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Juicio y salvación final

65 El Señor dice:

«Estaba listo para responder, pero nadie me pedía ayuda;
    estaba listo para dejarme encontrar, pero nadie me buscaba.
“¡Aquí estoy, aquí estoy!”,
    dije a una nación que no invocaba mi nombre.[a]
Todo el día abrí mis brazos a un pueblo rebelde.[b]
    Pero ellos siguen sus malos caminos
    y sus planes torcidos.
Todo el día me insultan en mi propia cara
    al rendir culto a ídolos en sus huertos sagrados
    y al quemar incienso en altares paganos.
De noche andan entre las tumbas
    para rendir culto a los muertos.
Comen carne de cerdo
    y hacen guisos con otros alimentos prohibidos.
Sin embargo, se dicen unos a otros:
    “¡No te acerques demasiado, porque me contaminarás!
    ¡Yo soy más santo que tú!”.
Ese pueblo es un hedor para mi nariz,
    un olor irritante que nunca desaparece.

»Miren, tengo escrito mi decreto[c] delante de mí:
    no me quedaré callado;
les daré el pago que se merecen.
    Sí, les daré su merecido,

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Footnotes

  1. 65:1 O a una nación que no llevaba mi nombre.
  2. 65:1-2 La versión griega dice Me encontraron personas que no me buscaban. / Me mostré a los que no preguntaban por mí. / Todo el día les abrí mis brazos, / pero ellos fueron desobedientes y rebeldes. Comparar Rm 10:20-21.
  3. 65:6 O Miren, sus pecados están escritos; en hebreo dice Miren, escrito está.

El Señor explica las razones de su silencio

65 Yo ofrecía respuesta a quienes no preguntaban,
me dejaba encontrar por quienes no me buscaban.
Yo decía: “Aquí estoy, aquí estoy”
a un pueblo que no invocaba mi nombre.
Todo el día extendía mis manos
en dirección a un pueblo rebelde,
que llevaba un camino equivocado,
siempre detrás de sus caprichos;
un pueblo que me andaba provocando
cara a cara, sin descanso,
que sacrificaba en jardines sagrados,
que ofrecía incienso sobre ladrillos,
que frecuentaba cuevas sepulcrales
y pernoctaba dentro de las grutas,
que comía carne de puerco,
con caldo impuro en sus platos,
que decía: “No te acerques,
no me toques, que estoy consagrado”.
Todo esto enciende mi cólera,
como un fuego que arde sin parar.
Lo tengo todo escrito, a la vista,
y no pararé hasta haceros pagar

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Castigo para los rebeldes

65 «He ayudado a los que no me pedían ayuda,
    he dejado que me encontraran los que no me buscaban.
Le dije: “Aquí estoy, aquí estoy”
    a una nación que no me llamaba por mi nombre.
Extendí mis manos todo el día
    a un pueblo rebelde que andaba en malos pasos,
    siguiendo sus malos pensamientos.
Son un pueblo que en mi propia cara
    continuamente me ha provocado,
haciendo sacrificios en jardines
    y ofreciendo incienso en altares.[a]
Se sentaban en los sepulcros
    y pasaban la noche en cuevas;
comían carne de cerdo
    y hacían en sus ollas comidas impuras.
Dicen: “Apártate, no te me acerques,
    porque soy demasiado santo para ti”.
Gente así es como humo en mi nariz,
    como fuego que arde todo el día.

»Fíjate, está escrito ante mí,
    y no voy a quedarme callado.
Voy a darles el pago que se merecen,
    les voy a dar su merecido en su regazo.

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Footnotes

  1. 65:3 sacrificios […] en altares Prácticas de adoración a dioses falsos.

Acusación contra los rebeldes

65 El Señor dice:
«Los que no me habían pedido nada
fueron los que acudieron a mí;
los que no me habían buscado
fueron los que me encontraron.
A un pueblo que no me había invocado
fue al que le dije: “Aquí estoy.”
Todo el día extendí mis manos
para atraer a un pueblo rebelde
que iba por caminos perversos
siguiendo sus propios caprichos;
un pueblo que en mi propia cara
me ofendía continuamente;
que ofrecía sacrificios a los dioses en los jardines
y quemaba incienso en altares de ladrillo;
que se sentaba entre los sepulcros
y pasaba las noches en sitios escondidos;
que comía carne de cerdo
y llenaba sus ollas de caldos impuros.
Dicen: “Quédate ahí, no me toques;
soy demasiado sagrado para que me toques.”
Esa gente es como fuego que arde todo el día;
me molestan como el humo en las narices.
Pero todo esto está escrito delante de mí,
y no voy a quedarme cruzado de brazos;
voy a darles su merecido,

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Castigo de los rebeldes

65 Los que no preguntaban por mí, me buscaron; los que no me buscaban, me encontraron.(A) A los que no invocaban mi nombre, les dije «Aquí me tienen». Todo el día tendí mis manos hacia un pueblo rebelde,(B) un pueblo que va por mal camino y en pos de sus pensamientos; un pueblo que descaradamente me provoca a ira todo el tiempo, que ofrece sacrificios en los huertos y quema incienso sobre ladrillos; un pueblo que se sienta entre los sepulcros y pasa la noche en lugares escondidos; que come carne de cerdo, y que en sus ollas tiene caldo de cosas inmundas; un pueblo que dice: «Quédate donde estás y no te acerques a mí, porque yo soy más santo que tú».

Todo esto es para mí como humo en la nariz; ¡es un fuego que arde todo el día! Pero esto lo tengo escrito delante de mí, y no voy a quedarme callado, sino que voy a darles su merecido; voy a herirlos en el pecho

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