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“¿Para qué ayunamos si no nos miras,
nos mortificamos y no te das cuenta?”.
Porque el día de ayuno buscáis vuestro interés
y sois implacables con vuestros sirvientes.
Ayunáis, sí, pero entre pleitos y disputas,
repartiendo puñetazos sin piedad.
No ayunéis como hacéis ahora,
si queréis que se oiga en el cielo vuestra voz.
¿Creéis que es este el ayuno que deseo
cuando uno decide mortificarse:
que mueva su cabeza como un junco,
que se acueste sobre saco y ceniza?
¿A esto llamáis ayuno,
día agradable al Señor?
Este es el ayuno que deseo:
abrir las prisiones injustas,
romper las correas del cepo,
dejar libres a los oprimidos,
destrozar todos los cepos;
compartir tu alimento con el hambriento,
acoger en tu casa a los vagabundos,
vestir al que veas desnudo,
y no cerrarte a tus semejantes.

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