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Bernabé y Saulo son encomendados

13 Entre los profetas y maestros de la iglesia de Antioquía de Siria se encontraban Bernabé, Simeón (llamado «el Negro»[a]), Lucio (de Cirene), Manaén (compañero de infancia del rey Herodes Antipas[b]) y Saulo. Cierto día, mientras estos hombres adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: «Designen a Bernabé y a Saulo para el trabajo especial al cual los he llamado». Así que, después de pasar más tiempo en ayuno y oración, les impusieron las manos y los enviaron.

Primer viaje misionero de Pablo

Entonces Bernabé y Saulo fueron enviados por el Espíritu Santo. Descendieron hasta el puerto de Seleucia y después navegaron hacia la isla de Chipre. Allí, en la ciudad de Salamina, fueron a las sinagogas judías y predicaron la palabra de Dios. Juan Marcos fue con ellos como su asistente.

Después viajaron de ciudad en ciudad por toda la isla hasta que finalmente llegaron a Pafos, donde conocieron a un hechicero judío, un falso profeta llamado Barjesús. El tal se había apegado al gobernador, Sergio Paulo, quien era un hombre inteligente. El gobernador invitó a Bernabé y a Saulo para que fueran a verlo, porque quería oír la palabra de Dios; pero Elimas, el hechicero (eso es lo que significa su nombre en griego), se entrometió y trataba de persuadir al gobernador para que no prestara atención a lo que Bernabé y Saulo decían. Trataba de impedir que el gobernador creyera.

Saulo, también conocido como Pablo, fue lleno del Espíritu Santo y miró al hechicero a los ojos. 10 Luego dijo: «¡Tú, hijo del diablo, lleno de toda clase de engaño y fraude, y enemigo de todo lo bueno! ¿Nunca dejarás de distorsionar los caminos verdaderos del Señor? 11 Ahora mira, el Señor ha puesto su mano de castigo sobre ti, y quedarás ciego. No verás la luz del sol por un tiempo». Al instante, neblina y oscuridad cubrieron los ojos del hombre, y comenzó a andar a tientas, mientras suplicaba que alguien lo tomara de la mano y lo guiara.

12 Cuando el gobernador vio lo que había sucedido, se convirtió, pues quedó asombrado de la enseñanza acerca del Señor.

Pablo predica en Antioquía de Pisidia

13 Luego Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco rumbo a Panfilia y desembarcaron en la ciudad portuaria de Perge. Allí Juan Marcos los dejó y regresó a Jerusalén; 14 pero Pablo y Bernabé siguieron su viaje por tierra adentro hasta Antioquía de Pisidia.[c]

El día de descanso fueron a las reuniones de la sinagoga. 15 Después de las lecturas acostumbradas de los libros de Moisés[d] y de los profetas, los que estaban a cargo del servicio les mandaron el siguiente mensaje: «Hermanos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, ¡pasen a decirla!».

16 Entonces Pablo se puso de pie, levantó la mano para hacer que se callaran y comenzó a hablar: «Hombres de Israel—dijo—y ustedes, gentiles[e] temerosos de Dios, escúchenme.

17 »El Dios de esta nación de Israel eligió a nuestros antepasados e hizo que se multiplicaran y se hicieran fuertes durante el tiempo que pasaron en Egipto. Luego, con brazo poderoso los sacó de la esclavitud. 18 Tuvo que soportarlos[f] durante los cuarenta años que anduvieron vagando por el desierto. 19 Luego destruyó a siete naciones en Canaán y le dio su tierra a Israel como herencia. 20 Todo esto llevó cerca de cuatrocientos cincuenta años.

»Después de eso, Dios les dio jueces para que gobernaran hasta los días del profeta Samuel. 21 Luego el pueblo suplicó por un rey, y Dios les dio a Saúl, hijo de Cis, un hombre de la tribu de Benjamín que reinó durante cuarenta años. 22 Pero Dios quitó a Saúl y lo reemplazó con David, un hombre de quien Dios dijo: “He encontrado en David, hijo de Isaí, a un hombre conforme a mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”[g].

