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Por eso todas las manos desfallecen,
    todo el mundo pierde el ánimo.
Quedan todos aterrados;
    dolores y angustias los atrapan:
¡se retuercen de dolor,
    como si estuvieran de parto!
Espantados, se miran unos a otros;
    ¡tienen el rostro encendido!
¡Mirad! ¡Ya viene el día del Señor
    —día cruel, de furor y ardiente ira—;
convertirá en desolación la tierra
    y exterminará de ella a los pecadores!

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