabaonitas habían hecho la paz con los israelitas y ahora vivían entre ellos. Esto último le causó mucho miedo, pues Gabaón era una ciudad importante, más grande que Ai y comparable a las gobernadas por un rey, y los gabaonitas eran valientes. Por esta razón Adonisédec les mandó el siguiente mensaje a los reyes Hoham de Hebrón, Piram de Jarmut, Jafía de Laquis, y Debir de Eglón: «Vengan acá y ayúdenme a pelear contra Gabaón, pues ha hecho un pacto con Josué y los israelitas.» Así que los cinco reyes amorreos, o sea los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón, se juntaron y marcharon con sus ejércitos para acampar ante Gabaón y atacarla.

Por su parte, los que vivían en Gabaón le mandaron este mensaje a Josué, que estaba en el campamento de Guilgal: «No se niegue usted a ayudar a sus servidores. Venga pronto a ayudarnos y defendernos, pues todos los reyes amorreos de las montañas se han unido para atacarnos.» Entonces Josué salió de Guilgal con todo su ejército de valientes, y el Señor le dijo: «No les tengas miedo, porque yo voy a entregártelos, y ninguno de ellos va a poder hacerte frente.»

Josué salió de Guilgal y, avanzando por la noche, atacó por sorpresa a los amorreos. 10 El Señor hizo que ellos se asustaran mucho ante los israelitas, y así Josué mató a muchísimos en Gabaón. Después los persiguió por el camino de Bet-horón, y siguió matando amorreos hasta Azecá y Maquedá. 11 Al bajar los amorreos la cuesta de Bet-horón, mientras huían de los israelitas, el Señor soltó sobre ellos grandes piedras de granizo, que mataron más amorreos que las espadas de los israelitas.

12 Cuando el Señor entregó a los amorreos en manos de los israelitas, Josué le habló al Señor delante del pueblo y dijo:

«Párate, sol, en Gabaón;
párate, luna, en el valle de Aialón.»

13 Y el sol y la luna se detuvieron
hasta que el pueblo se vengó del enemigo.

Esto es lo que dice el Libro del Justo. El sol se detuvo en medio del cielo, y por casi un día entero no se puso. 14 Ni antes ni después ha habido otro día como aquel en que el Señor escuchó la voz de un hombre, pues el Señor peleaba a favor de Israel.

15 Después Josué y los israelitas volvieron al campamento de Guilgal, 16 y los cinco reyes huyeron y se escondieron en una cueva en Maquedá. 17 Pero más tarde fueron hallados en esa cueva, y así se lo dijeron a Josué. 18 Entonces Josué dio las siguientes órdenes: «Rueden piedras hasta la entrada de la cueva y tápenla, y pongan guardias a la entrada para que los vigilen. 19 Mientras tanto, no se detengan ustedes aquí. Vayan tras el enemigo y atáquenlo por la retaguardia. No los dejen regresar a sus ciudades, porque el Señor y Dios de ustedes los ha entregado en sus manos.»

20 Después que Josué y los israelitas derrotaron por completo a los amorreos, matando a muchísimos de ellos, los amorreos que quedaron con vida se refugiaron en sus ciudades. 21 Pero el pueblo israelita regresó sano y salvo al campamento de Maquedá, donde estaba Josué. Y nadie se atrevía a hablar mal de los israelitas.

22 Entonces Josué dijo: «Destapen la entrada de la cueva y saquen a los cinco reyes.» 23 Así lo hicieron los israelitas, y sacaron de la cueva a los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón. 24 Cuando los trajeron ante Josué, él llamó a todos los hombres de Israel, y dijo a los jefes militares que estaban con él: «Acérquense y pongan el pie sobre el cuello de estos reyes.» Ellos lo hicieron así, 25 y entonces Josué les dijo: «No tengan miedo ni se desanimen; al contrario, tengan valor y firmeza, porque esto mismo hará el Señor con todos los enemigos de ustedes.»

26 Después Josué mató a los reyes y mandó que colgaran a cada uno de un árbol, y allí los dejaron hasta el atardecer. 27 Cuando ya el sol se iba a poner, mandó Josué que los bajaran de los árboles y los echaran en la misma cueva en que se habían escondido. Después taparon la entrada de la cueva con unas piedras enormes que, por cierto, todavía están allí.