23 »Y es precisamente uno de los descendientes del rey David, Jesús, ¡el Salvador de Israel prometido por Dios! 24 Antes de que él viniera, Juan el Bautista predicaba que todo el pueblo de Israel tenía que arrepentirse de sus pecados, convertirse a Dios y bautizarse. 25 Cuando estaba en los últimos días de su ministerio, Juan preguntó: “¿Creen ustedes que yo soy el Mesías? No, ¡no lo soy! Pero él pronto viene, y yo ni siquiera soy digno de ser su esclavo ni de desatarle las sandalias de sus pies”.

26 »Hermanos—ustedes, hijos de Abraham, y también ustedes, gentiles temerosos de Dios—, ¡este mensaje de salvación ha sido enviado a nosotros! 27 La gente de Jerusalén y sus líderes no reconocieron a Jesús como la persona de quien hablaron los profetas. En cambio, lo condenaron y, al hacerlo, cumplieron las palabras de los profetas que se leen todos los días de descanso. 28 No encontraron ninguna razón legal para ejecutarlo, pero de cualquier forma le pidieron a Pilato que lo matara.

29 »Una vez que llevaron a cabo todo lo que las profecías decían acerca de él, lo bajaron de la cruz[h] y lo pusieron en una tumba. 30 ¡Pero Dios lo levantó de los muertos! 31 Y, durante varios días, se apareció a los que habían ido con él de Galilea a Jerusalén. Actualmente ellos son sus testigos al pueblo de Israel.

32 »Y ahora nosotros estamos aquí para traerles la Buena Noticia. La promesa fue dirigida a nuestros antepasados. 33 Y ahora Dios nos la cumplió a nosotros, los descendientes, al resucitar a Jesús. Esto es lo que el segundo salmo dice sobre Jesús:

“Tú eres mi Hijo.
    Hoy he llegado a ser tu Padre[i]”.

34 Pues Dios había prometido levantarlo de los muertos, no dejarlo que se pudriera en la tumba. Dijo: “Yo te daré las bendiciones sagradas que le prometí a David”[j]. 35 Otro salmo lo explica con más detalle: “No permitirás que tu Santo se pudra en la tumba”[k]. 36 Este salmo no hace referencia a David, pues, después de haber hecho la voluntad de Dios en su propia generación, David murió, fue enterrado con sus antepasados y su cuerpo se descompuso. 37 No, el salmo se refería a otra persona, a alguien a quien Dios resucitó y cuyo cuerpo no se descompuso.

38 »Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de sus pecados. 39 Todo el que cree en él es hecho justo a los ojos de Dios, algo que la ley de Moisés nunca pudo hacer. 40 ¡Tengan cuidado! No dejen que las palabras de los profetas se apliquen a ustedes. Pues ellos dijeron:

41 “Miren, ustedes burlones,
    ¡asómbrense y mueran!
Pues estoy haciendo algo en sus propios días,
    algo que no creerían
    aun si alguien les dijera”[l]».

42 Cuando Pablo y Bernabé salieron de la sinagoga ese día, la gente les suplicó que volvieran a hablar sobre esas cosas la semana siguiente. 43 Muchos judíos y devotos convertidos al judaísmo siguieron a Pablo y a Bernabé, y ambos hombres los exhortaban a que continuaran confiando en la gracia de Dios.

Pablo se dirige a los gentiles

44 A la semana siguiente, casi toda la ciudad fue a oírlos predicar la palabra del Señor. 45 Cuando algunos judíos vieron las multitudes tuvieron envidia; así que calumniaban a Pablo y debatían contra todo lo que él decía.

