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Cuarta respuesta de Job

16 Job le contestó a Elifaz:

«Todo lo que ustedes han dicho
lo he escuchado muchas veces;
¡y no fue ningún consuelo!
¿Qué es lo que tanto les molesta?
¿Por qué no me dejan en paz?
4-5 Si estuvieran en mi lugar,
verían que no necesito tanta palabrería.
¡Lo que necesito es que me animen,
que calmen mi sufrimiento!

»¿Qué se gana con hablar?
¡Mi dolor no me deja
ni tampoco se calma!
Dios ha acabado conmigo
y con toda mi familia.
Me tiene arrinconado,
se levanta y me condena;
lo que ha dejado de mí
es sólo un montón de huesos.

»Tan enojado está Dios conmigo
que me persigue y me despedaza;
me considera su enemigo.
Me mira con rabia
y me muestra los dientes.
10 Mis enemigos
se han puesto en mi contra;
se burlan de mí y me dan bofetadas.
11 Dios me dejó caer
en manos de gente malvada.
12-14 Antes, yo vivía tranquilo;
pero Dios me agarró por el cuello
y me hizo objeto de sus ataques.
Se lanzó contra mí como un guerrero
y me abrió una herida tras otra,
destrozándome sin ninguna compasión.
¡Regados por el suelo quedaron
mi hígado y mis riñones!

15 »Me vestí con ropas ásperas,
para mostrar mi angustia;
¡mi orgullo ha quedado por el suelo!
16 De tanto llorar tengo roja la cara;
mis ojos muestran profundas ojeras.
17 ¿Por qué no aceptan
que no soy un malvado,
y que es sincera mi oración?

18 »Si acaso muero,
espero que la tierra
no oculte mi inocencia.
19 Yo sé que en el cielo
tengo un testigo a mi favor.
Allí sin duda, está mi abogado.
20 Ante Dios lloro amargamente,
porque mis amigos se burlan de mí.
21 Dios me defenderá
como quien defiende a un amigo.
22 En unos cuantos años
estaré en la tumba, y ya no volveré.

Job se queja contra Dios

16 Respondió Job, y dijo:

Muchas veces he oído cosas como estas;

Consoladores molestos sois todos vosotros.

¿Tendrán fin las palabras vacías?

¿O qué te anima a responder?

También yo podría hablar como vosotros,

Si vuestra alma estuviera en lugar de la mía;

Yo podría hilvanar contra vosotros palabras,

Y sobre vosotros mover mi cabeza.

Pero yo os alentaría con mis palabras,

Y la consolación de mis labios apaciguaría vuestro dolor.

Si hablo, mi dolor no cesa;

Y si dejo de hablar, no se aparta de mí.

Pero ahora tú me has fatigado;

Has asolado toda mi compañía.

Tú me has llenado de arrugas; testigo es mi flacura,

Que se levanta contra mí para testificar en mi rostro.

Su furor me despedazó, y me ha sido contrario;

Crujió sus dientes contra mí;

Contra mí aguzó sus ojos mi enemigo.

10 Abrieron contra mí su boca;

Hirieron mis mejillas con afrenta;

Contra mí se juntaron todos.

11 Me ha entregado Dios al mentiroso,

Y en las manos de los impíos me hizo caer.

12 Próspero estaba, y me desmenuzó;

Me arrebató por la cerviz y me despedazó,

Y me puso por blanco suyo.

13 Me rodearon sus flecheros,

Partió mis riñones, y no perdonó;

Mi hiel derramó por tierra.

14 Me quebrantó de quebranto en quebranto;

Corrió contra mí como un gigante.

15 Cosí cilicio sobre mi piel,

Y puse mi cabeza en el polvo.

16 Mi rostro está inflamado con el lloro,

Y mis párpados entenebrecidos,

17 A pesar de no haber iniquidad en mis manos,

Y de haber sido mi oración pura.

18 ¡Oh tierra! no cubras mi sangre,

Y no haya lugar para mi clamor.

19 Mas he aquí que en los cielos está mi testigo,

Y mi testimonio en las alturas.

20 Disputadores son mis amigos;

Mas ante Dios derramaré mis lágrimas.

21 ¡Ojalá pudiese disputar el hombre con Dios,

Como con su prójimo!

22 Mas los años contados vendrán,

Y yo iré por el camino de donde no volveré.