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LAS palabras de Jeremías hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estuvieron en Anathoth, en tierra de Benjamín.

La palabra de Jehová que fué á él en los días de Josías hijo de Amón, rey de Judá, en el año décimotercio de su reinado.

Fué asimismo en días de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, hasta el fin del año undécimo de Sedechîas hijo de Josías, rey de Judá, hasta la cautividad de Jerusalem en el mes quinto.

Fué pues palabra de Jehová á mí, diciendo:

Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que salieses de la matriz te santifiqué, te dí por profeta á las gentes.

Y yo dije: ­Ah! ­ah! ­Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño.

Y díjome Jehová: No digas, soy niño; porque á todo lo que te enviaré irás tú, y dirás todo lo que te mandaré.

No temas delante de ellos, porque contigo soy para librarte, dice Jehová.

Y extendió Jehová su mano, y tocó sobre mi boca; y díjome Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.

10 Mira que te he puesto en este día sobre gentes y sobre reinos, para arrancar y para destruir, y para arruinar y para derribar, y para edificar y para plantar.

11 Y la palabra de Jehová fué á mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Yo veo una vara de almendro.

12 Y díjome Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro mi palabra para ponerla por obra.

13 Y fué á mí palabra de Jehová segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Yo veo una olla que hierve; y su haz está de la parte del aquilón.

14 Y díjome Jehová: Del aquilón se soltará el mal sobre todos los moradores de la tierra.

15 Porque he aquí que yo convoco todas las familias de los reinos del aquilón, dice Jehová; y vendrán, y pondrá cada uno su asiento á la entrada de las puertas de Jerusalem, y junto á todos sus muros en derredor, y en todas las ciudades de Judá.

16 Y á causa de toda su malicia, proferiré mis juicios contra los que me dejaron, é incensaron á dioses extraños, y á hechuras de sus manos se encorvaron.

17 Tú pues, ciñe tus lomos, y te levantarás, y les hablarás todo lo que te mandaré: no temas delante de ellos, porque no te haga yo quebrantar delante de ellos.

18 Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortalecida, y como columna de hierro, y como muro de bronce sobre toda la tierra, á los reyes de Judá, á sus príncipes, á sus sacerdotes, y al pueblo de la tierra.

19 Y pelearán contra ti, mas no te vencerán; porque yo soy contigo, dice Jehová, para librarte.

Y FUÉ á mí palabra de Jehová, diciendo:

Anda, y clama á los oídos de Jerusalem, diciendo: Así dice Jehová: Heme acordado de ti, de la misericordia de tu mocedad, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada.

Santidad era Israel á Jehová, primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoran pecarán; mal vendrá sobre ellos, dice Jehová.

Oid la palabra de Jehová, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel.

Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad, y tornáronse vanos?

Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de tierra de Egipto, que nos hizo andar por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre?

Y os metí en tierra de Carmelo, para que comieseis su fruto y su bien: mas entrasteis, y contaminasteis mi tierra, é hicisteis mi heredad abominable.

Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha.

Por tanto entraré aún en juicio con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé.

10 Porque pasad á las islas de Chîttim y mirad; y enviad á Cedar, y considerad cuidadosamente, y ved si se ha hecho cosa semejante á ésta:

11 Si alguna gente ha mudado sus dioses, bien que ellos no son dioses. Pero mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha.

12 Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová.

13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: dejáronme á mí, fuente de agua viva, por cavar para sí cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas.

14 ¿Es Israel siervo? ¿es esclavo? ¿por qué ha sido dado en presa?

15 Los cachorros de los leones bramaron sobre él, dieron su voz; y pusieron su tierra en soledad; quemadas están sus ciudades, sin morador.

16 Aun los hijos de Noph y de Taphnes te quebrantaron la mollera.

17 ¿No te acarreó esto tu dejar á Jehová tu Dios, cuando te hacía andar por camino?