46 Entonces Pablo y Bernabé hablaron con valentía y declararon: «Era necesario que primero les predicáramos la palabra de Dios a ustedes, los judíos; pero ya que ustedes la han rechazado y se consideran indignos de la vida eterna, se la ofreceremos a los gentiles. 47 Pues el Señor nos dio este mandato cuando dijo:

“Yo te he hecho luz para los gentiles,
    a fin de llevar salvación a los rincones más lejanos de la tierra”[m]».

48 Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y le dieron las gracias al Señor por su mensaje, y todos los que fueron elegidos para la vida eterna se convirtieron en creyentes. 49 Así que el mensaje del Señor se extendió por toda esa región.

50 Luego los judíos provocaron a las mujeres religiosas influyentes y a los líderes de la ciudad, e incitaron a una turba contra Pablo y Bernabé, y los echaron de la ciudad. 51 Así que ellos se sacudieron el polvo de sus pies en señal de rechazo y se dirigieron a la ciudad de Iconio. 52 Y los creyentes[n] se llenaron de alegría y del Espíritu Santo.

Pablo y Bernabé en Iconio

14 Lo mismo sucedió en Iconio.[o] Pablo y Bernabé fueron a la sinagoga judía y predicaron con tanto poder que un gran número de judíos y griegos se hicieron creyentes. Sin embargo, algunos de los judíos rechazaron el mensaje de Dios y envenenaron la mente de los gentiles[p] en contra de Pablo y Bernabé; pero los apóstoles se quedaron allí por mucho tiempo, predicando con valentía acerca de la gracia del Señor. Y el Señor demostraba que el mensaje era verdadero al darles poder para hacer señales milagrosas y maravillas; pero la gente de la ciudad estaba dividida en cuanto a su opinión sobre ellos. Algunos estaban del lado de los judíos, y otros apoyaban a los apóstoles.

Entonces una turba de gentiles y judíos, junto con sus líderes, decidieron atacarlos y apedrearlos. Cuando los apóstoles se enteraron, huyeron a la región de Licaonia, a las ciudades de Listra y Derbe y sus alrededores. Y allí predicaron la Buena Noticia.

Pablo y Bernabé en Listra y Derbe

Mientras estaban en Listra, Pablo y Bernabé se toparon con un hombre lisiado de los pies. Como había nacido así, jamás había caminado. Estaba sentado, escuchando mientras Pablo predicaba. Pablo lo miró fijamente y se dio cuenta de que el hombre tenía fe para ser sanado. 10 Así que Pablo lo llamó con voz alta: «¡Levántate!». Y el hombre se puso de pie de un salto y comenzó a caminar.

11 Cuando la multitud vio lo que Pablo había hecho, gritó en su dialecto local: «¡Estos hombres son dioses en forma humana!». 12 Decidieron que Bernabé era el dios griego Zeus y que Pablo era Hermes por ser el orador principal. 13 El templo de Zeus estaba situado justo fuera de la ciudad. Así que el sacerdote del templo y la multitud llevaron toros y coronas de flores a las puertas de la ciudad, y se prepararon para ofrecerles sacrificios a los apóstoles.

14 Cuando los apóstoles Bernabé y Pablo oyeron lo que pasaba, horrorizados se rasgaron la ropa y salieron corriendo entre la gente, mientras gritaban: 15 «Amigos,[q] ¿por qué hacen esto? ¡Nosotros somos simples seres humanos, tal como ustedes! Hemos venido a traerles la Buena Noticia de que deben apartarse de estas cosas inútiles y volverse al Dios viviente, quien hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. 16 En el pasado, él permitió que todas las naciones siguieran su propio camino, 17 pero nunca las dejó sin pruebas de sí mismo y de su bondad. Por ejemplo, les envía lluvia y buenas cosechas, y les da alimento y corazones alegres». 18 No obstante, aun con estas palabras, a duras penas Pablo y Bernabé pudieron contener a la gente para que no les ofreciera sacrificios.

