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Él dijo: «Ellos son mi pueblo,
hijos que no habrán de traicionarme.»
Y él los salvó
de todas sus aflicciones.
No fue un enviado suyo quien los salvó;
fue el Señor en persona.
Él los libertó por su amor y su misericordia,
los levantó, los tomó en brazos.
Así lo ha hecho siempre.
10 Pero ellos se rebelaron contra el Señor
y ofendieron su santidad;
por eso se volvió
enemigo de ellos
y les hizo la guerra.

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