18 Ahora pues, ¿qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas agua del Nilo? ¿y qué tienes tú en el camino de Asiria, para que bebas agua del río?

19 Tu maldad te castigará, y tu apartamiento te condenará: sabe pues y ve cuán malo y amargo es tu dejar á Jehová tu Dios, y faltar mi temor en tí, dice el Señor Jehová de los ejércitos.

20 Porque desde muy atrás he quebrado tu yugo, y roto tus ataduras; y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol umbroso, corrias tú, oh ramera.

21 Y yo te planté de buen vidueño, simiente verdadera toda ella: ¿cómo pues te me has tornado sarmientos de vid extraña?

22 Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre tí, tu pecado está sellado delante de mí, dijo el Señor Jehová.

23 ¿Como dices: No soy inmunda, nunca anduve tras los Baales? Mira tu proceder en el valle, conoce lo que has hecho, dromedaria ligera que frecuentas sus carreras;

24 Asna montés acostumbrada al desierto, que respira como quiere; ¿de su ocasión quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se cansarán; hallaránla en su mes.

25 Defiende tus pies de andar descalzos, y tu garganta de la sed. Mas dijiste: Hase perdido la esperanza; en ninguna manera: porque extraños he amado y tras ellos tengo de ir.

26 Como se avergüenza el ladrón cuando es tomado, así se avergonzarán la casa de Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes, y sus profetas;

27 Que dicen al leño: Mi padre eres tú; y á la piedra: Tú me has engendrado: pues me volvieron la cerviz, y no el rostro; y en el tiempo de su trabajo dicen: Levántate, y líbranos.

28 ¿Y dónde están tus dioses que hiciste para tí? Levántense, á ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción: porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses.

29 ¿Por qué porfías conmigo? Todos vosotros prevaricasteis contra mí, dice Jehová.

30 Por demás he azotado vuestros hijos; no han recibido corrección. Cuchillo devoró vuestros profetas como león destrozador.

31 Oh generación! ved vosotros la palabra de Jehová. ¿He sido yo á Israel soledad, ó tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Señores somos; nunca más vendremos á tí?

32 ¿Olvídase la virgen de su atavío, ó la desposada de sus sartales? mas mi pueblo se ha olvidado de mí por días que no tienen número.

33 ¿Por qué abonas tu camino para hallar amor, pues aun á las malvadas enseñaste tus caminos?

34 Aun en tus faldas se halló la sangre de las almas de los pobres, de los inocentes: no la hallé en excavación, sino en todas estas cosas.

35 Y dices: Porque soy inocente, de cierto su ira se apartó de mí. He aquí yo entraré en juicio contigo, porque dijiste: No he pecado.

36 ¿Para qué discurres tanto, mudando tus caminos? También serás avergonzada de Egipto, como fuiste avergonzada de Asiria.

37 También saldrás de él con tus manos sobre tu cabeza: porque Jehová deshechó tus confianzas, y en ellas no tendrás buen suceso.

Llamamiento y misión de Jeremías

Las palabras de Jeremías hijo de Hilcías, de los sacerdotes que estuvieron en Anatot, en tierra de Benjamín. Palabra de Jehová que le vino en los días de Josías(A) hijo de Amón, rey de Judá, en el año decimotercero de su reinado. Le vino también en días de Joacim(B) hijo de Josías, rey de Judá, hasta el fin del año undécimo de Sedequías(C) hijo de Josías, rey de Judá, hasta la cautividad de Jerusalén en el mes quinto.

Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: ¡Ah! ¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová. Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca. 10 Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar. 11 La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro.[a] 12 Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro[b] mi palabra para ponerla por obra.

13 Vino a mí la palabra de Jehová por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla que hierve; y su faz está hacia el norte. 14 Me dijo Jehová: Del norte se soltará el mal sobre todos los moradores de esta tierra. 15 Porque he aquí que yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice Jehová; y vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, y junto a todos sus muros en derredor, y contra todas las ciudades de Judá. 16 Y a causa de toda su maldad, proferiré mis juicios contra los que me dejaron, e incensaron a dioses extraños, y la obra de sus manos adoraron. 17 Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos. 18 Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra. 19 Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.

