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14 —No, Señor—dijo Pedro—. Jamás he comido algo que nuestras leyes judías declaren impuro e inmundo.[a]

15 Pero la voz habló de nuevo:

—No llames a algo impuro si Dios lo ha hecho limpio.

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Footnotes

  1. 10:14 En griego algo común e inmundo.

Pues no es posible que la sangre de los toros y las cabras quite los pecados. Por eso, cuando Cristo[a] vino al mundo, le dijo a Dios:

«No quisiste sacrificios de animales ni ofrendas por el pecado.
    Pero me has dado un cuerpo para ofrecer.
No te agradaron las ofrendas quemadas
    ni otras ofrendas por el pecado.
Luego dije: “Aquí estoy, oh Dios; he venido a hacer tu voluntad
    como está escrito acerca de mí en las Escrituras”»[b].

Primero, Cristo dijo: «No quisiste sacrificios de animales, ni ofrendas por el pecado, ni ofrendas quemadas ni otras ofrendas por el pecado; tampoco te agradaron todas esas ofrendas» (aun cuando la ley de Moisés las exige). Luego dijo: «Aquí estoy, he venido a hacer tu voluntad». Él anula el primer pacto para que el segundo entre en vigencia. 10 Pues la voluntad de Dios fue que el sacrificio del cuerpo de Jesucristo nos hiciera santos, una vez y para siempre.

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Footnotes

  1. 10:5 En griego él; también en 10:8.
  2. 10:5-7 Sal 40:6-8 (versión griega).

20 Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos.

Cristo sufrió nuestro castigo

21 Pero ahora, tal como se prometió tiempo atrás en los escritos de Moisés y de los profetas,[a] Dios nos ha mostrado cómo podemos ser justos ante él sin cumplir con las exigencias de la ley. 22 Dios nos hace justos a sus ojos cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo. Y eso es verdad para todo el que cree, sea quien fuere.

23 Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. 24 Sin embargo, en su gracia, Dios gratuitamente nos hace justos a sus ojos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados. 25 Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre. Ese sacrificio muestra que Dios actuó con justicia cuando se contuvo y no castigó a los que pecaron en el pasado, 26 porque miraba hacia el futuro y de ese modo los incluiría en lo que llevaría a cabo en el tiempo presente. Dios hizo todo eso para demostrar su justicia, porque él mismo es justo e imparcial, y a los pecadores los hace justos a sus ojos cuando creen en Jesús.

27 ¿Podemos, entonces, jactarnos de haber hecho algo para que Dios nos acepte? No, porque nuestra libertad de culpa y cargo no se basa en la obediencia a la ley. Está basada en la fe.

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Footnotes

  1. 3:21 En griego en la ley y los profetas.

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