»Supongamos que un hombre se divorcia de su mujer
    y que ella lo deja para casarse con otro.
¿Podría volver el primero a casarse con ella?
    ¿No quedará la tierra completamente contaminada?
Pues bien, tú te has prostituido con muchos amantes
    y ya no podrás volver a mí»,
    afirma el Señor.
«Fíjate bien en esas lomas desoladas:
    ¿Hay algún lugar donde no fuiste deshonrada?
Como un beduino en el desierto,
    te sentabas junto al camino, a la espera de tus amantes.
Has contaminado la tierra
    con tus prostituciones y maldades.
Por eso se demoraron las lluvias
    y no llegaron los aguaceros de primavera.
Tienes el descaro de una prostituta;
    ¡no conoces la vergüenza!
No hace mucho me llamabas:
    “Padre mío, amigo de mi juventud,
¿vas a estar siempre enojado?
    ¿Guardarás rencor eternamente?”.
Y mientras hablabas,
    hacías todo el mal posible».

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