Jehová y la apostasía de Israel

Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada. Santo era Israel a Jehová, primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal venía sobre ellos, dice Jehová.

Oíd la palabra de Jehová, casa de Jacob, y todas las familias de la casa de Israel. Así dijo Jehová: ¿Qué maldad hallaron en mí vuestros padres, que se alejaron de mí, y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos? Y no dijeron: ¿Dónde está Jehová, que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra desierta y despoblada, por tierra seca y de sombra de muerte, por una tierra por la cual no pasó varón, ni allí habitó hombre? Y os introduje en tierra de abundancia, para que comieseis su fruto y su bien; pero entrasteis y contaminasteis mi tierra, e hicisteis abominable mi heredad. Los sacerdotes no dijeron: ¿Dónde está Jehová? y los que tenían la ley no me conocieron; y los pastores se rebelaron contra mí, y los profetas profetizaron en nombre de Baal, y anduvieron tras lo que no aprovecha.

Por tanto, contenderé aún con vosotros, dijo Jehová, y con los hijos de vuestros hijos pleitearé. 10 Porque pasad a las costas de Quitim y mirad; y enviad a Cedar, y considerad cuidadosamente, y ved si se ha hecho cosa semejante a esta. 11 ¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, aunque ellos no son dioses? Sin embargo, mi pueblo ha trocado su gloria por lo que no aprovecha. 12 Espantaos, cielos, sobre esto, y horrorizaos; desolaos en gran manera, dijo Jehová. 13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua.

14 ¿Es Israel siervo? ¿Es esclavo? ¿Por qué ha venido a ser presa? 15 Los cachorros del león rugieron contra él, alzaron su voz, y asolaron su tierra; quemadas están sus ciudades, sin morador. 16 Aun los hijos de Menfis y de Tafnes te quebrantaron la coronilla. 17 ¿No te acarreó esto el haber dejado a Jehová tu Dios, cuando te conducía por el camino? 18 Ahora, pues, ¿qué tienes tú en el camino de Egipto, para que bebas agua del Nilo? ¿Y qué tienes tú en el camino de Asiria, para que bebas agua del Éufrates? 19 Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán; sabe, pues, y ve cuán malo y amargo es el haber dejado tú a Jehová tu Dios, y faltar mi temor en ti, dice el Señor, Jehová de los ejércitos.

20 Porque desde muy atrás rompiste tu yugo y tus ataduras, y dijiste: No serviré. Con todo eso, sobre todo collado alto y debajo de todo árbol frondoso te echabas como ramera. 21 Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña? 22 Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor. 23 ¿Cómo puedes decir: No soy inmunda, nunca anduve tras los baales? Mira tu proceder en el valle, conoce lo que has hecho, dromedaria ligera que tuerce su camino, 24 asna montés acostumbrada al desierto, que en su ardor olfatea el viento. De su lujuria, ¿quién la detendrá? Todos los que la buscaren no se fatigarán, porque en el tiempo de su celo la hallarán. 25 Guarda tus pies de andar descalzos, y tu garganta de la sed. Mas dijiste: No hay remedio en ninguna manera, porque a extraños he amado, y tras ellos he de ir.

26 Como se avergüenza el ladrón cuando es descubierto, así se avergonzará la casa de Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, 27 que dicen a un leño: Mi padre eres tú; y a una piedra: Tú me has engendrado. Porque me volvieron la cerviz, y no el rostro; y en el tiempo de su calamidad dicen: Levántate, y líbranos. 28 ¿Y dónde están tus dioses que hiciste para ti? Levántense ellos, a ver si te podrán librar en el tiempo de tu aflicción; porque según el número de tus ciudades, oh Judá, fueron tus dioses.

