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«¡Quién pesara en balanza mi tristeza y mis congojas! Porque son más pesadas que la arena de mil playas. De ahí nació mi hablar impertinente. Porque el Señor me ha derribado con sus flechas: en lo profundo de mi corazón ha clavado sus dardos venenosos. Todos los terrores de Dios militan contra mí.

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