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Escucho su conversación, y ¿qué oigo? ¿Hay quien lamente haber pecado? ¿Hay quien diga: «¡Qué terrible lo que hice!»? ¡No, todos viven felices en medio de sus actos malvados! ¡Hasta se me figuran caballos desbocados cuando perdieron al jinete en medio de la batalla!

Y es que hasta la cigüeña conoce el tiempo de su migración, así como la tórtola, la grulla y la golondrina. Cada año retornan en el tiempo que Dios les ha fijado; ¡pero no así mi pueblo! No aceptan la guía que ofrecen las leyes de Dios.

¿Cómo pueden decir: «Las leyes del Señor entendemos», cuando sus maestros las han torcido, dándoles interpretaciones contrarias a lo que yo dije?

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