Otras conquistas

28 Ese mismo día, Josué tomó la ciudad de Maquedá y la destruyó por completo; mató a filo de espada a todos los que vivían en ella, y no dejó a nadie con vida. Hizo con el rey de Maquedá lo mismo que había hecho con el de Jericó.

29 De allí, Josué y los israelitas se fueron a la ciudad de Libná y la atacaron. 30 El Señor les entregó también esta ciudad y su rey. No quedó nada ni nadie con vida, e hizo con el rey de Libná lo mismo que con el de Jericó.

31 Después Josué y los israelitas se fueron de Libná a Laquis, y acamparon ante la ciudad y la atacaron. 32 Al segundo día, el Señor les entregó Laquis y, como en Libná, los israelitas mataron a filo de espada a todas las personas y los animales que vivían allí. 33 Horam, el rey de Guézer, salió con su ejército a defender Laquis, pero Josué lo derrotó y no dejó a nadie con vida.

34 Después de Laquis, Josué y los israelitas fueron a la ciudad de Eglón, acamparon ante ella y la atacaron. 35 Ese mismo día la tomaron, y mataron a filo de espada a todos los que vivían allí, destruyéndolos por completo como habían hecho con Laquis.

36 De Eglón siguieron a la ciudad de Hebrón, y la atacaron. 37 Cuando la tomaron, la destruyeron por completo y mataron a filo de espada al rey y a todas las personas y los animales que vivían allí y en los pueblos vecinos, tal como lo habían hecho en Eglón.

38 De allí, Josué y los israelitas se dirigieron a la ciudad de Debir y la atacaron, 39 matando a filo de espada a su rey y a los habitantes de los pueblos vecinos. Ni un solo habitante de Debir quedó con vida; todos fueron aniquilados, tal como lo habían hecho con Hebrón y Libná y con sus reyes.

40 Así pues, Josué conquistó toda la región. Derrotó a los reyes de las montañas, del Négueb, de los llanos y de las cuestas. Lo destruyó todo y los mató a todos; no quedó nada, ni dejó vivo a nadie, tal y como el Señor, el Dios de Israel, se lo había ordenado. 41-42 De una sola vez derrotó a los reyes y conquistó todos sus territorios entre Cadés-barnea y Gaza, y toda la región de Gosen hasta la ciudad de Gabaón, porque el Señor, el Dios de Israel, peleaba en favor de los israelitas. 43 Después Josué volvió al campamento de Guilgal con todos los israelitas.

Josué derrota a Jabín y sus aliados

11 Cuando Jabín, el rey de Hasor, supo todo esto, mandó mensajeros para hacer un pacto con el rey Jobab de Madón y con los reyes de Simrón y de Acsaf, y con todos los reyes de la región montañosa del norte, del valle del Jordán al sur del lago Quinéret, de la llanura y de las cercanías de Dor hacia el oeste, con los cananeos del este y del oeste, con los amorreos, los hititas, los ferezeos, los jebuseos de las montañas y los heveos del monte Hermón, en la región de Mispá. Todos estos reyes salieron con sus ejércitos y con muchísimos caballos y carros de guerra. Eran tantos los soldados que no se podían contar, como los granitos de arena a la orilla del mar. Todos ellos hicieron un pacto, y acamparon junto a las aguas de Merom, para atacar a los israelitas.

Pero el Señor le dijo a Josué: «No les tengas miedo, porque yo haré que mañana, a esta misma hora, todos ellos caigan muertos delante de ustedes. Y tú, rómpeles las patas a sus caballos y prende fuego a sus carros de guerra.»

Entonces Josué y todos sus guerreros los atacaron por sorpresa junto a las aguas de Merom, y el Señor les dio la victoria a los israelitas, de modo que los fueron atacando y persiguiendo hasta la gran ciudad de Sidón y Misrefot-maim, y por el oriente hasta el llano de Mispá. Ni uno solo de ellos quedó con vida. Josué cumplió con lo que el Señor le había ordenado, pues les rompió las patas a los caballos del enemigo y quemó sus carros de guerra.

10 Después regresó y tomó la ciudad de Hasor, que había sido el centro de aquel pacto, y mató a su rey 11 y a todos los que vivían allí. Todo lo destruyeron por completo, y quemaron la ciudad. 12 Y lo mismo hizo con las demás ciudades de aquel pacto: las tomó y mató a sus reyes, y los destruyó por completo, tal como se lo había mandado Moisés, el siervo del Señor. 13 Sin embargo, los israelitas no quemaron ninguna de las ciudades que estaban sobre colinas, sino solamente a Hasor. 14 Mataron a filo de espada a todos los que vivían en esas ciudades, sin dejar con vida a ninguno, y tomaron posesión de todos los animales y cosas que había en ellas.

