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55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios.

56 ―¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!

57 Entonces ellos, gritando, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, 58 lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores confiaron sus mantos a un joven llamado Saulo.

59 Mientras lo apedreaban, Esteban oraba.

―Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu.

60 Luego cayó de rodillas y gritó:

―¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!

Cuando hubo dicho esto, murió.

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