19 Luego unos judíos llegaron de Antioquía e Iconio, y lograron poner a la multitud de su lado. Apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto; 20 pero los creyentes[r] lo rodearon, y él se levantó y regresó a la ciudad. Al día siguiente, salió junto con Bernabé hacia Derbe.

Pablo y Bernabé regresan a Antioquía de Siria

21 Después de predicar la Buena Noticia en Derbe y de hacer muchos discípulos, Pablo y Bernabé regresaron a Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia, 22 donde fortalecieron a los creyentes. Los animaron a continuar en la fe, y les recordaron que debemos sufrir muchas privaciones para entrar en el reino de Dios. 23 Pablo y Bernabé también nombraron ancianos en cada iglesia. Con oración y ayuno, encomendaron a los ancianos al cuidado del Señor, en quien habían puesto su confianza. 24 Luego atravesaron nuevamente Pisidia y llegaron a Panfilia. 25 Predicaron la palabra en Perge y después descendieron hasta Atalia.

26 Por último, regresaron en barco a Antioquía de Siria, donde habían iniciado su viaje. Los creyentes de allí los habían encomendado a la gracia de Dios para que hicieran el trabajo que ahora habían terminado. 27 Una vez que llegaron a Antioquía, reunieron a la iglesia y le informaron todo lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo él también había abierto la puerta de la fe a los gentiles. 28 Y se quedaron allí con los creyentes por mucho tiempo.

El concilio de Jerusalén

15 Cuando Pablo y Bernabé estaban en Antioquía de Siria, llegaron unos hombres de Judea y comenzaron a enseñarles a los creyentes:[s] «A menos que se circunciden como exige la ley de Moisés, no podrán ser salvos». Pablo y Bernabé no estaban de acuerdo con ellos y discutieron con vehemencia. Finalmente, la iglesia decidió enviar a Pablo y a Bernabé a Jerusalén, junto con algunos creyentes del lugar, para que hablaran con los apóstoles y con los ancianos sobre esta cuestión. La iglesia envió a los delegados a Jerusalén, quienes de camino se detuvieron en Fenicia y Samaria para visitar a los creyentes. Les contaron—para alegría de todos—que los gentiles[t] también se convertían.

Cuando llegaron a Jerusalén, toda la iglesia—incluidos los apóstoles y los ancianos—dio la bienvenida a Pablo y a Bernabé, quienes les informaron acerca de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. Pero después algunos creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos se pusieron de pie e insistieron: «Los convertidos gentiles deben ser circuncidados y hay que exigirles que sigan la ley de Moisés».

Así que los apóstoles y los ancianos se reunieron para resolver este asunto. En la reunión, después de una larga discusión, Pedro se puso de pie y se dirigió a ellos de la siguiente manera: «Hermanos, todos ustedes saben que hace tiempo Dios me eligió de entre ustedes para que predicara a los gentiles a fin de que pudieran oír la Buena Noticia y creer. Dios conoce el corazón humano y él confirmó que acepta a los gentiles al darles el Espíritu Santo, tal como lo hizo con nosotros. Él no hizo ninguna distinción entre nosotros y ellos, pues les limpió el corazón por medio de la fe. 10 Entonces, ¿por qué ahora desafían a Dios al poner cargas sobre los creyentes[u] gentiles con un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados pudimos llevar? 11 Nosotros creemos que todos somos salvos de la misma manera, por la gracia no merecida que proviene del Señor Jesús».

12 Todos escucharon en silencio mientras Bernabé y Pablo les contaron de las señales milagrosas y maravillas que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.

13 Cuando terminaron, Santiago se puso de pie y dijo: «Hermanos, escúchenme. 14 Pedro[v] les ha contado de cuando Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de entre ellos un pueblo para sí mismo. 15 Y la conversión de los gentiles es precisamente lo que los profetas predijeron. Como está escrito:

16 “Después yo volveré
    y restauraré la casa caída[w] de David.
Reconstruiré sus ruinas
    y la restauraré,
17 para que el resto de la humanidad busque al Señor,
    incluidos los gentiles,
    todos los que he llamado a ser míos.
El Señor ha hablado,
18     Aquel que hizo que estas cosas se dieran a conocer desde hace mucho”[x].

