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Las costas vieron y tuvieron temor;
los confines de la tierra se espantaron;
se congregaron y vinieron.
Cada cual ayuda a su vecino
y dice a su hermano: «¡Esfuérzate!»
El carpintero anima al platero
y el que alisa con martillo al que bate en el yunque,
diciéndole: «¡Bien está la soldadura!»
Y luego lo afirman con clavos
para que no se mueva.

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