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Se han secado las aguas de Nimrín;
    se ha marchitado la hierba.
Ya no hay vegetación,
    no ha quedado nada verde.
Por eso se llevaron,
    más allá del arroyo de los Sauces,
    las muchas riquezas que amasaron.
Su grito desesperado
    va recorriendo la frontera de Moab.
Llega su gemido hasta Eglayin,
    y aun llega hasta Ber Elín.

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