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¡Oh, si yo pudiera saber dónde
hallar a Dios!
Entonces iría hasta su morada,
expondría delante de él mi causa
y llenaría mi boca de argumentos.
Yo sabría las palabras que él
me respondiera,
y entendería lo que me dijera.
¿Contendería conmigo
con la grandeza de su fuerza?
No; más bien, él me prestaría atención.
Allí el justo podría argüir con él,
y yo me libraría para siempre
de mi Juez.
»Si voy al oriente él no está allí;
y si voy al occidente no lo percibo.
Cuando él actúa en el norte no lo diviso; se vuelve al sur pero no lo veo.

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