29 ¿Por qué porfías conmigo? Todos vosotros prevaricasteis contra mí, dice Jehová. 30 En vano he azotado a vuestros hijos; no han recibido corrección. Vuestra espada devoró a vuestros profetas como león destrozador. 31 ¡Oh generación! atended vosotros a la palabra de Jehová. ¿He sido yo un desierto para Israel, o tierra de tinieblas? ¿Por qué ha dicho mi pueblo: Somos libres; nunca más vendremos a ti? 32 ¿Se olvida la virgen de su atavío, o la desposada de sus galas? Pero mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días.

33 ¿Por qué adornas tu camino para hallar amor? Aun a las malvadas enseñaste tus caminos. 34 Aun en tus faldas se halló la sangre de los pobres, de los inocentes. No los hallaste en ningún delito; sin embargo, en todas estas cosas dices: 35 Soy inocente, de cierto su ira se apartó de mí. He aquí yo entraré en juicio contigo, porque dijiste: No he pecado. 36 ¿Para qué discurres tanto, cambiando tus caminos? También serás avergonzada de Egipto, como fuiste avergonzada de Asiria. 37 También de allí saldrás con tus manos sobre tu cabeza, porque Jehová desechó a aquellos en quienes tú confiabas, y no prosperarás por ellos.

Footnotes

  1. Jeremías 1:11 Heb. shaked.
  2. Jeremías 1:12 Heb. shoked.

Estas son las palabras de Jeremías, hijo de Jilquías. Jeremías provenía de una familia sacerdotal de Anatot, ciudad del territorio de Benjamín. La palabra del Señor vino a Jeremías en el año trece del reinado de Josías, hijo de Amón y rey de Judá. También vino a él durante el reinado de Joacim, hijo de Josías y rey de Judá, hasta el fin del reinado de Sedequías, hijo de Josías y rey de Judá; es decir, hasta el quinto mes del año undécimo de su reinado, cuando la población de Jerusalén fue deportada.

Llamamiento de Jeremías

La palabra del Señor vino a mí y me dijo:

«Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido;
    antes de que nacieras, ya te había apartado;
    te había nombrado profeta para las naciones».

Yo respondí:

«¡Ah, mi Señor y Dios! ¡Soy muy joven y no sé hablar!».

Pero el Señor me dijo:

«No digas: “Soy muy joven”, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe y vas a decir todo lo que yo te ordene. No tengas temor delante de ellos que yo estoy contigo para librarte», afirma el Señor.

Luego extendió el Señor la mano y, tocándome la boca, me dijo:

«He puesto en tu boca mis palabras. 10 Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos, para arrancar y derribar, para destruir y demoler, para construir y plantar».

11 La palabra del Señor vino a mí y me dijo:

«¿Qué es lo que ves, Jeremías?».

«Veo una rama de almendro», respondí.

12 «Has visto bien —dijo el Señor— porque yo estoy vigilando[a] para que se cumpla mi palabra».

13 La palabra del Señor vino a mí por segunda vez y me dijo:

«¿Qué es lo que ves?».

«Veo una olla que hierve y se derrama desde el norte», respondí.

14 Entonces el Señor me dijo:

«Desde el norte se derramará la calamidad sobre todos los habitantes de esta tierra. 15 Yo estoy por convocar a todas las tribus de los reinos del norte», afirma el Señor.

«Vendrán y cada uno pondrá su trono
    a la entrada misma de Jerusalén;
vendrán contra todos los muros que la rodean
    y contra todas las ciudades de Judá.
16 Yo dictaré sentencia contra mi pueblo
    por toda su maldad,
    porque me ha abandonado;
ha quemado incienso a otros dioses
    y ha adorado las obras de sus manos.

17 »Pero tú, ¡prepárate! Ve y diles todo lo que yo te ordene. No estés aterrorizado ante ellos, pues de lo contrario te aterrorizaré ante ellos. 18 Hoy te he puesto como ciudad fortificada, como columna de hierro y muro de bronce contra todo el país, contra los reyes de Judá, contra sus oficiales y sus sacerdotes y contra el pueblo de la tierra. 19 Pelearán contra ti, pero no podrán vencerte porque yo estoy contigo para librarte», afirma el Señor.

