23 Miré a la tierra
    y estaba sin forma y vacía;
miré a los cielos
    y no había luz.
24 Miré las montañas
    y estaban temblando;
    ¡se sacudían todas las colinas!
25 Miré y no quedaba nadie;
    habían huido todas las aves del cielo.
26 Miré y la tierra fértil era un desierto;
    estaban en ruinas todas las ciudades,
por la acción del Señor,
    por causa de su ardiente ira.

27 Así dice el Señor:

«Toda la tierra quedará desolada,
    pero no la destruiré por completo.
28 Por eso la tierra estará de luto
    y los altos cielos se oscurecerán,
pues ya lo dije y no me retractaré;
    lo he decidido y no me volveré atrás».

29 Ante el ruido de jinetes y arqueros
    huye toda la ciudad.
Algunos se meten en los matorrales,
    otros trepan por los peñascos.
Toda la ciudad queda abandonada;
    ¡no queda un solo habitante!

30 ¿Qué piensas hacer, ciudad devastada?
    ¿Para qué te vistes de color púrpura?
    ¿Para qué te pones joyas de oro?
¿Para qué te maquillas los ojos?
    En vano te embelleces,
pues tus amantes te desprecian;
    solo buscan tu muerte.

31 Oigo el grito como de parturienta,
    quejidos como de primeriza.
Es el grito de la hija de Sión, que respira con dificultad;
    que extiende los brazos y dice:
«¡Ay de mí, que desfallezco!
    ¡Estoy en manos de asesinos!».

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