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He escuchado con suma atención,
    para ver si alguien habla con rectitud,
pero nadie se arrepiente de su maldad;
    nadie reconoce el mal que ha hecho.
Todos siguen su loca carrera,
    como caballos desbocados en combate.
Aun la cigüeña en el cielo
    conoce sus estaciones;
la tórtola, la golondrina y la grulla
    saben cuándo deben emigrar.
Pero mi pueblo no conoce
    las leyes del Señor.

»”¿Cómo os atrevéis a decir:
    ‘Somos sabios; la ley del Señor nos apoya’,
si la pluma engañosa de los escribas
    la ha falsificado?

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