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Y he aquí se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la celda. Despertó a Pedro dándole un golpe en el costado y le dijo:

—¡Levántate pronto!

Y las cadenas se le cayeron de las manos. Entonces le dijo el ángel:

—Cíñete y ata tus sandalias.

Y así lo hizo. Luego le dijo:

—Envuélvete en tu manto y sígueme.

Y habiendo salido, le seguía y no comprendía que lo que hacía el ángel era realidad. Más bien, le parecía que veía una visión.

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