19 »Y mi opinión entonces es que no debemos ponerles obstáculos a los gentiles que se convierten a Dios. 20 Al contrario, deberíamos escribirles y decirles que se abstengan de comer alimentos ofrecidos a ídolos, de inmoralidad sexual, de comer carne de animales estrangulados y de consumir sangre. 21 Pues esas leyes de Moisés se han predicado todos los días de descanso en las sinagogas judías de cada ciudad durante muchas generaciones».

Carta para los creyentes gentiles

22 Entonces los apóstoles y los ancianos, junto con toda la iglesia de Jerusalén, escogieron delegados y los enviaron a Antioquía de Siria con Pablo y Bernabé para que informaran acerca de esta decisión. Los delegados escogidos eran dos de los líderes de la iglesia:[y] Judas (también llamado Barsabás) y Silas. 23 La carta que llevaron decía lo siguiente:

«Nosotros, los apóstoles y los ancianos, sus hermanos de Jerusalén, escribimos esta carta a los creyentes gentiles de Antioquía, Siria y Cilicia. ¡Saludos!

24 »Tenemos entendido que unos hombres de aquí los han perturbado e inquietado con su enseñanza, ¡pero nosotros no los enviamos! 25 Así que decidimos, después de llegar a un acuerdo unánime, enviarles representantes oficiales junto con nuestros amados Bernabé y Pablo, 26 quienes han arriesgado la vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Les enviamos a Judas y a Silas para confirmar lo que hemos decidido con relación a la pregunta de ustedes.

28 »Pues nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponer sobre ustedes una carga mayor que estos pocos requisitos: 29 deben abstenerse de comer alimentos ofrecidos a ídolos, de consumir sangre o la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual. Si hacen esto, harán bien. Adiós».

30 Los mensajeros salieron de inmediato para Antioquía, donde convocaron a una reunión general de los creyentes y entregaron la carta. 31 Y hubo mucha alegría en toda la iglesia ese día cuando leyeron este mensaje alentador.

32 Entonces Judas y Silas, ambos profetas, hablaron largo y tendido con los creyentes para animarlos y fortalecerlos en su fe. 33 Se quedaron allí un tiempo, y luego los creyentes los enviaron de regreso a la iglesia de Jerusalén con una bendición de paz.[z] 35 Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía. Ellos y muchos otros enseñaban y predicaban la palabra del Señor en esa ciudad.

Pablo y Bernabé se separan

36 Después de un tiempo Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar cada una de las ciudades donde ya antes predicamos la palabra del Señor para ver cómo andan los nuevos creyentes». 37 Bernabé estuvo de acuerdo y quería llevar con ellos a Juan Marcos; 38 pero Pablo se opuso terminantemente ya que Juan Marcos los había abandonado en Panfilia y no había continuado con ellos en el trabajo. 39 Su desacuerdo fue tan intenso que se separaron. Bernabé tomó a Juan Marcos consigo y navegó hacia Chipre. 40 Pablo escogió a Silas y, al salir, los creyentes lo encomendaron al cuidado misericordioso del Señor. 41 Luego viajó por toda Siria y Cilicia, fortaleciendo a las iglesias.

Segundo viaje misionero de Pablo

16 Pablo fue primero a Derbe y luego a Listra, donde había un discípulo joven llamado Timoteo. Su madre era una creyente judía, pero su padre era griego. Los creyentes[aa] de Listra e Iconio tenían un buen concepto de Timoteo, de modo que Pablo quiso que él los acompañara en el viaje. Por respeto a los judíos de la región, dispuso que Timoteo se circuncidara antes de salir, ya que todos sabían que su padre era griego. Luego fueron de ciudad en ciudad enseñando a los creyentes a que siguieran las decisiones tomadas por los apóstoles y los ancianos de Jerusalén. Así que las iglesias se fortalecían en su fe y el número de creyentes crecía cada día.