Josué cumple las órdenes de Moisés

15 El Señor le había dado sus órdenes a Moisés, y Moisés se las dio a Josué, quien las cumplió en todo, sin pasar por alto ninguna de ellas. 16 Josué conquistó toda aquella región, es decir, la región montañosa, todo el Négueb, toda la tierra de Gosen, la llanura y el valle del Jordán, y todas las montañas y los llanos de Israel. 17 Desde el monte Halac, que se levanta hacia Seír, hasta Baal-gad, que está en los llanos del Líbano, al pie del monte Hermón, Josué capturó y mató a todos los reyes de la región, 18 tras pelear contra ellos por mucho tiempo. 19 La única ciudad que hizo un pacto con los israelitas fue la de los heveos de Gabaón. Todo lo demás fue tomado a la fuerza, 20 pues el Señor hizo que los enemigos se pusieran tercos y resistieran a los israelitas, para que los israelitas los destruyeran por completo y sin misericordia, tal como el Señor se lo había ordenado a Moisés.

21 También por aquel entonces, Josué conquistó y destruyó por completo todas las ciudades de los anaquitas que vivían en el monte Hebrón, en Debir, en Anab y en todos los montes de Judá y de Israel, 22 de modo que no quedó ni un solo descendiente del gigante Anac en todo el territorio de Israel. Sólo quedaron descendientes del gigante Anac en Gaza, Gat y Asdod.

23 Así pues, Josué conquistó toda la tierra, de acuerdo con todo lo que el Señor le había dicho a Moisés. Luego la repartió entre las tribus de Israel, para que fuera su herencia. Después de eso hubo paz en la región.

Resumen de las conquistas de Moisés

12 Éstos son los reyes que los israelitas derrotaron al este del río Jordán, y los territorios que conquistaron desde el río Arnón hasta el monte Hermón, con toda la región oriental del valle del Jordán:

Sihón, rey de los amorreos, que vivía en Hesbón. Su reino se extendía desde Aroer, a la orilla del río Arnón, y desde la parte central del valle hasta el río Jaboc, donde empezaba el territorio de los amonitas (es decir, como la mitad de Galaad), y dominaba también la parte oriental del valle del Jordán, desde el lago Quinéret hasta el Mar Muerto, en dirección de Bet-jesimot, y hacia el sur hasta el pie del monte Pisgá.

Og, rey de Basán, uno de los últimos refaítas, que vivía en Astarot y en Edrei. Su dominio se extendía desde el monte Hermón, y desde Salcá, y desde toda la región de Basán, hasta la frontera de Guesur y de Maacá, y hasta la otra mitad de Galaad, que era de Sihón, el rey de Hesbón.

Moisés y los israelitas derrotaron a estos reyes, y Moisés les dio estos territorios a las tribus de Rubén y de Gad y a la media tribu de Manasés.

Resumen de las conquistas de Josué

Éstos son los reyes que Josué y los israelitas derrotaron en la región occidental del río Jordán, comprendida entre Baal-gad, en el valle del Líbano, y el monte Halac, que se levanta hacia Seír. Josué repartió las tierras de estos reyes entre las tribus israelitas, dándoles en propiedad permanente la región montañosa, la llanura, el valle del Jordán, las laderas, las tierras del desierto y el Négueb. Estas tierras habían sido de los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos.

Los reyes derrotados fueron los siguientes: el de Jericó, el de Ai, ciudad cercana a Betel, 10 el de Jerusalén, el de Hebrón, 11 el de Jarmut, el de Laquis, 12 el de Eglón, el de Guézer, 13 el de Debir, el de Guéder, 14 el de Hormá, el de Arad, 15 el de Libná, el de Adulam, 16 el de Maquedá, el de Betel, 17 el de Tapúah, el de Héfer, 18 el de Afec, el de Sarón, 19 el de Madón, el de Hasor, 20 el de Simron-merón, el de Acsaf, 21 el de Taanac, el de Meguido, 22 el de Quedes, el de Jocneam del Carmelo, 23 el de Dor, en la provincia de Dor, el de Goím de Guilgal 24 y el de Tirsá. Fueron treinta y un reyes en total.