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“¡Hemos ayunado delante de ti!—dicen ellos—.
    ¿Por qué no te impresionamos?
Hemos sido muy severos con nosotros mismos,
    y ni siquiera te das cuenta”.

»¡Les diré por qué!—les contesto—.
    Es porque ayunan para complacerse a sí mismos.
Aun mientras ayunan,
    oprimen a sus trabajadores.
¿De qué les sirve ayunar,
    si siguen con sus peleas y riñas?
Con esta clase de ayuno,
    nunca lograrán nada conmigo.
Ustedes se humillan
    al hacer penitencia por pura fórmula:
inclinan la cabeza
    como cañas en el viento,
se visten de tela áspera
    y se cubren de cenizas.
¿A eso le llaman ayunar?
    ¿Realmente creen que eso agrada al Señor?

»¡No! Esta es la clase de ayuno que quiero:
pongan en libertad a los que están encarcelados injustamente;
    alivien la carga de los que trabajan para ustedes.
Dejen en libertad a los oprimidos
    y suelten las cadenas que atan a la gente.
Compartan su comida con los hambrientos
    y den refugio a los que no tienen hogar;
denles ropa a quienes la necesiten
    y no se escondan de parientes que precisen su ayuda.

»Entonces su salvación llegará como el amanecer,
    y sus heridas sanarán con rapidez;
su justicia los guiará hacia adelante
    y atrás los protegerá la gloria del Señor.
Entonces cuando ustedes llamen, el Señor les responderá.
    “Sí, aquí estoy”, les contestará enseguida.

»Levanten el pesado yugo de la opresión;
    dejen de señalar con el dedo y de esparcir rumores maliciosos.
10 Alimenten a los hambrientos
    y ayuden a los que están en apuros.
Entonces su luz resplandecerá desde la oscuridad,
    y la oscuridad que los rodea será tan radiante como el mediodía.
11 El Señor los guiará continuamente;
    les dará agua cuando tengan sed
    y restaurará sus fuerzas.
Serán como un huerto bien regado,
    como un manantial que nunca se seca.

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