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Todos nosotros nos volvimos como alguien impuro,
    todas nuestras obras justas son como una toalla higiénica sucia.
Todos nosotros como una hoja nos marchitamos y caemos.
    Nuestros pecados nos arrastran como el viento.
No hay quien pronuncie tu nombre
    o trate de apoyarse en ti.
Es que te ocultaste de nosotros
    y nos has dejado en manos de nuestro pecado.

Pero así y todo, SEÑOR, tú eres nuestro Padre.
    Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero.
    Todos nosotros somos obra de tus manos.

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