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26 Oh hija de mi pueblo, cíñete de cilicio y revuélcate en ceniza. Haz duelo como por hijo único, llanto de amargura; porque súbitamente vendrá sobre nosotros el destructor.

27 “Te he puesto en la torre como un centinela en medio de mi pueblo. Conoce, pues, y observa el camino de ellos. 28 Todos ellos son de lo más obstinados y andan calumniando. Son bronce y hierro; todos ellos son corruptores.

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