Un llamado de Macedonia

Luego, Pablo y Silas viajaron por la región de Frigia y Galacia, porque el Espíritu Santo les había impedido que predicaran la palabra en la provincia de Asia en ese tiempo. Luego, al llegar a los límites con Misia, se dirigieron al norte, hacia la provincia de Bitinia,[ab] pero de nuevo el Espíritu de Jesús no les permitió ir allí. Así que siguieron su viaje por Misia hasta el puerto de Troas.

Esa noche Pablo tuvo una visión. Puesto de pie, un hombre de Macedonia—al norte de Grecia—le rogaba: «¡Ven aquí a Macedonia y ayúdanos!». 10 Entonces decidimos[ac] salir de inmediato hacia Macedonia, después de haber llegado a la conclusión de que Dios nos llamaba a predicar la Buena Noticia allí.

En Filipos, Lidia cree en Jesús

11 Subimos a bordo de un barco en Troas, navegamos directo a la isla de Samotracia y, al día siguiente, desembarcamos en Neápolis. 12 De allí llegamos a Filipos, una ciudad principal de ese distrito de Macedonia y una colonia romana. Y nos quedamos allí varios días.

13 El día de descanso nos alejamos un poco de la ciudad y fuimos a la orilla de un río, donde pensamos que la gente se reuniría para orar, y nos sentamos a hablar con unas mujeres que se habían congregado allí. 14 Una de ellas era Lidia, de la ciudad de Tiatira, una comerciante de tela púrpura muy costosa, quien adoraba a Dios. Mientras nos escuchaba, el Señor abrió su corazón y aceptó lo que Pablo decía. 15 Ella y los de su casa fueron bautizados, y nos invitó a que fuéramos sus huéspedes. «Si ustedes reconocen que soy una verdadera creyente en el Señor—dijo ella—, vengan a quedarse en mi casa». Y nos insistió hasta que aceptamos.

Pablo y Silas en la cárcel

16 Cierto día, cuando íbamos al lugar de oración, nos encontramos con una joven esclava que tenía un espíritu que le permitía adivinar el futuro. Por medio de la adivinación, ganaba mucho dinero para sus amos. 17 Ella seguía a Pablo y también al resto de nosotros, gritando: «Estos hombres son siervos del Dios Altísimo y han venido para decirles cómo ser salvos».

18 Esto mismo sucedió día tras día hasta que Pablo se exasperó de tal manera que se dio la vuelta y le dijo al demonio que estaba dentro de la joven: «Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella». Y al instante el demonio la dejó.

19 Las esperanzas de sus amos de hacerse ricos ahora quedaron destruidas, así que agarraron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza del mercado ante las autoridades. 20 «¡Toda la ciudad está alborotada a causa de estos judíos!—les gritaron a los funcionarios de la ciudad—. 21 Enseñan costumbres que nosotros, los romanos, no podemos practicar porque son ilegales».

22 Enseguida se formó una turba contra Pablo y Silas, y los funcionarios de la ciudad ordenaron que les quitaran la ropa y los golpearan con varas de madera. 23 Los golpearon severamente y después los metieron en la cárcel. Le ordenaron al carcelero que se asegurara de que no escaparan. 24 Así que el carcelero los puso en el calabozo de más adentro y les sujetó los pies en el cepo.

25 Alrededor de la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los demás prisioneros escuchaban. 26 De repente, hubo un gran terremoto y la cárcel se sacudió hasta sus cimientos. Al instante, todas las puertas se abrieron de golpe, ¡y a todos los prisioneros se les cayeron las cadenas! 27 El carcelero se despertó y vio las puertas abiertas de par en par. Dio por sentado que los prisioneros se habían escapado, por lo que sacó su espada para matarse; 28 pero Pablo le gritó: «¡Detente! ¡No te mates! ¡Estamos todos aquí!».