Israel abandona a Dios

La palabra del Señor vino a mí y me dijo: «Ve y proclama a oídos de Jerusalén que así dice el Señor:

»“Recuerdo la fidelidad de tu juventud,
    tu amor de novia,
cuando me seguías por el desierto,
    por tierras no cultivadas.
Israel estaba consagrado al Señor,
    era las primicias de su cosecha;
todo el que comía de él sufría las consecuencias,
    les sobrevenía la calamidad”»,
    afirma el Señor.

¡Escuchen la palabra del Señor, descendientes de Jacob,
    todas las familias del pueblo de Israel!

Así dice el Señor:

«¿Qué injusticia vieron en mí sus antepasados
    que se alejaron tanto de mí?
Se fueron tras ídolos sin valor
    y en algo sin valor se convirtieron.
Nunca preguntaron:
“¿Dónde está el Señor
    que nos hizo subir de Egipto,
que nos guio por el desierto,
    por tierra árida y accidentada,
por tierra reseca y tenebrosa,
    por tierra que nadie transita
    y en la que nadie vive?”.
Yo los traje a una tierra fértil,
    para que comieran de sus buenos frutos.
Pero ustedes vinieron y contaminaron mi tierra;
    hicieron de mi heredad algo abominable.
Nunca preguntaron los sacerdotes:
    “¿Dónde está el Señor?”.
Los que se ocupaban de la Ley jamás me conocieron;
    los pastores se rebelaron contra mí,
profetizaron en nombre de Baal
    y se fueron tras dioses que para nada sirven.

»Por eso, aún voy a entablar un litigio contra ustedes,
    y también litigaré contra los hijos de sus hijos»,
    afirma el Señor.
10 «Crucen a las costas de Chipre y miren;
    envíen mensajeros a Cedar[b] e infórmense bien;
    fíjense si ha sucedido algo semejante:
11 ¿Hay alguna nación que haya cambiado de dioses,
    a pesar de que no son dioses?
¡Pues mi pueblo ha cambiado su Gloria
    por lo que no sirve para nada!
12 ¡Espántense, cielos, ante esto!
    ¡Tiemblen y queden horrorizados!»,
    afirma el Señor.
13 «Dos son los pecados que ha cometido mi pueblo:
    Me han abandonado a mí,
    fuente de agua viva,
y han cavado sus propias cisternas,
    cisternas rotas que no retienen agua.
14 ¿Acaso es Israel un esclavo?
    ¿Nació en la esclavitud?
    ¿Por qué entonces se ha convertido en presa?
15 Los leones rugieron contra él,
    lanzaron fuertes gruñidos.
Dejaron desolado su país,
    sus ciudades fueron incendiadas
    y ya nadie las habita.
16 Para colmo de males, los de Menfis[c] y los de Tafnes
    te raparon la cabeza.
17 ¿No te ha pasado todo esto
    por haber abandonado al Señor tu Dios,
    mientras él te guiaba por el camino?
18 Y ahora, ¿qué sacas con ir a Egipto
    a beber agua del Nilo?[d]
¿Qué sacas con ir a Asiria
    a beber agua del Éufrates?
19 Tu maldad te castigará,
    tu infidelidad te recriminará.
Ponte a pensar cuán malo y amargo
    es abandonar al Señor tu Dios
    y no sentir temor de mí»,
    afirma el Señor, el Señor de los Ejércitos.

