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Miré con atención, y en el manto había toda clase de animales domésticos y salvajes, y también serpientes y aves. Luego oí la voz de Dios, que me dijo: “Pedro, levántate; mata y come de estos animales.”

»Yo le respondí: “¡No, Señor, de ninguna manera! Nuestra ley no nos permite comer carne de esos animales. Yo jamás he comido alimentos prohibidos.”

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