29 El carcelero pidió una luz y corrió al calabozo y cayó temblando ante Pablo y Silas. 30 Después los sacó y les preguntó:

—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?

31 Ellos le contestaron:

—Cree en el Señor Jesús y serás salvo, junto con todos los de tu casa.

32 Y le presentaron la palabra del Señor tanto a él como a todos los que vivían en su casa. 33 Aun a esa hora de la noche, el carcelero los atendió y les lavó las heridas. Enseguida ellos lo bautizaron a él y a todos los de su casa. 34 El carcelero los llevó adentro de su casa y les dio de comer, y tanto él como los de su casa se alegraron porque todos habían creído en Dios.

35 A la mañana siguiente, los funcionarios de la ciudad mandaron a la policía para que le dijera al carcelero: «¡Suelta a esos hombres!». 36 Entonces el carcelero le dijo a Pablo:

—Los funcionarios de la ciudad han dicho que tú y Silas quedan en libertad. Vayan en paz.

37 Pero Pablo respondió:

—Ellos nos golpearon en público sin llevarnos a juicio y nos metieron en la cárcel, y nosotros somos ciudadanos romanos. ¿Ahora quieren que nos vayamos a escondidas? ¡De ninguna manera! ¡Que vengan ellos mismos a ponernos en libertad!

38 Cuando la policía dio su informe, los funcionarios de la ciudad se alarmaron al enterarse de que Pablo y Silas eran ciudadanos romanos. 39 Entonces fueron a la cárcel y se disculparon con ellos. Luego los sacaron de allí y les suplicaron que se fueran de la ciudad. 40 Una vez que salieron de la cárcel, Pablo y Silas regresaron a la casa de Lidia. Allí se reunieron con los creyentes y los animaron una vez más. Después se fueron de la ciudad.

Notas al pie

  1. 13:1a En griego llamado Niger.
  2. 13:1b En griego Herodes el tetrarca.
  3. 13:13-14 Panfilia y Pisidia eran distritos de lo que ahora es Turquía.
  4. 13:15 En griego lecturas acostumbradas de la ley.
  5. 13:16 Gentil[es], que no es judío.
  6. 13:18 Algunos manuscritos dicen Él los cuidó; comparar Dt 1:31.
  7. 13:22 1 Sm 13:14.
  8. 13:29 En griego del madero.
  9. 13:33 U Hoy te doy a conocer como mi Hijo. Sal 2:7.
  10. 13:34 Is 55:3.
  11. 13:35 Sal 16:10.
  12. 13:41 Ha 1:5 (versión griega).
  13. 13:47 Is 49:6.
  14. 13:52 En griego los discípulos.
  15. 14:1 Iconio, así como Listra y Derbe (14:6), eran ciudades en lo que ahora es Turquía.
  16. 14:2 Gentil[es], que no es judío.
  17. 14:15 En griego Hombres.
  18. 14:20 En griego discípulos; también en 14:22, 28.
  19. 15:1 En griego hermanos; también en 15:3, 23, 32, 33, 36, 40.
  20. 15:3 Gentil[es], que no es judío.
  21. 15:10 En griego discípulos.
  22. 15:14 En griego Simeón.
  23. 15:16 O el reino caído; en griego dice la carpa caída.
  24. 15:16-18 Am 9:11-12 (versión griega); Is 45:21.
  25. 15:22 En griego eran líderes entre los hermanos.
  26. 15:33 Algunos manuscritos agregan el versículo 34: Pero Silas decidió quedarse allí.
  27. 16:2 En griego hermanos; también en 16:40.
  28. 16:6-7 Frigia, Galacia, Asia, Misia y Bitinia eran distritos en lo que ahora es Turquía.
  29. 16:10 Lucas, el escritor de este libro, aquí se unió a Pablo y lo acompañó en su viaje.

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