20 «Desde hace mucho quebraste el yugo;
    te quitaste las ataduras
    y dijiste: “¡No quiero servirte!”.
Sobre toda colina alta
    y bajo todo árbol frondoso,
    te entregaste a la prostitución.
21 Yo te planté, como vid selecta,
    con semilla genuina.
¿Cómo es que te has convertido
    en una vid degenerada y extraña?
22 Aunque te laves con lejía
    y te frotes con mucho jabón,
    ante mí seguirá presente la mancha de tu iniquidad»,
    afirma el Señor y Dios.
23 «¿Cómo puedes decir:
    “No me he contaminado
    ni me he ido tras los baales”?
¡Considera tu conducta en el valle!
    ¡Reconoce lo que has hecho!
¡Camella joven y arisca
    que corre para todos lados!
24 ¡Asna salvaje acostumbrada al desierto!
    Cuando ardes en deseos, olfateas el viento;
    cuando estás en celo, no hay quien te detenga.
Ningún macho que te busque tiene que fatigarse:
    cuando estás en celo, fácilmente te encuentra.
25 No andes con pies descalzos, que te lastimas,
    ni dejes que la garganta se te reseque.
Pero tú insistes: “¡No tengo remedio!
    Amo a dioses extraños
    y tras ellos me iré”.

26 »El pueblo de Israel se avergonzará,
    junto con sus reyes y sus oficiales,
sacerdotes y profetas,
    como se avergüenza el ladrón cuando lo descubren.
27 A un trozo de madera le dicen:
    “Tú eres mi padre”,
y a una piedra le repiten:
    “Tú me has dado a luz”.
Me han vuelto la espalda;
    no quieren darme la cara.
Pero les llega la desgracia y me dicen:
    “¡Levántate y sálvanos!”.
28 ¿Dónde están, Judá, los dioses que te fabricaste?
    ¡Tienes tantos dioses como ciudades!
¡Diles que se levanten!
    ¡A ver si te salvan cuando caigas en desgracia!

29 »¿Por qué litigan conmigo?
    Todos ustedes se han rebelado contra mí»,
    afirma el Señor.
30 «En vano castigo a tus hijos,
    pues rechazan mi corrección.
Cual si fuera un león feroz,
    la espada de ustedes devoró a sus profetas.

31 »Pero ustedes, los de esta generación, presten atención a la palabra del Señor:

»¿Acaso he sido para Israel
    un desierto o una tierra tenebrosa?
¿Por qué dice mi pueblo:
    “Somos libres, nunca más volveremos a ti”?
32 ¿Acaso una joven se olvida de sus joyas
    o una novia de su atavío?
¡Pues hace muchísimo tiempo
    que mi pueblo se olvidó de mí!
33 ¡Qué hábil eres para conseguir amantes!
    ¡Hasta las malas mujeres han aprendido de ti!
34 Tienes la ropa manchada de sangre,
    de sangre de gente pobre e inocente,
    a los que nunca sorprendiste robando.
Por todo esto 35 te voy a juzgar:
    por alegar que no has pecado,
por insistir en tu inocencia,
    por afirmar: “¡Dios ya no está enojado conmigo!”.
36 ¿Por qué cambias con tanta ligereza tu parecer?[e]
    Pues también Egipto te defraudará,
    como te defraudó Asiria.
37 Saldrás de allí con las manos en la cabeza,
    porque el Señor ha rechazado
a aquellos en quienes confías,
    y no prosperarás con ellos.

Footnotes

  1. 1:11-12 En hebreo, las palabras que corresponden a almendro y yo estoy vigilando tienen un sonido parecido.
  2. 2:10 Cedar. Asentamiento de tribus beduinas en el desierto siro-arábigo.
  3. 2:16 Menfis. Lit. Nof.
  4. 2:18 Hebreo: Sijor, un brazo del río Nilo.
  5. 2:36 tu parecer. Alt. tus aliados.

PALABRA fiel: Si alguno apetece obispado, buena obra desea.

Conviene, pues, que el obispo sea irreprensible, marido de una mujer, solícito, templado, compuesto, hospedador, apto para enseñar;

No amador del vino, no heridor, no codicioso de torpes ganancias, sino moderado, no litigioso, ajeno de avaricia;

Que gobierne bien su casa, que tenga sus hijos en sujeción con toda honestidad;

(Porque el que no sabe gobernar su casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?)

