Hechos 7:51-8:13
Nueva Versión Internacional
51 »¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos![a] Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo! 52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron sus antepasados? Ellos mataron a los que de antemano anunciaron la venida del Justo, y ahora a este lo han traicionado y asesinado 53 ustedes, que recibieron la Ley promulgada por medio de ángeles y no la han obedecido.
Muerte de Esteban
54 Al oír esto, rechinando los dientes, se enojaron mucho contra él. 55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios.
56 —¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!
57 Entonces ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, 58 lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores encargaron sus mantos a un joven llamado Saulo.
59 Mientras lo apedreaban, Esteban oraba.
—Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu.
60 Luego cayó de rodillas y gritó:
—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!
Cuando hubo dicho esto, murió.[b]
8 Y Saulo estaba allí, aprobando la muerte de Esteban.
La iglesia perseguida y dispersa
Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. 2 Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. 3 Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entraba de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los encarcelaba.
Felipe en Samaria
4 Los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban. 5 Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les anunciaba al Cristo. 6 Al oír a Felipe y ver las señales que realizaba, mucha gente se reunía y todos prestaban atención a su mensaje. 7 De muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando gritos, y un gran número de paralíticos y cojos quedaban sanos. 8 Y aquella ciudad se llenó de alegría.
Simón el hechicero
9 Ya desde antes había en esa ciudad un hombre llamado Simón que, jactándose de ser un gran personaje, practicaba la hechicería y asombraba a la gente de Samaria. 10 Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, le prestaban atención y exclamaban: «¡Este hombre es al que llaman el Gran Poder de Dios!».
11 Lo seguían porque por mucho tiempo los había tenido deslumbrados con sus artes mágicas. 12 Pero cuando creyeron a Felipe, quien anunciaba las buenas noticias del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, tanto hombres como mujeres se bautizaron. 13 Simón mismo creyó y, después de bautizarse, seguía a Felipe por todas partes, asombrado de los grandes milagros y señales que veía.
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