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Pero al amanecer del día siguiente Dios dispuso que un gusano la hiriera, y la planta se marchitó. Al salir el sol, Dios dispuso un viento oriental abrasador. Además, el sol hería a Jonás en la cabeza, de modo que este desfallecía. Con deseos de morirse, exclamó: «¡Prefiero morir que seguir viviendo!»

Pero Dios le dijo a Jonás:

―¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta?

―¡Claro que la tengo! —le respondió—. ¡Me muero de rabia!

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