No un neófito, porque inflándose no caiga en juicio del diablo.

También conviene que tenga buen testimonio de los extraños, porque no caiga en afrenta y en lazo del diablo.

Los diáconos asimismo, deben ser honestos, no bilingües, no dados á mucho vino, no amadores de torpes ganancias;

Que tengan el misterio de la fe con limpia conciencia.

10 Y éstos también sean antes probados; y así ministren, si fueren sin crimen.

11 Las mujeres asimismo, honestas, no detractoras, templadas, fieles en todo.

12 Los diáconos sean maridos de una mujer, que gobiernen bien sus hijos y sus casas.

13 Porque los que bien ministraren, ganan para sí buen grado, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.

14 Esto te escribo con esperanza que iré presto á ti:

15 Y si no fuere tan presto, para que sepas cómo te conviene conversar en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y apoyo de la verdad.

16 Y sin cotradicción, grande es el misterio de la piedad: Dios ha sido manifestado en carne; ha sido justificado con el Espíritu; ha sido visto de los ángeles; ha sido predicado á los Gentiles; ha sido creído en el mundo; ha sido recibido en gloria.

Requisitos de los obispos

Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo del diablo.(A)

Requisitos de los diáconos

Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia. 10 Y estos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles. 11 Las mujeres asimismo sean honestas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo. 12 Los diáconos sean maridos de una sola mujer, y que gobiernen bien sus hijos y sus casas. 13 Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo Jesús.

El misterio de la piedad

14 Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, 15 para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad. 16 E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Dios fue manifestado en carne,

Justificado en el Espíritu,

Visto de los ángeles,

Predicado a los gentiles,

Creído en el mundo,

Recibido arriba en gloria.

Obispos y diáconos

Se dice, y es verdad, que si alguno desea ser obispo, a noble función aspira. Así que el obispo debe ser intachable, esposo de una sola mujer, moderado, sensato, respetable, hospitalario y capaz de enseñar. No debe ser borracho ni violento, sino respetuoso, apacible y no amante del dinero. Debe gobernar bien su casa y hacer que sus hijos le obedezcan con el debido respeto; porque el que no sabe gobernar su propia familia, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios? No debe ser un recién convertido, no sea que se vuelva presuntuoso y caiga en la misma condenación en que cayó el diablo. Se requiere además que hablen bien de él los que no pertenecen a la iglesia,[a] para que no caiga en descrédito y en la trampa del diablo.

Los diáconos, igualmente, deben ser honorables, sinceros, no amigos del mucho vino ni codiciosos de las ganancias mal habidas. Deben guardar, con una conciencia limpia, el misterio de la fe. 10 Que primero sean puestos a prueba y después, si no hay nada de qué reprenderlos, que sirvan como diáconos.

11 Así mismo, las esposas de los diáconos[b] deben ser honorables, no calumniadoras, sino moderadas y dignas de toda confianza.

12 El diácono debe ser esposo de una sola mujer y gobernar bien a sus hijos y su propia casa. 13 Los que ejercen bien el diaconado se ganan un lugar de honor y adquieren mayor confianza para hablar de su fe en Cristo Jesús.

14 Aunque espero ir pronto a verte, escribo estas instrucciones para que, 15 si me retraso, sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. 16 No hay duda de que es grande el misterio de nuestra fe:[c]

Él[d] se manifestó como hombre;
    fue justificado por el Espíritu,
visto por los ángeles,
    proclamado entre las naciones,
creído en el mundo,
    recibido en la gloria.

Footnotes

  1. 3:7 hablen … iglesia. Lit. tenga buen testimonio de los de afuera.
  2. 3:11 las esposas de los diáconos. Alt. las diaconisas.
  3. 3:16 de nuestra fe. Lit. de nuestra devoción.
  4. 3:16 Él. Lit. Quien. Var. Dios.